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'Sexiland' arremete contra el amor romántico y la pornografía

La obra de teatro documental se estrena el 24 de octubre en el Teatro Círculo

23/10/2019 - 

VALÈNCIA. El mito del amor romántico y el consumo de pornografía han sido considerados, tradicionalmente, polos opuestos de la educación afectiva. Pero en la práctica, los contrarios se tocan al resultar igualmente nocivos para las relaciones de pareja.

A partir de esta premisa y con mimbres autobiográficos, el colectivo escénico integrado por Natalia D’Annunzio, Carmen Meinhof y Mauro Molina han planteado una obra de teatro documental titulada Sexiland, que estará sobre las tablas del Teatro Círculo de Benimaclet del 24 al 27 de octubre.

“Nos hemos dado cuenta de que los dos conceptos no están tan enfrentados: ambos son mecanismos de control que pueden llegar a ser muy violentos para la vida personal”, concluye la artista escénica multidisciplinar valenciana Carmen Meinhof.

A este respecto, la obra indaga tanto en el tabú de la masturbación femenina, como en el caso de La Manada. Y se ha servido por igual de lecturas sobre el mito del amor romántico como de la tesis de la farmacopornografía, formulada por el filósofo Paul Preciado, y donde se expone cómo el capitalismo contemporáneo ejerce nuevos modelos de dominación a partir del cine para adultos y de hitos de la química como la píldora anticonceptiva, las pastillas de Viagra y los tratamientos hormonales.

Rebajas en Tinder

A lo noticiable y lo teórico, los actores y dramaturgos han incorporado vivencias reales, como la muerte violenta de la madre de Molina a manos de su pareja, y textos reales de intercambios de mensajes en Tinder.

“Las plataformas de citas y las redes sociales han hipersexualizado y deshumanizado la realidad, hasta el punto de generar comportamientos sociales de un grupo de hombres que viola a una mujer como si fuera lo más natural”, denuncia el director y dramaturgo argentino.

A esta visión utilitarista de las personas como artículos de consumo se suma la pervivencia de mitos que normalizan el control, los celos y los sacrificios extremos en las parejas, lo que sirve de antesala al maltrato de género.

La paradoja es que la nueva generación tiene la igualdad como reto, pero al tiempo, alcanzan éxito superventas sagas como Crepúsculo, donde las protagonistas adoptan una actitud de sumisión, y arrasan en verano canciones latinas machistas y sexualmente explícitas.

“En ese sentido, hemos hecho un guiño a la cultura trap. Por un lado asistimos a la eclosión de chicas muy jóvenes y empoderadas, planteando cosas increíbles, que parecen un milagro, pero que caen en un sitio muy feo en pro de una supuesta liberación sexual que tiene más que ver con la cultura de la violación. En los años noventa no se daban tantos casos de asaltos a mujeres como ahora. Era una sociedad más conservadora en muchos sentidos pero más respetuosa”, compara Carmen Meinhof.

Analógicos e integrados

La obra actúa como un espejo tanto para los espectadores de la generación de los ochenta como para los nacidos en la era de internet. “Los analógicos estamos descolocados por la deriva sentimental impuesta por las apps para ligar, y los digitales están interiorizando como normal la desconexión emocional al tener sexo”, lamenta Meinhof, que teme un futuro en el que las relaciones estén alejadas de los sentimientos al alejarse del componente humano.

“En la obra planteamos que es necesaria una revisión de las relaciones, porque tanto la banalización del sexo como la idea edulcorada del amor producen conmoción en la vida real”, denuncia la actriz y dramaturga.

Distanciamiento brechtiano

Como en su anterior propuesta, Paterland, donde reflexionaban sobre el padre como primer referente masculino, la formación teatral vuelve a mezlar en escena danza, teatro y nuevas tecnologías, aunque avanzan que la performance ha tomado más fuerza en este montaje.

El objetivo último no es la catarsis de los tres creadores de la pieza, por mucho que plasmen temores y vivencias propias, sino que se sirven de ese contenido personal como una herramienta de denuncia que lleve a la audiencia a una reflexión. Como advierte Mauro Molina, “nada está servido ni masticado, sino que dejamos las cosas abiertas para que cada uno se haga su propia construcción”.

En este segundo land, han contado para la creación del espacio sonoro con la colaboración del Col·lectiu Penja’m, formado por Xavi Laserdisc y Diego Summo.

La formación crece y ya piensa en su próxima “tierra”, que volverá a incidir en los estereotipos de género.

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