Hoy es 22 de noviembre

València a tota virolla

¡Qué daño hacen los guiris! Por qué siempre creemos que los únicos buenos turistas somos nosotros

Sobre lo mucho que cambia la percepción cuando somos locales respecto a cuando los turistas somos nosotros

7/04/2018 - 

VALÈNCIA. Los turistas que vienen a Valencia van demasiado en chanclas y ahora que la primavera ha llegado a la ciudad se quitan mucho la camiseta dejando un rastro impúdico inadmisible. Los turistas que vienen -qué demonios, los guiris esos-, llenan todas las aceras y nos bloquean el paso cada dos por tres. Atestan algunos museos, algunos templos pero, sobre todo, algunas terrazas.

Qué espécimen, que solo pide paella de garrafón, busca bares fake y ocupa apartamentos turísticos que acaban inflando la burbuja del alquiler. Los turistas se cargan el barrio. Si encima gastaran… pero es que encima su gasto medio deja mucho que desear. Y lo peor, van mucho en bici, por las aceras, por cualquier parte, hasta por el Turia.

Sinceramente, podrían aprender de nosotros. Cuando nosotros los valencianos viajamos around the world no vamos a apartamentos de baratija que puedan destrozar la cultura de barrio, en cambio solo vamos a bares fetén y nos informamos con profusión para favorecer las propuestas autóctonas. Jamás invadimos áreas locales en peligro de gentrificación. Nuestro gasto medio es espléndido y en las calles caminamos en fila india para no taponar el paso a los vecinos. Nunca armamos ruido ni causamos disturbio a la tranquilidad urbana. Por supuestísimo, ni se nos ocurre pisar un crucero porque apenas genera beneficios a las ciudades de destino. Ojalá tener en nuestra ciudad a turistas como nosotros.

Los guiris, ¿plaga bíblica? Por su culpa, por su presencia, muchos hosteleros zonificados se ven obligados (ellos no querían) a orientar su negocio hacia terminales caza-guiris, disparando el precio de productos vulgares, ofreciendo gato por liebre. Por culpa de los guiris los gestores urbanos han estado impelidos durante años a mantener plazas rotonda cuya principal función reside en embotellar a las masas evitando un paso fluido. Es por los guiris por lo que muchas empresas de alojamiento -y en consecuencia también los legisladores municipales dando el visto bueno- se ven forzados a suprimir alquileres y empaquetar apartamentos para el uso turístico transitorio.

Foto: EFE

Que igual alguien podría creer que el análisis estándar sobre el turista medio es producto de un doble rasero rozando la paranoia, que nuestra configuración mental del visitante (¡guiri, se llama guiri!) es el resultado de una ausencia alarmante de autocrítica como ciudad, que es más que la proyección de lo que hacemos como sociedad urbana…Pero no, es que los guiris son un peligro público.

Para que no salga un batiburrillo de presunciones y este artículo vaya cargado de testimonios veraces, una petición urgente a quienes diariamente trabajan con ellos.

Marga Alcalá, de Poblados de la Mar, quien muestra áreas marítimas como el Cabanyal a los llegados, se refiere a la percepción por encima del hombro con la que tantas veces miramos al prójimo turista: “tristemente sí tengo a veces esa visión. Los vecinos se muestran incómodos cuando ocupamos sus aceras. Curiosamente, acabadas las Fallas, íbamos por una calle ancha peatonal en grupo, y un valenciano se molestó porque ocupábamos mucho sitio. Me pareció poco tolerante, cuando es obvio que estas Fallas la población se ha duplicado y hemos avanzado por las calles como hemos podido. Le respondí de forma suave”. Añade Alcalá un escenario alternativo: “Sin embargo, cuando paseas con un grupo por una zona menos habitual de turismo y hay locales en terrazas, les suele hacer gracia y sonríen al verte liderar un grupo con la bandera, supongo que porque en ese momento están relajados”. ¡Viva el guiri! 

Los guías turísticos, gremialmente, plantean la reducción de grupos y la colaboración con edificios muy turísticos para evitar las congestiones.

Foto: EFE M. BRUQUE

Miquel Minguet, de Horta Viva, guía a los turistas por la ciudad y por la huerta. Evidencia esa gran paradoja entre cuando somos locales y somos turistas: “parte del concepto del turismo en sí mismo. Muchos turistas, entre quienes me incluyo, queremos viajar a lugares donde no haya muchos turistas, porque nos molestan. El turista, sobre todo el extranjero, es un ser extraño y contra eso los humanos tenemos cierto sentimiento de autodefensa que nos hace protegernos. Poco a poco y dependiendo de los casos (cultura, quizá) eso se va rompiendo. También ocurre con los apartamentos ilegales, nadie los quiere en su finca pero cuando viajan no les importa dónde alojarse. Igual que se contrata un free-tour pero a nadie le gustaría que le pagaran con propinas. Es como si cuando somos turistas nos permitimos cosas que en casa no haríamos, y eso los locales lo saben, por eso puede haber cierto sentimiento de soberbia. También obviamente porque comen paella por la noche… y eso sabemos todos que es inconcebible, es cosa de guiris, excepto por los concursos de paellas de las fiestas”. Pam. 

Los turistas, elemental, acaban pareciéndose demasiado a nosotros mismos. Tal vez antes de exigir que quienes nos visitan sean el turista ideal, deberíamos revisar cómo somos nosotros respecto a nuestra propia ciudad… y a nuestro propio ‘yo’ turístico. Nos fijamos demasiado en los que vienen y demasiado poco en los que estamos, en los que vamos.

Noticias relacionadas

next
x