La ausencia de las celebraciones festivas en este mes de agosto debido a la pandemia que padecemos, no nos impide, sino más bien nos incita a valorar y reflexionar sobre la importancia de la fiesta en la vida de la comunidad y entiendo que profundizar en nuestras tradiciones locales, lejos de encerrarnos en el localismo, nos lleva a darnos cuenta de que participamos de la cultura de muchos pueblos; ello no significa en modo alguno que seamos menos originales, por el contrario, la originalidad es aquello que tiene origen y aquello más original, más propio nuestro, es lo que se comparte con otros. Muchas de nuestras más íntimas tradiciones y entre ellas las que tienen un origen religioso, provienen del Oriente Medio, muy en especial de la tierra de Palestina, la tierra en la que en el seno del judaísmo nacen las primeras comunidades cristianas. Entre estas manifestaciones me quiero centrar en las tradiciones asuncionistas en aquellas comunidades y su influencia en la fiesta de nuestra ciudad de Elche.
Todos los años la ciudad de Elche, al representar el Misterio, se transforma en la ciudad de Jerusalén. Tal como se nos narra en la representación de la Festa, los últimos días de María ocurrieron en aquella ciudad; allí se encontraba la casa de María y allí acuden los apóstoles “de les parts de açí estranyes”. En el texto de la representación ilicitana, la Virgen pide ser enterrada en el valle de Josafat, “Meu cós vos sia acomanat lo soterreu en Josafat”. No es este lugar de Jerusalén el único que se disputa el ser la morada de la Virgen durante los últimos días de su vida terrena, aunque es el más antiguo en la tradición y el que concita mayor acuerdo. En Elche aunque la mayor parte de la representación se lleva a cabo en el interior de la Basílica de Santa María, también el espacio urbano es parte de la representación; el corto espacio existente entre la ermita de S. Sebastián, donde se inicia la procesión de entrada de la Festa, hasta la Basílica de Santa María, forma parte del escenario del Misteri y lo es sobre todo, la noche del 14 de agosto con la participación del pueblo en la “Roà” y en la mañana del día 15 en la que la procesión de la Patrona recorre el perímetro de la Vila Murada. De antiguo a la ciudad de Elche se la comparó con la de Jerusalén, pues el paisaje de los huertos de palmeras evoca la tierra de Palestina. La ciudad de Jerusalén ha ejercido una fascinación en el mundo de las ciudades. Tal vez uno de los textos más antiguos, si no el más antiguo de ellos en que se nos evoca esta comparación, es el que nos transmite Soler Chacón al narrarnos la procesión de la Virgen de agosto del año 1620. Aquel mismo año, el Obispo de la Diócesis Dr. Balaguer, mandó con el fin de solemnizar la procesión, salieran en la misma los oficiantes del Misteri vestidos con los trajes de la representación. Al propio Soler Chacón le pareció “com si alló fora el dia de lo fi de Nostra Senyora”. En el mismo sentido destacamos las palabras del obispo de Cartagena que aquel año pronunció el sermón del día de la fiesta “…y entre altres coses que dix fonch una de que era molt pareguda ditta vila a la ciutat de Jerusalén”. La comparación de la ciudad de Elche con la de Jerusalén haría fortuna en la literatura. El número de escritores tanto extranjeros como españoles que comparan nuestra tierra con la de Palestina es muy considerable: Cristóbal Sanz, Jean Peyrón, Laborde, Christian Andersen, Davillier, Casañ Alegre, Gabriel Miró, Miguel Hernández, Anne Marie de Backer, por citar solo algunos de los ejemplos más significativos. La imagen literaria de la ciudad de Elche se crea teniendo como punto de referencia la ciudad de Jerusalén. En ello tenemos un gran activo cultural en nuestra ciudad. La fiesta de la Asunción incide decisivamente en la creación de la imagen emblemática de la ciudad, lo que aumenta el sentido de realidad de la representación. Esta comparación de Elche con la ciudad de Jerusalén sigue estando presente hoy día en el mundo de la creación artística.
