O la cosa cambia o habrá una fuga de capitales, caída de la inversión y otras estrategias de cobertura que terminarán teniendo un impacto desastroso en el país
MADRID. El presidente Recep Tayyip Erdogan corre el riesgo de llevar a la economía turca a un colapso económico similar al de América Latina, que se encuentra bajo los regímenes populistas. Aunque en este caso, la economía se converge algo más diversificada y no es dependiente del petróleo 100% como sucede, por ejemplo, en Venezuela. Turquía afronta actualmente un camino muy similar de errores en materia de política que podrían llevarla a la ruina.
El control del capital, la nacionalización y otras medidas de corte populista -diseñadas para evitar que el sector privado proteja su propiedad a medida que se deteriora el entorno macroeconómico- son los más que probables pasos que seguirá Turquía si no da un giro de ciento ochenta grados en sus planes políticos. Prueba de ello son algunas de las medidas que ha adoptado Erdogan, que no ha dudado en despedir al gobernador del banco central turco Murat Cetinkaya apenas hace una semana.
El principal problema al que se enfrenta Turquía en su más inmediato horizonte es el coste político que tendría el dar marcha atrás hacía una política positiva. Cuanto más se demore mayor es el coste, y si hay algo que caracteriza a este perfil de políticos es la ruta heterodoxa que rara vez cambian de rumbo y que casi siempre termina en crisis.
También es importante destacar que los funcionarios turcos han negado repetidamente cualquier plan para imponer controles al capital, afirmando además que se adherirían a los principios del libre mercado. Por lo tanto, si nada cambia en Turquía es muy probable que la serie de acontecimientos a los que lamentablemente haga frente el país sigan el orden lógico, que empieza por una mala política económica con un alto coste político, seguido con toda probabilidad de un incremento en la inflación, un crecimiento más lento, una moneda más débil y una inversión más lenta.
Por otro lado, los problemas reales continuarán siendo ignorados y empeorarán. Veremos unas malas políticas monetarias, un creciente intervencionismo, la falta de desarrollo de los mercados financieros, unas tasas de ahorro excesivamente bajas y unas malas políticas exteriores.
La consecuencia final que tendrá lugar es que a medida que el panorama económico empeore, los inversores y las empresas comenzarán a tomar decisiones para defender su riqueza. Todo ello se traducirá en una fuga de capitales, una disminución de la inversión y otras estrategias de cobertura que terminarán teniendo un impacto desastroso en el país.
Antonio Sales es analista de XTB