El Festival de las Culturas celebra su vigésimo sexto aniversario al frente de las músicas del mundo con un cartel que mira a América Latina.
VALÈNCIA. Resulta especialmente meritorio lo que consigue Pirineos Sur - Festival de las Culturas año tras año en la región aragonesa de Sallent de Gállego y, por contagio, en Lanuza. Con una población que en 2016 apenas llegaba a los 1.500 habitantes -diez veces menor, por ejemplo, que la de Benicàssim-, el festival más importante del país dedicado a las llamadas músicas del mundo multiplica por 50 las cifras del Instituto Nacional de Estadística cada temporada. En su última edición, sin ir más lejos, el festival congregó a más de 50.000 personas en el Valle de Tena (donde, además, la organización asegura que se rozó el 100% de ocupación).
Sin embargo, tampoco parece que la principal voluntad del Pirineos Sur sea la de reventar las cifras de asistencia. El festival, organizado por la Diputación Provincial de Huesca, busca la rentabilidad, sin duda, pero “no responde al impulso empresarial”, tal y como explica el propio director del festival, el periodista Luis Lles. Y todo apunta a esa idea: desde la concepción propia del cartel, alejado en su mayor parte de los anzuelos del momento (aunque este año se estrenan Crystal Fighters), hasta la ubicación estratégica del evento en el calendario de festivales nacional; de buscar con agresividad las ventajas competitivas en el mercado, da la sensación de que celebrar el festival durante dos semanas y hacerlo coincidir con monstruos como el Festival Internacional de Benicàssim no sería la mejor decisión.
“Una de las ventajas, eso sí, es la de poder ir a un festival en verano con chaqueta y sin tener que soportar el calor sofocante del verano”, reconoce entre risas Luis Lles. Incluso en ese planteamiento anecdótico el festival se da la vuelta y camina a contracorriente. Su ubicación en un espacio natural, en el que uno de los escenarios -el del Auditorio Natural de Lanuza- flota sobre el agua de un embalse, propicia una experiencia totalmente diferente a la de un festival multitudinario que saluda a la mañana un mar de vasos de plástico cuando sale el sol; el escenario de Lanuza cuenta con alrededor de 5.500 personas de capacidad (la mayoría de ellas sentadas), lo que reduce el estrés por encontrar un buen sitio entre el público (aunque también elimina la posibilidad de ver el concierto desde el foso).
El funcionamiento clásico del Festival de las Culturas es sencillo: quince días de festival que se desarrolla en dos semanas vertebradas a partir de conciertos y actividades que se suceden entre los tres fines de semana que ofrecen los atractivos más evidentes. El año pasado, el cartel del camello lo encabezaban simbólicamente Bunbury, Alpha Blondy o Gogol Bordello; este año ocupan ese lugar Franco Battiato, Diego El Cigala, Residente, Youssou N’Dour o Kase.O. Todos ellos pasarán por el escenario flotante de Lanuza para dar inicio al festival o poner la rubrica final, como en el caso del “mejor rapero español de la historia”, según el director del festival.
Por su parte, junto al legendario Youssou N’Dour -un músico africano “especial”, según Lles, porque ha decidido quedarse en Dakar y “crear riqueza en su país, al contrario que muchos otros”- actuará uno de los grupos que ha encabezado esa ola del rock tuareg o norteamericano que siguen grupos como Tamikrest o Bombino. Tinariwen, orginales de Malí, se encuentran amenazados en su propio país, pero resisten a modo de saga desde 1982; desde entonces desarrollan una música de fusión que recoge ecos del rock, del blues y del tishoumaren (la música del desierto) con hasta cuatro generaciones tuareg en la formación. Además, presentarán su último disco, Elwan, en el que colaboran músicos occidentales como Kurt Vile.
“Se trata de una programación con la que vamos a dar la vuelta al mundo a través de los diferentes sonidos del planeta", recuerda el director del Festival de las Culturas, Luis Lles, en clara referencia a la transición del festival entre los sonidos de Europa (Božo Vrećo, Franco Battiato, El Cigala), África (Youssou N’Dour, Tinariwen o Rozzma, “el Arca egipcio”) y Latinoamérica (Residente, Ilé). De esta última depende mucho el viraje temático que, cada año, realiza el festival en pos de dirigir la mirada hacia lugares y sonidos determinados. Si el año pasado el festival le daba el protagonismo al despertar africano, en esta edición el enfoque, bautizado como Amanecer Latino, se centrará en recoger los sonidos provenientes de la vertiente latina del continente americano.
“Una de las joyas secretas del Pirineos Sur”, explica Luis Lles, ofrecerá este año los conciertos de tres mujeres. Aunque el propio director señala que no ha sido algo premeditado, no será la primera vez que el festival potencia la visión femenina de la música: en 2014, sin hacer el ruido que sí hacen otros, el cartel del Pirineos Sur estuvo protagonizado al completo por mujeres bajo el lema Femenino Plural (desde Sílvia Pérez Cruz a Imelda May, pasando por Suzanne Vega, la Mala Rodríguez o Melissa Laveaux). Este año, el ciclo Color Café permitirá descubrir los proyectos de la argentina Diana Baroni, la estonia Maarja Nuut (imagen de arriba) y la chilena Pascuala Ilabaca, en un entorno lejos de la equidad matemática pero de evidente mayor apoyo.