La creencia en el Tránsito de María en cuerpo y alma al cielo se empezó a forjar ya en los primeros siglos del cristianismo. Los padres de la Iglesia tanto en Oriente como en Occidente, además de gran número de renombrados escritores, se hacen eco de esta tradición. Por otra parte, carentes de noticias en las Sagradas Escrituras respecto al Tránsito de la Virgen, se suplió la narración por parte del pueblo, con relatos piadosos llenos de imaginación poética. Entre los siglos IV y VI proliferaron una serie de relatos asuncionistas, el más antiguo de los cuales parece que fue el “Seudo Melitón”, aunque escrito en el siglo IV, el mismo autor refiere que se inspira en un texto anterior del siglo II; los textos conservados pertenecen a diversas lenguas, lo que nos indica la diversidad y la riqueza de estas culturas cristianas del Oriente Medio. La liturgia también desde fecha muy temprana, celebra el Tránsito de María. Parece ser que en el siglo IV, ya en la iglesia de Jerusalén, se celebraba una fiesta en recuerdo de María en la que se hacía referencia a su Tránsito. En el siglo VI el emperador Mauricio la manda celebrar con toda solemnidad en todo el imperio de Oriente y fija la fecha de su celebración el 15 de agosto y en el siglo VII, el Papa Sergio I la implanta en todo el mundo occidental. Esta fiesta que ha recibido diversas denominaciones, tales como Asunción, Tránsito, Migración, Dormición… es celebrada en todas las comunidades, no solo de rito católico y bizantino, sino también en otras iglesias primitivas no católicas como la copta, la armenia, la siriaca, etc. En todas ellas se celebra el Tránsito de María. La celebración de esta conmemoración adquiere en las diversas comunidades cristianas manifestaciones propias, tales como dedicar todo el mes de agosto a la Virgen, la celebración de la fiesta en la iglesia copta el día 22 de agosto, también en otras comunidades, además de las fechas de agosto se celebra en diversas ocasiones a lo largo del año. En nuestra ciudad de Elche, de acuerdo con la liturgia católica, al igual que la de la mayoría de las iglesias de Oriente, se celebra el día 15, pero hemos de tener presente que se han conservado otras muchas tradiciones: la festividad del día 22 de agosto como final de la octava de la Virgen, las salves -como son llamadas popularmente- y también la dedicación de todo el mes de agosto a la Virgen. La salve que se canta la noche del 31 de agosto y la palmera que se dispara posteriormente, indican la despedida de ese mes dedicado a la Virgen. También en nuestra ciudad la celebración del 29 de diciembre es una conmemoración de la Asunción.
Al hacer referencia a estas comunidades cristianas que nos han legado una parte tan importante de nuestra tradición, no podemos olvidar la situación en la que se encuentran estas comunidades debido a los efectos de les guerras que asolan estos países, al fanatismo y también a la actitud de tanta gente que asiste indiferente a la desaparición de un Oriente Medio rico y diverso culturalmente y del que estas comunidades son una parte esencial. En el éxodo de estas comunidades se manifiesta el estigma de considerarlas como extranjeras de una tierra que deben abandonar y que es con todo derecho la suya propia. Para darnos cuenta de las dimensiones de esta tragedia, baste citar que solamente en los años noventa más de 150.000 cristianos abandonaron Irak y este éxodo aumentó a partir del año 2003. La situación en los últimos años se ha ido agravando. Es necesario que aumente en nuestro país la sensibilidad por la defensa de estas comunidades como ya está ocurriendo en varios países de Europa. Defender su libertad de conciencia es defender nuestra libertad. A través de la fiesta de la Asunción de María, de sus diversas tradiciones, se nos manifiesta esta rica diversidad de las iglesias cristianas de Oriente, depositarias de antiguas culturas y cuya desaparición, además del drama humano, supone una pérdida cultural para todos.
De otra parte, conviene recordar que estas comunidades han acumulado una gran experiencia en la convivencia con las comunidades judías y musulmanas, cuya experiencia siempre, pero especialmente en estos momentos, nos puede ser muy provechosa. El conocer el desarrollo a través de la historia de las relaciones entre estas comunidades cristianas y el mundo del islam, es un elemento imprescindible para comprender mejor el presente y poder construir un futuro pacífico. Hemos de tener en cuenta que en muchos lugares las comunidades cristianas han tenido una importancia excepcional en el renacimiento intelectual y cultural árabe, sobre todo en la primera mitad del siglo XX y han transmitido en su entorno un espíritu abierto y liberal. No podemos olvidar tampoco el sufrimiento de muchas comunidades musulmanas con las que compartimos también muchas tradiciones y entre ellas la presencia de María, la madre de Jesús, una figura que con su potente simbolismo puede facilitar el entendimiento entre los creyentes de una y otra religión y entre los que tienen la sensibilidad de conocer ese mundo simbólico compartido. Cada vez que celebramos nuestras fiestas patronales estamos contribuyendo a la pervivencia de estas tradiciones, de estas culturas tan amenazadas en estos tiempos; estamos contribuyendo desde la tradición local a la pervivencia de un mundo más rico y plural y a la vez nos invita a la defensa de ese mundo cultural, auténtico Patrimonio de la Humanidad en peligro tan inminente de destrucción y sin el que no podemos entender nuestra cultura. Las tradiciones asuncionistas nos revelan un mensaje en defensa de la vida. En la proyección de esos relatos llenos de colorido no se plantea la destrucción de este mundo, sino su salvación total. La fiesta de la Asunción es una bella parábola de que la salvación va dirigida a la persona concreta, no es la idea lo que debemos salvar, sino cada persona humana. A veces por querer salvar un mundo ideal, nos quedamos sin mundo que salvar.