VALÈNCIA.
¿Cómo recuerdas los veranos de tu infancia?
Bastantes movidos, soy original de Barcelona, pero mi padre se desplazó a Sevilla. Visitábamos mucho Cataluña, zonas como Sant Pol de Mar en el Maresme, cerca de la Costa Brava y también íbamos a Corbera. Combinábamos eso con la costa andaluza, donde conocí una zona muy tranquila en Punta Umbría y algún verano fuimos a Chipiona, en Cádiz. Años más tarde fuimos a la Costa Dorada a la localidad de Comarruga.
Muchas zonas diferentes, ¿algún recuerdo especial?
En la etapa andaluza, recuerdo que aún había muy poco turismo, las playas estaban desiertas y apenas se veían chiringuitos. Solíamos comer en restaurantes de playa un pescado muy fresco de la zona y recuerdo que había vendedores ambulantes de verduras y frutas. Todo era distinto, como niños teníamos tres meses de vacaciones y una libertad que creo que hoy en día no tienen los niños actuales, en parte por la ausencia de turismo y de vehículos y había seguridad para movernos en las zonas de playa. La costa andaluza era muy salvaje, muchas dunas y pocas urbanizaciones.
Y de la etapa de verano en Cataluña, ¿qué me cuentas?
Ahí hay un hecho que marca mi vida, mi madre falleció cuando tenía ocho años, mi padre trabajaba, salvo Agosto y veraneábamos con mi abuela, lo cual significaba una gran libertad. Recuerdo que en la playa donde nos bañábamos había tan poca gente que marcábamos líneas en la arena para jugar a futbol y no molestábamos a nadie. También íbamos mucho en bicicleta y las carreteras apenas tenían tráfico.
Imagino que, tras esos veranos de niño, llega la adolescencia y los veranos suelen ser momentos de gran intensidad.
Efectivamente, a los dieciséis años conocí a la que hoy es mi mujer. Mi familia se trasladó de Cataluña a Valencia y a través de unos amigos la conocí. En 1973 y a través de ella supe de Jávea, ella veraneaba ahí desde 1965. Recuerdo el Arenal lleno de cañaverales, con apenas 200 personas, un auténtico paraíso que contrasta con la imagen actual plagada de restaurantes y tiendas. El Parador de Jávea era muy reciente, de 1965.
¿Conoces a tu mujer con dieciséis años y ya veraneas con ella?
Los primeros años venía con el autobús de línea con un amigo y nos hospedábamos en una pensión del Puerto de Jávea, nos quedábamos diez días para poder vernos. Recuerdo como íbamos en el bus del Venturo para ir al Arenal a los apartamentos Playa, donde ella y su familia estaban. Gracias a mis suegros, el segundo año de noviazgo, nos invitaban a salir a navegar en su embarcación y me maravillaba el increíble paisaje de la costa de Jávea.
Jávea es uno de los destinos más populares de veraneo en Valencia y Madrid, ¿en aquellos tiempos cómo era?
Lo primero es que llegar a Jávea no era fácil, no había autopista, la carretera era la nacional y salvo la urbanización el Tosalet que se realizó en los años 60, el resto era casi virgen. Y en el mar había muy pocas embarcaciones, pocos eran los que salían a navegar, pero había gente muy conocida como los Broseta, los Amutio o los Martínez-Medina. La oferta, de restauración también era reducida, lugares muy rústicos y con cocina local, Mezquida, Trinquete, Castelló o El Gaucho, asador argentino. Alguno aún sigue en activo.
Desde que vienes a vivir a Valencia ya no vuelves a veranear en Cataluña
Estuve ocho años alternando Comarruga con Jávea, realmente julio y agosto estaba en la costa catalana con la familia salvo los diez días que venía a ver a mi novia a Jávea. Era un contraste divertido, el paisaje era totalmente distinto, allí había una playa de arena inmensa y en cambio aquí eran calitas y playas de roca, allí había más apartamentos y aquí más chalés, lo cual le daba un distintivo especial a Jávea, yo la veía como un paraíso donde salíamos a navegar en un mar transparente y podíamos ver bancos de peces y podías coger clochinas en las rocas. Alguna vez pescábamos al curri lo que podíamos.
Imagino que te casarías pronto si estabas con tu novia desde los dieciséis años.
Así es, a los veinticuatro años me casé con ella, Ana de Álzaga y por esa razón y porque le encantó el lugar es cuando mi padre decidió instalarnos en Jávea para veranear. Construimos una casa en la Corona, una zona de balcón al mar que nos permitía divisar la costa desde el cabo San Antonio al cabo San Martín, algunos días se veía incluso Ibiza. Guardo unos gratísimos recuerdos de esa casa, allí pasaron la infancia mis hijos, celebrábamos encuentros con amigos y familia, hacíamos festivales gastronómicos y lo pasábamos muy bien. Fue sin duda la mejor época de mi vida en Jávea.
Suena un poco nostálgico…
Lo es, en aquellos años aún vivía mi padre y mi suegro, las escenas familiares con mis hijos adolescentes, con mi hermana y también porque a nivel personal y familiar era una etapa de madurez y lo que podríamos denominar la época disfrutona de la vida. Vimos crecer a Jávea con urbanizaciones, calles, avenidas y nuevas construcciones. La Jávea paradisíaca y solitaria se convertía poco a poco en un lugar que sigue siendo hermoso, pero más masificado.
Jávea tiene fama de tener una gran actividad social, ¿participas de ella o prefieres estar apartado del mundanal ruido?
En los primeros años y hasta que cumplí los cincuenta hacía mucha vida social, sobre todo cenas con amigos y copas, lugares como La Sal, Mongo di Bongo, La Siesta o La Hacienda eran habituales en mis veranos. En los últimos años prefiero organizar reuniones en casa y cenar en restaurantes de gastronomía tradicional y local, más que la cocina moderna. Además, otro aspecto que ha cambiado mucho es la movilidad, tanto el tráfico como la planificación urbanística hace muy incómodo circular en coche.
¿Cómo sería un día de verano perfecto para ti?
Me levanto tarde, a las nueve y media, hago un buen desayuno, me baño en la piscina y me voy de compras al supermercado, si quiero y puedo, cocino. La cocina para mi es una forma de relax mental, en verano me encanta crema de gazpacho y en los últimos años hago arroces de todo tipo. Hacia las 15h me baño en las rocas, comemos tarde y luego una buena siesta. A partir de las siete y media hago una caminata de hora y media por la costa por caminos hasta el Portichol. Luego ducha, cena en el jardín, lectura y a dormir.
Veo que tu vínculo con Jávea es profundo, ¿familiar y sentimental?
Jávea para mi es el color y la luz que captó Sorolla de ella y el olor a mar. Es un lugar incomparable, una joya del Mediterráneo. Además de llevar toda la vida aquí con mi familia, guardo grandísimos recuerdos y momentos inolvidables que he vivido y que en un futuro espero vivir aquí.