TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

¿Prospectiva o perspectiva?

En España hacemos excelentes diagnósticos, tenemos buenas intenciones pero logramos resultados exiguos

18/07/2021 - 

Es encomiable que, en un país como España, donde la especialidad suele ser la falta de estrategia a largo plazo y la procrastinación en el corto, que desde la Oficina Económica de Presidencia del Gobierno se haya realizado un informe de prospectiva con la vista puesta en 2050 (España 2050: Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo). El año 2050 no es sólo una cifra redonda, sino que coincide con algunas de las fechas clave para la Unión Europea: en 2050, según anunció Ursula von der Leyen al inicio de su mandato, la UE alcanzaría la neutralidad climática. Por otro lado, los profesionales que han participado son especialistas reconocibles en las distintas áreas que les han sido asignadas. Sin embargo, el mastodóntico informe no ha tenido la trascendencia que cabría esperar por la manera en que se ha utilizado políticamente, al primar la forma (su presentación propagandística) sobre el fondo. Unas semanas después, en lugar de ser una herramienta de reflexión y base de políticas diseñadas a largo plazo, yace olvidado en algún cajón, sustituido por cambios ministeriales, despeñamiento de asesores áuricos y otros fuegos de artificio. Me pregunto si los nuevos ministros habrán encontrado el informe en sus flamantes carteras.

Uno de sus mayores aciertos es la lista de objetivos y propuestas concretas, con un repaso exhaustivo de los diferentes indicadores y los valores deseados en 2030, 2040 y 2050 (véanse las páginas 44 a 47 del informe). También parece esperanzador que se muestre un esquema donde se engloban (nunca mejor dicho) las distintas estrategias sectoriales bajo el paraguas de este estudio (Esquema 1). No obstante, muchos de los objetivos se refieren a aumento de gasto público, mientras pocos se miden en términos de resultados. Además, como ha ocurrido otras veces, surge la duda de si, a posteriori, la evolución de las estrategias y el logro de los objetivos se van a revisar, requisitos básicos para que los planes funcionen. Durante la crisis financiera de hace diez años, el recientemente fallecido Jürgen Donges, gran conocedor de la economía española, recomendaba a los gobernantes españoles comparecer de forma regular a los ciudadanos, con una lista de 10 objetivos claros, rindiendo cuentas de los cambios necesarios (generalmente en forma de sacrificios) y del progreso hacia su logro. Sin eso, nos quedamos frecuentemente con excelentes diagnósticos, buenas intenciones y exiguos resultados.

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, hace el prólogo al informe. Tanto en dicho prólogo como en el resto del informe se dice que en 40 años de democracia (otras veces se habla de tres décadas) España ha convergido de forma importante con los países de nuestro entorno. Esta afirmación, lamentablemente, dista mucho de la realidad. Hablar de convergencia requiere, por un lado, utilizar los indicadores comúnmente aceptados y, por otro, elegir de manera consistente el año de referencia. En el informe se parte de 1980 y se compara a España con un grupo de 8 países de la UE que no incluye, por ejemplo, a Italia. Para medir la convergencia se suele emplear la renta per cápita en paridad del poder de compra, es decir, la renta media por habitante ajustando las diferencias en el coste de la vida. Además, la referencia que se suele usar para España es la UE-15 y así lo hace la Comisión Europea en sus estadísticas. Para ver la importancia de estas elecciones, parece importante situar nuestra perspectiva un poco más atrás, desde que contamos con datos, que es 1960. En el Gráfico 1 puede verse la evolución de dicho indicador respecto a la UE-15, que incluye a los países fundadores (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) más la primera ampliación (Gran Bretaña, Dinamarca e Irlanda), la segunda (Grecia), la tercera (España y Portugal) y la cuarta ampliación, cuando se llega a quince miembros al entrar Austria, Finlandia y Suecia. Las estadísticas oficiales de la Comisión Europea (AMECO) proporcionan directamente este dato, con información disponible desde 1960.  Dos son los aspectos más llamativos del gráfico: en primer lugar, que el máximo de convergencia se logró en 2007, alcanzando el 89.4% de la UE-15. 

 En segundo lugar, que nos encontramos, en 2020, en el mismo lugar que en 1975 y que en 2000, con una renta per cápita que se sitúa alrededor del 81% de la media de los 15. Cuando se produjo la primera crisis del petróleo, en 1973, no se tomaron medidas para atajarla debido a la precaria salud de Franco y, aunque la segunda crisis del petróleo, en 1979, se combatió algo mejor gracias a los Pactos de la Moncloa, la situación se deterioró rápidamente. Si partimos de 1980, como hacen todas las estadísticas del informe, estaríamos obviando que tardamos más de 20 años en recuperar de nuevo el nivel del 81% (en 2000) y que las sucesivas crisis del presente siglo (la financiera y la derivada de la pandemia) nos han devuelto a ese mismo nivel en 2020. Que no se me malinterprete: no estoy diciendo que “con Franco vivíamos mejor”. Por supuesto, es evidente que en los más de 40 años de democracia España ha mejorado de forma muy notable en todos los sentidos, en especial en el de las libertades civiles. Nuestra renta per cápita es mucho más alta. Sin embargo, si nos centramos en el terreno económico y vemos nuestra evolución dinámica, debemos tener en cuenta que también han mejorado los demás países con los que nos comparamos y que nuestros resultados desde 1975 son, a lo sumo, mediocres. Algo habremos hecho muy mal cuando cuesta décadas alcanzar a nuestros socios (hay que crecer más rápido que ellos para ganar posiciones), mientras que lo logrado se esfuma en las recesiones que,  en nuestro caso, son profundas y prolongadas.

 

Una importante dificultad para lograr la convergencia con nuestros socios es la incapacidad para emplear nuestros recursos y, en especial, a nuestros trabajadores y capital humano. En el gráfico 2 puede verse la evolución del desempleo en España comparado con la EU-15 (de la que sólo disponemos de datos desde 1991) e Italia. Como puede verse en dicho gráfico, tan sólo desde la creación del euro y hasta la crisis financiera, la tasa de desempleo española se acercó a la media europea. El otro elemento necesario para la convergencia real es el crecimiento de la productividad. España ha empeorado sistemáticamente su posición respecto a nuestro entorno desde 1995, con una ligera mejora tras la crisis financiera (véase el gráfico 3, obtenido del Informe).

Al final, siguen pendientes las mismas reformas estructurales de siempre, las que permitirían mejorar, entre otros, el funcionamiento del mercado de trabajo, aumentar la productividad y, con ello, la renta y el bienestar de nuestros ciudadanos. En el informe se cita una magnífica frase de Unamuno: “Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”. Es una buena estrategia, aunque de momento no hemos alcanzado aún la paternidad. Como mucho, somos adolescentes alocados e irresponsables, que cuestionamos nuestra propia identidad como nación. No perdamos la perspectiva.

 

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