El documental sobre el actor porno tiene más de lavado de cara que de documental
VALÈNCIA. Se supone que es el encargo de una productora a Thierry Demaizière y Alban Teurlai, hacer algo sobre el mundo del porno. Y que ellos eligieron a Rocco porque les dio por ahí. Pero al ver el resultado de su trabajo, Rocco, estrenado en noviembre del año pasado en Francia, surgen dos hipótesis. Una, que es mentira, que Rocco les encargó el documental. Dos, que, en caso contrario, son muy complacientes.
Pero eso es lo que dijeron esta primavera cuando presentaron su documental en el CEBEF, el festival de cine de Belgrado:
"Estábamos rodando una película sobre la danza clásica en París, cuando recibimos una oferta de una productora para hacer una película sobre la industria del porno en América. Empezamos, pero no estábamos muy inspirados, entonces nos propusimos hacer una serie de retratos de actores porno. Uno de ellos era Rocco. Fuimos a Budapest, donde pasamos un día con él, y nos convenció de que en realidad era el tema de la película, por lo que al final decidimos hacer una película sobre Rocco. Conseguimos la luz verde de la productora y así creamos el documental".
Una película bastante decepcionante. Hay poco biopic en ella. Se trata más bien del making-of de la preproducción de una película porno. A la hora de explicar quién es Rocco y por qué es así y a qué se debe que haya terminado treinta años trabajando en la industria del porno, lo que tenemos es un cuento maravilloso y poco más. No hay aristas ni contradicciones.
Rocco cuenta que era hijo de obrero y ama de casa. Tiñe sus recuerdos de lucha proletaria cuando en la película se explica que de niños les decían que los pobres no podían tener sexo, que a las mujeres solo las podían seducir los ricos, nunca los hijos de los obreros. Rocco, con su extraordinaria dotación, parece que vino a cambiar la dinámica.
Es un pelín interesante cuando revela una experiencia personal que muy bien puede estar inventándose, pero es sugerente. Una vez estaba masturbándose tranquilamente -dice que desde los 8 años empezó a darle de forma obsesiva- y le sorprendió su madre. Se murió de vergüenza, pero de repente su madre le sonrió y entendió que lo que estaba haciendo no era malo. Obtuvo una aprobación.
Es curioso porque esta misma historia ya la había contado antes, hace quince años, en el Magazine de El Mundo, pero lo de la aprobación se lo debió guardar para sí. Lo que dijo en aquel momento es que pasó la vergüenza de su vida porque en su casa el sexo era un tabú. Ahora ya no.
Quedó marcado también por la muerte de un hermano. A partir de ahí, su madre nunca volvió a sonreír y se convirtió en una persona muy violenta. Si tenía movida con los vecinos, les tiraba las macetas desde el balcón.
Hasta ahí llega el perfil psicológico biográfico de Rocco. Tuvo una infancia marcada por ese suceso y le faltaron mimitos maternos. Se pone a sí mismo como una especie de víctima de la vida. No en vano, el documental se inicia con un primer plano de su pene en la ducha y una serie de reflexiones sobre el vacío existencial.
A partir de ahí, mientras medita un regreso después de haberse retirado definitivamente, le vemos trabajar entre bastidores en la industria del porno. Habla con las chicas de la conveniencia del sexo anal para triunfar en su carrera y les mete los dedos en la garganta hasta que se les caen las lágrimas no entiendo muy bien para qué, para testear supongo.
Entre este tipo de escenas y conversaciones, Rocco va desglosando su filosofía vital. No hay preguntas incómodas. Habla él de sí mismo y todo va para dentro. Sigue victimizándose con que ha agotado su cuerpo, pero que si en la vida no hay sufrimiento, no le interesa. Se pinta como un mártir. Confiesa que ha boicoteado, como cualquier elemento con un trastorno de la personalidad, todo lo que le ha aportado estabilidad y tranquilidad en la vida. Unas pinceladas de enfant terrible, de maldito.
La parte más sospechosa es cuando las chicas con las que trabaja le besan, le adoran. Le dicen cuántas ganas tienen de trabajar con él. Se derriten con su mirada. Nada más verle empiezan a acariciarle el miembro para saludarlo.
Estas mujeres explican que les encanta el sexo brutal, que las peguen mientras las penetran. Una dice que chupársela a cien personas en la playa, una escena que rodó, fue como pasar un día en la oficina. Otra muestra una foto de su espalda ensangrentada y llena de rajas tras haber recibido latigazos. Sostiene que le encantó, que disfrutó mucho, tanto que eyaculó.
Rocco ha rodado mil y pico películas. ¿Se imaginan la cantidad de historias, problemas, desencuentros, dramas y anécdotas que puede haber ahí? Sin embargo, se nos vende la superación de su adicción al sexo con sus frases de autoayuda. Una vez estaba hablando con una amiga de su madre, una anciana, y se excitó tanto que se bajó los pantalones, se la metió en la boca y eyaculó en unos segundos, relata. Preciosa imagen.
Esta obra no es nada al lado de lo que hubiera sido un verdadero acercamiento a lo que tuvo que ser su carrera profesional. Rodaba dos escenas diarias todos los laborables durante años. Se supone que nunca bebió ni se drogó durante toda esa época para conservar la potencia en un mundo, como el del porno, donde abunda la droga. Parece más interesado en dar la imagen de un actor porno idealizado, que no puede parar de tener sexo, que en la de un profesional del ramo con sus problemas y desvelos derivados de una profesión tan especial.
Ha vivido durante años en Budapest ¿no hay un reverso tenebroso de la Meca del cine porno? ¿No es tenebroso, per se, que la salida de tantas húngaras, un país postsocialista, sea la prostitución?
La impresión que da el documental es que Rocco sale al paso de las múltiples críticas que ha recibido a lo largo de su vida por la agresividad y la violencia con la que trataba a las mujeres en sus películas. Los testimonios de actrices masoquistas que aseguran disfrutar muchísimo con ese tipo de sexo no parecen sinceros. Rocco se muestra como una víctima de la vida y un hombre adorable. El porno aparece como un trabajo vocacional en el que todo el mundo se lleva de maravilla. Una aproximación periodística a la figura de este hombre y su mundo tenía verdadero interés, pero aquí no aparece por ninguna parte.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas