En 2018 se cumplen una década del mejor disco de Señor Mostaza, Somos Poco Prácticos, una colección de canciones que contiene la mejor versión de los valencianos
VALÈNCIA. A punto de entrar ya en el último tramo del curso es preciso recordar algunas efemérides (más que otras) que tienen en 2018 su décimo aniversario. La elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos (y los zapatazos fallidos a Bush), la caída de Lehman Brothers o la plata de la selección española de baloncesto en una final memorable contra Estados Unidos en Pekín; pero también el ‘Chiki-Chiki’, el “mañana tengo el coñazo del desfile” de Mariano Rajoy con el Día de la Hispanidad o el inicio de la maldición de Ronald Koeman y el último título del Valencia Club de Fútbol. Entre unos y otros, hay un aniversario que nos toca mucho más de cerca: los diez años de la publicación de Somos Poco Prácticos, la obra discográfica cumbre de Señor Mostaza. Y uno de los mejores tratados pop que ha dado València en los últimos 20 años.
El segundo disco de Señor Mostaza ofrece la versión más inspirada, musical y líricamente hablando, de la banda valenciana. Somos Poco Prácticos no era un segundo disco al uso, en tanto en cuanto Luis Prado y compañía ya habían cruzado el falso umbral de la madurez de los 30 y arrastraban -otros 10 años atrás- el bagaje de proyectos pasados como The Flauters. “Sin duda el disco más completo de su carrera”, escribía un año después Carlos Pérez de Ziriza en Efe Eme -que regalaba su directo de 2006 en el FIB-. Fernando Neira, en su artículo de 2011 en El País hablaba de aquel disco como la colección con la que “Luis Prado se reafirmó como el autor más lúcido, tierno, irónico e imaginativo en esa generación del pop español”; “es uno de los tesoros más portentosos (y semiocultos) de nuestra cultura popular”, añadía el periodista.
En efecto, Somos Poco Prácticos ofrece la mejor versión de Señor Mostaza; lo que supone de forma inequívoca, dada la índole terriblemente humana de las composiciones de Prado, nuestra propia mejor versión. A lo largo de la colección encontramos las mejores virtudes de su composición: momentos que nos hacen reconciliarnos con nuestra realidad, con una suerte de realismo paradójico que actúa a modo de antidepresivo. Ahí van unos cuantos.
Cualquiera que haya asistido a un concierto de Señor Mostaza o de Luis Prado -en fascinante dúo con Paco Tamarit- entiende que la cabeza de Luis Prado, capaz de improvisar al piano casi cualquier hit pop, funciona ligeramente diferente a las de la mayoría. En su interior los adjetivos se multiplican en una fértil orgía de nuevos conceptos. De esa bacanal sináptica nacen términos como abracadabrante, brillante alternativa a la condición de mágico, de hipnótico. Así lo canta en ‘Mi Ídolo de la Democracia’ cuando se refiere a aquello de “diciendo eso que dices tan importante, tan increíble y tan abracadabrante”.
Años más tarde lo haría otra vez. Es su modus operandi. Entonces, en la ácida ‘No Tocaremos Para Ti’ (Podemos Sonreír, 2010), cantaba al piano y entre coros pop aquello de “según tú todo es cuantificable, todo es optimizable: todo segunsemirable”. Prado toma la construcción básica de adjetivos y la lleva un paso más allá.
“No hace falta pensar mal de la paradoja, porque la paradoja es la pasión del pensamiento y el pensador sin paradoja es como el amante sin pasión: un mediocre modelo”. En forma de sutil homenaje al “qué va, qué va, qué va: yo leo a Kierkegaard”, Prado ofreció en 2008 lo mejor de su repertorio de paradojas vitales -que son muchas a lo largo de la discografía de Señor Mostaza-. Primero con ‘Himno Pop Para Usted’ (“los días son tan largos, los años son tan cortos que no tuvo tiempo de cambiar”) y después con ‘Tus Defectos Son Perfectos’ (“todos tus defectos me parecen perfectos”), el músico convirtió a Somos Poco Prácticos en uno de los más finos ensayos pop dedicados a la antítesis, la paradoja y el oxímoron. Más tarde, en 2011, continuaría con las paradojas en ese maravilloso retrato de un (des)encuentro de ascensor, ‘Un Momento Eterno’: “al fin y al cabo qué más da, sólo es un momento eterno”.
Prado tiene cierta tendencia natural a la filigrana literaria, nada forzada, que ya asomó años antes con el “hoy en el colegio fue igual que ayer, igual que ayer y antes de ayer, que todos los ayeres del ayer” de ‘Imaginando Que’ (Mundo Interior, 2005). Sin embargo, es en 2008 cuando baja del escenario y se mezcla entre los más comunes de los mortales para evidenciar que, muchas veces, el fin justifica los medios. En este caso, cuando se trata de métrica, todo vale si al final de la jornada ha rimado; “hoy tengo la rima fácil, y no puedo parar”, que cantó antes en ‘Momento Garci’ (Mundo Interior). Por eso al comienzo de la agridulce ‘Regresos Inesperados’, cuando habla de Björn Borg, consigue rimar “resultón” con “Wimbledon”. Abracadabrante, sin duda.
2008. Hace diez años ya. Nadie en España decía “random”. Ni “top”, ni “crush”, ni “living”. Sin embargo, Luis Prado introducía el inglés en sus letras con la naturalidad de un gibraltareño. ‘Todo Me Recuerda A Ti’, esa balada pop a la obsesión por el amor perdido, contenía la coda melancólica “y se terminó, a long long time ago” -in a galaxy far, far away- y la ‘Minitragedia de Arconada (en tres segundos)’, por su parte, recogía cómo aquel señor que fue a pintar el salón “lo maldijo en tres idiomas, don’t you know?”; seguramente el tercero era el francés, como el que añadiría posteriormente en la canción homónima de ‘Delitos Y Faltas’ (“y se acabó el saber estar, el savoir faire”).
‘Frecuéntame’, o el casito en 2008
Tampoco en 2008 estaba particularmente popularizada la actividad de los troles, especialmente en redes sociales. Sin embargo, Luis Prado escribía en ‘Frecuéntame’ una especie de confesión del trol en primera persona (“soy bueno hablando mal de los demás, y eso relaja una barbaridad”), en el que un individuo solitario terminaba demandando “por favor” que alguien le frecuentara; es decir, lo que en 2018 se ha bautizado como la insoportable necesidad de llamar la atención del prójimo, la búsqueda del casito.
Una de las más delirantes pruebas del talento de Luis Prado como compositor en toda su dimensión se recogía en la última canción de Somos Poco Prácticos. ‘Mi ídolo de la Democracia’ era una frenética oda rock dedicada a Eduardo Zaplana, con referencias a Terra Mítica y mencionando al expresidente de la Generalitat Valenciana en formato de acertijo veterano: “eres mi ídolo de la democracia, mi pieza clave, mi pieza plana”. La magia de las efemérides ha querido que el décimo aniversario de la canción coincida con la plasmación penitenciaria del deseo que Prado manifestaba como toda su ilusión: verle “cayendo del sillón”.