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opinión

¿Ser un inversor más ético deriva en mayores rentabilidades?

La inversión socialmente responsable (ISR) ha pasado de ser un método para evitar riesgos a una vía para buscar rentabilidades activas

11/02/2020 - 

MURCIA. Cuando el pasado jueves, BlackRock, la mayor gestora de fondos del mundo, con 7 trillones de dólares bajo gestión, reprendió al gigante industrial Siemens en su junta de accionistas en Munich -por su participación en un controvertido proyecto de minería de carbón en Australia- algo cambió para mejor tanto en el mundo de las finanzas como en el de la defensa del medio ambiente. La mayoría de desafíos ambientales chocan con intereses económicos principalmente, ya que sobre éstos se asienta nuestro sistema de capitalismo de mercado globalizado. Por ello, de la integración de los factores de sostenibilidad y de la necesidad de retornos sobre el capital puede depender una parte importante del futuro del planeta.

En un origen, la inversión socialmente responsable se ceñía a la simple aplicación de filtros excluyentes sobre compañías cuya actividad resultase abyecta para el inversor. Por ejemplo, un plan de pensiones privado o un inversor establecía la prohibición a su gestor de invertir en empresas cuya actividad estuviera relacionada con la fabricación de armas, el tabaco, el alcohol, el juego o con la minería de carbón u otras materias primas contaminantes. El problema es que esto tenía una nula repercusión sobre la empresa, ya que simplemente las acciones cambiaban de manos de un inversor a las de otro que careciera de esta sensibilidad ética.

Sin embargo, eventos excepcionales que produjeron grandes pérdidas en los inversores han ido consolidando el análisis de los riesgos relacionados con la ética, el medio ambiente y la gobernanza corporativa como parte imprescindible de toda meditada decisión de inversión en bolsa. Estos eventos incluyen casos como la quiebra de la eléctrica Enron -tras demostrarse una ausencia de ética total de los gestores en todos los ámbitos- o el de la petrolera BP -tras la fuga de petróleo en una plataforma petrolífera derivada de laxas medidas de prevención-, o más recientemente el escándalo de Volkswagen por engañar en un asunto tan importante como las emisiones de CO2 de sus vehículos.

Pero no sólo han sido eventos aislados, en los últimos años se aprecia la tendencia bajista de empresas de minería de carbón como Consol Energy (una de las más grandes del mundo), la cual ha perdido en bolsa casi un 50% de su valor en los últimos 5 años, lo que contrasta con la evolución en bolsa de empresas como Air Liquide, cuyos productos, gases industriales como el biometano forman parte del desarrollo de la economía circular y la transición energética. Sus acciones acumulan una subida del 75% en el mismo período. Esto ha llevado a que la inversión socialmente responsable pase de ser un método para evitar riesgos a una vía para buscar rentabilidades activas, mediante la inversión en la mega-tendencia que es ya la sostenibilidad, el medio ambiente y gobierno corporativo transparente y honesto. 

Y esto es solo el principio porque la inclusión de estos criterios en grandes fondos como por el fondo soberano noruego (gestionado por el Norges Bank) o por el Estado de Arabia Saudí que ha recibido la tremenda inyección de capital procedente de la salida a bolsa de Aramco para diversificar en activos descorrelacionados con el petróleo, va a producir una redistribución de las inversiones a gran escala, penalizando aquellas empresas contrarias a los criterios ESG (environmental, social and governance factors o factores medioambientales, sociales y de gobernanza, en castellano) y premiando a las compañías con activos relacionados con estos factores. Con esto ya tendríamos por tanto, una pieza del puzzle de una buena estrategia de cartera de inversión a largo plazo.

Jerónimo Rodríguez es director general de Investkey Advisalia EAF

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