La atalaya económica / OPINIÓN

Por fin hemos superado el PIB previo a la crisis. ¿Y ahora qué?

13/08/2017 - 

VALÈNCIA. En algún momento del primer trimestre de este año, nuestra economía superó -¡por fin!-, los niveles de producción previos a la crisis. Seguramente sucedió durante una noche, mientras dormíamos, porque nadie se percató de tan histórico acontecimiento. Al día siguiente no hubo sirenas en las fábricas, ni fanfarria política, ni subida histórica del IBEX. Tampoco importa. El hecho es que el INE ha corroborado que hemos recuperado nuestro PIB nueve años después del inicio oficial de la crisis.

Se trata de una buena noticia, sin duda. Sin embargo, los recientes niveles de actividad los hemos logrado producir con 1,6 millones de ocupados menos de los que teníamos entonces. Según el Banco de España, desde la entrada el euro hasta el 2008, España perdió un 20% de su competitividad. Desde entonces, nuestra economía ha experimentado importantes ganancias de productividad, sustentadas sobre varios factores y el sacrificio de muchos. Pero, a futuro, no podemos seguir con unas tasas de paro tan elevadas, que a fecha de hoy todavía se sitúan 9 puntos por encima de las registradas antes de la crisis. 

El PIB mide -intenta medir- el crecimiento económico, y ahí nuestra economía sale bastante bien parada. Estamos creciendo por encima del 3% en tasa interanual; más de 1 punto por encima de la media de la zona euro. Sin embargo, crecimiento económico no equivale, per se, a desarrollo económico. Este último concepto añade a la variable puramente económica del PIB otros aspectos sociales y de distribución de la renta. Hay incluso otros indicadores que intentan medir el “Índice de felicidad de las naciones”. En este índice, elaborado a instancias de la ONU, España se sitúa en 2017 en el puesto 34 de entre 155 países. Como ven, tampoco es para echar cohetes.

el 80% de la desigualdad generada en nuestro país se debe al desempleo

Así que, si bien es cierto que hemos 'recuperado' nuestros niveles de PIB, no es menos cierto es que estos niveles 'conviven' con una tasa de paro de más del 17% y que la distribución de la renta disponible entre la población se ha deteriorado gravemente. Casi todos los estratos de población han empeorado, pero sobre todo se ha ampliado el porcentaje de población con las rentas más bajas. En resumen, la población se ha empobrecido. Según el BBVA Research, el 80% de la desigualdad generada en nuestro país se debe al desempleo. Y las personas así lo perciben: en el último barómetro del CIS, el 49,9% de los encuestados señalaron el paro como el principal problema de nuestro país. Para una inmensa mayoría de los españoles, sin empleo no hay felicidad.

Por todo ello, una vez recuperados los niveles de PIB, la pregunta ahora es ¿Y ahora qué?

Pues que el principal objetivo de la política económica, en todos sus niveles y estamentos, debe ser la reducción del paro y creación de empleo de calidad. 

Para ello, nuestra economía necesita orientar su modelo productivo hacia actividades de mayor valor añadido, generadoras de empleos de calidad y bien retribuidos. No podemos -ni queremos- competir vía costes con aquellos enclaves económicos en los que los bajos costes laborales marcan la diferencia. La productividad y la competitividad deben venir por el valor y la calidad de nuestros bienes y servicios; no por los bajos costes laborales (ni ambientales). 

Esto, a su vez, requiere una firme apuesta por la innovación y la formación. Los réditos de estas inversiones no son inmediatos, ni su coste baladí, pero constituyen la única vía para mantener y expandir posiciones competitivas en los mercados globalizados, entre los que se encuentra nuestro propio, pequeño mercado nacional. 

Dado que nuestro mercado doméstico es demasiado pequeño para absorber los niveles de producción óptimos, nuestras empresas deben orientar parte de su producción al exterior. La 'prueba del nueve' de nuestra capacidad competitiva se realiza en los mercados mundiales y en las cadenas de valor globales. Muchas empresas españolas están ya muy posicionadas; algunas de ellas incluso son referentes internacionales. Pero debemos conseguir que sean más. 

El círculo se cierra logrando que las empresas ganen tamaño. Sí, para algunas cuestiones el tamaño sí importa. La innovación, la internacionalización, la atracción y retención del mejor capital humano, el aprovechamiento del Big Data y los retos de implantar la industria 4.0 requieren de una masa crítica que está fuera del alcance de nuestras micropymes. Y el 96% de nuestro tejido empresarial son micropymes; producen con menos de diez trabajadores. 

Por ello, una vez recuperados los niveles de PIB y desencorsetadas cada vez más las posibilidades de los presupuestos públicos, los distintos estamentos de nuestra Administración deberían aplicar políticas activas en materia industrial, de innovación, de internacionalización y de fomento al mayor tamaño empresarial. Deben arbitrarse políticas selectivas, consensuadas con los agentes sociales; aplicarse con criterios exigentes; someterlas a la evaluación continua y extender el principio de transparencia como norma básica de toda actuación pública. 

Por su parte, tanto las políticas activas de empleo como las de formación reglada, continua y ocupacional deben someterse a una profunda revisión. La primera, porque no alcanza unos niveles mínimos de inserción; la segunda, porque no logra el objetivo de la empleabilidad. Son muchos los recursos -autonómicos, nacionales y comunitarios- los empleados, pero los resultados son nefastos. Y su eficacia es crucial, tanto para impulsar la reorientación del modelo económico como para sostener el Estado de bienestar.

En paralelo, es necesario acometer las reformas pendientes. En otro momento comentaremos este asunto, pero adelanto que debemos abordar consensuadamente una definitiva reforma en el ámbito fiscal, en la educación, en el sistema de financiación autonómica, en la seguridad social, en la justicia, e incluso en las instituciones políticas... 

Finalmente, todos deberíamos reflexionar sobre aquello que podemos hacer por nosotros mismos. Ahí lo dejo. Debemos retomar la cultura del esfuerzo y la excelencia, desarrollar el talento y aplicar los criterios de la buena gestión. Somos un gran país, solidario, creativo, emprendedor y resiliente. El futuro está en nuestras manos. 

¡Adelante!