VALÈNCIA. Se proyectó la semana pasada en el Festival La Cabina el mediometraje documental Vostok nº20 que servía para tomarle el pulso a la sociedad rusa real, la de sus ciudadanos de a pie, no a los aspectos barnizados por la propaganda política que llegan habitualmente a los medios occidentales.
Comentando el trabajo de la ruso-cubana Elisabeth Silveiro con Sergio Andrés Pérez, residente en Moscú y autor de Vladimir Putin. El seductor de la nueva Rusia, me dijo que en Rusia es muy popular un documental que tiene ya casi dos décadas, Carta a mi madre. Este mediometraje de Algis Arlauckas fue emitido en España por Documentos TV y por Documanía en la plataforma por satélite Digital +. Ahora está íntegro en YouTube colgado por su autor:
A Sergio, cuando contestaba a sus amigos rusos que no lo había visto, se echaban las manos a la cabeza. Cómo no sabía de la existencia de semejante documento, tendría que ser obligatorio que lo vierais, le decían. Lo cierto es que es uno de los documentales más conmovedores e impactantes que pueda uno imaginar.
Rubén creció en varios orfanatos. Él era minusválido, no podía andar. Ir al baño cada día para él era una humillación. Nunca le daban silla de ruedas a los nuevos hasta que no pasaban un año en la institución. Tenía que arrastrarse.
Desde una edad muy temprana, su objetivo fue no ir al geriátrico. Ahí todos se morían, ya fuese por enfermedades, por el trato cruel del personal o por suicidios. Como le iba bien en los estudios, le dejaron repetir para retrasar su llegada al geriátrico. Le preguntó a su tutora si moriría allí y ella le contestó que sí. Estaba aterrorizado.
Pero por su lucha personal, no solo estudió, se formó y logró eludir su destino. También pasó de no poder pasar la página de un libro o llevarse una cuchara a la boca, de pasar las horas pensando en métodos para suicidarse, a casarse dos veces y tener una hija con cada matrimonio. Los profesores que tuvo en la escuela soviética también eran minusválidos y le enseñaron a ser fuerte y creer en sí mismo.
Lo noticioso para España es que Rubén era nieto de Ignacio Gallego, porquero de Jaén que llegó a comandante republicano durante la Guerra Civil. Después, fue uno de los líderes del PCE de Santiago Carrillo, delfín durante años de La Pasionaria, expulsado del partido en 1983. Entonces lideró la creación de un nuevo partido, el PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España) de tendencias prosoviéticas y que, de hecho, fue reconocido como referente por el PCUS soviético y sus homólogos del Pacto de Varsovia. Finalmente, tras la creación de Izquierda Unida, Gallego volvió al PCE junto a miles de militantes, aunque el PCPE se resistió a desaparecer y ahí sigue.
Rubén, cuando vio de quien descendía, intentó por todos los medios encontrar a su madre. Escribía a todas las instituciones, pero la KGB detenía su correspondencia. Con la caída del muro y la desintegración de la URSS, pudo obtener su partida de nacimiento a cambio de una botella de coñac. Vio que su madre era española, Aurora, y su padre venezolano.
Gracias a un amigo que le ayudó, Rubén se subió a un coche en busca de su madre. El documental es el diario filmado de esa aventura hasta que da con ella. Si bien es una película que huye de todo sensacionalismo. El encuentro real no se grabó por respeto, ni las conversaciones que tuvieron. Y es mejor así. Ganas imaginándotelo, como ocurría con Vostok, que pesa más lo que no se cuenta y se intuye.
La realidad fue que Aurora se había rebelado contra su ambiente familiar del exilio. Por eso se quedó sola a la hora de dar a luz. En el parto, uno de los mellizos que esperaba murió y con el otro estuvo un año y medio entero encerrada en una habitación. Al cabo de un tiempo se lo llevaron, según declaró ella en la prensa, porque en la URSS no había minusválidos oficialmente.
Le dijeron que lo habían ingresado en un centro especializado para luego darle la noticia que había muerto, aunque siguiese vivo con una parálisis cerebral. No se atrevió a reclamar. En la película solo dice que alguien del exilio, no quiere especificar quién, debe llevar esa mentira sobre su conciencia.
En declaraciones años después a la prensa española, Rubén amplió su historia: "El nombre que tengo me lo pusieron los funcionarios de algún orfanato y yo creo que es en homenaje al hijo de La Pasionaria. A mí me habían dicho que mi madre era una puta negra que me había abandonado. Pero todo mi interés en mi vida era dar con mi familia"
La razón por la que los amigos rusos de Sergio Andrés Pérez en Moscú no entendían que no conociese esta historia es porque Rubén publicó sus memorias, Negro sobre blanco, editadas en España por Alfaguara en 2003, y se convirtieron en un éxito en Rusia. Ganó el Premio Booker, uno de los más prestigiosos del país y fueron traducidas a dieciséis idiomas. Más adelante escribiría Ajedrez, en la misma editorial, sobre las historias de sus amigos minusválidos y compañeros de orfanato que le animaron a leer libros sobre ciencia "como si fueran novelas", lo que le hicieron ser lo que es. Actualmente vive en Washington.