VALÈNCIA. Verano de 2007, sur de Brasil. Joana (Letícia Kacperski) tiene 13 años y se enfrenta al descubrimiento de su identidad. La primera gran sacudida que recibe es la de la muerte de su tía Rosa, una mujer que vivió siempre sola y que nunca llegó a casarse. Gracias a ella se nutrió de sensibilidad artística, aprendió a hacer figuritas y fue la única persona que logró acceder a su universo personal. Pero tras su fallecimiento, una pregunta comenzará a obsesionarla: ¿por qué nunca tuvo pareja?
La directora Cristiane Oliveira, parte de un hecho real para narrar una delicada historia de iniciación en la que también hay mucho de su propia experiencia personal. Su primera película, La mujer del padre, ya abordaba esta zona limítrofe entre el fin de la infancia y el inicio de la madurez y todo el desconcierto que provoca. Ahora recupera todas esas sensaciones de confusión en A Primeira Morte de Joana, en la que confirma su talento para configurar atmósferas a medio camino entre el costumbrismo, la incomodidad y la poesía.
El shock de esa primera pérdida cercana sumergirá a nuestra protagonista en una constante espiral de cuestionamiento de todo lo que le rodee. Iniciará su particular camino de autodescubrimiento, al principio como si fuera una detective que va buscando pistas sobre el pasado de su tía, sin darse cuenta de que por el camino también se aproximará a la exploración de ella misma. En ese proceso, tendrá una crucial relevancia la relación con una amiga, Carolina (Isabela Bressane), con una mentalidad mucho más moderna y abierta que ella, que ha sido criada en un entorno conservador marcado por los miedos de su progenitora. Ambas familias tienen raíces alemanas, pero mientras que la de Joana sigue anclada en las tradiciones, la de Carolina adopta un espíritu mucho más contemporáneo y libre.
Carolina acompañará a Joana en ese itinerario íntimo descubriéndole una nueva dimensión en lo que se refiere a los vínculos afectivos que no tienen que circunscribirse únicamente a la heterosexualidad. Será entonces cuando se interne en un espacio muy privado que tiene que ver con su inocencia y desconocimiento, sus prejuicios y sus inseguridades.
La directora plasma los encuentros entre ambas a medio camino entre la ensoñación y la realidad, de una forma profundamente sensorial en la que el espacio en el que se encuentran cobra una importancia fundamental. Una comunidad cerrada, en la que corren los rumores, pero rodeada de naturaleza, de entornos abiertos y agrestes en los que siempre sopla el viento, razón por la que se ha instalado una central eólica que marca el contraste entre lo viejo y lo nuevo, justo en ese momento de cambio en el que se encuentra Joana.
A Primeira Morte de Joana es una película que explora de forma profunda lo femenino, el deseo, la represión dentro de una estructura social patriarcal, la necesidad de liberarse de los tabúes y las relaciones entre las mujeres de diferentes generaciones.
Es una película de aura ensoñadora, repleta de pequeños detalles y construida a base de silencios que dicen más de los personajes que sus propias palabras. También hay rabia en su interior, la de la propia Joana, que se encuentra en una fase de negación y de confusión, en la que hay más preguntas que respuestas. A Cristiane Oliveira le gusta explorar esas franjas fronterizas en la que se mezclan los sentimientos y en las que cunde la extrañeza. Por eso, tanto su anterior trabajo como este, se encuentra repleto de zonas difusas, entre la revelación y el simbolismo.