CONCIERTO EL 13 DE JULIO

Perico Sambeat: "Hay un tipo de jazz excesivamente intelectual que me aburre hasta a mí"

12/07/2018 - 

VALÈNCIA.“Esto lo estoy tocando mañana”, asegura con rotundidad Jonhy Carter, alter ego del saxofonista Charlie Parker creado por Julio Cortázar y protagonista del célebre cuento El perseguidor. “Yo meto la música en el tiempo”, declara el ficticio artista. Y es que, en ocasiones pareciera que para los grandes nombres del jazz las coordenadas temporales funcionan de un modo distinto que para el común de los mortales. No en vano, los maestros de este género juguetean con los minutos, los retuercen, los bambolean, comprimen y expanden a sus anchas los huecos existentes entre las manecillas del reloj. Casi se diría que no pueden evitarlo: les domina la pasión, el anhelo por cincelar una improvisación más deslumbrante que la anterior.  

Tal es el caso de Perico Sambeat (Godella, 1962), considerado actualmente una de las grandes figuras del jazz español. Saxofonista autodidacta, el valenciano cuenta a sus espaldas con una dilatada trayectoria en la que ha alumbrado discos como AdemuzFlamenco Big Band, Elàstic o Baladas, entre muchos otros. Docente en el campus de Berklee en València, llega ahora al Festival de Jazz del Palau de la Música para presentar Perico Sambeat Plays Zappa (Karonte, 2016)su particular homenaje al mítico rockero.

La actuación tendrá lugar este viernes, 13 de julio, y en ella el intérprete realizará un repaso en clave de jazz por algunos de los temas del polifacético estadounidense. Como es habitual en Sambeat, este trabajo se plantea desde una perspectiva sonora de mente abierta y horizontes amplios. Una oportunidad para dejarse llevar por la fusión de estilos y ecos, para experimentar con los tiempos y las sensaciones. Porque, según indica el creador de Friendship, el jazz nació de la mezcla de ritmos y parece pues, inevitable, que sea en el mestizaje musical donde este género encuentre también el alma de su presente y su futuro. 

-En alguna ocasión has comentado que antes de una actuación sueles leer algo de poesía, ¿crees que existe algún vínculo entre este género literario y la composición de jazz?
-Sin duda alguna, todas las artes tienen mucho que ver y se pueden relacionar unas con otras. Hay algunos ejemplos muy reveladores, como la relación entre el impresionismo francés y la música de su época. 

 

-De hecho, en la literatura encontramos a muchos escritores que se han visto influenciados por el jazz. Jack Kerouac y Julio Cortázar son dos ejemplos claros de ello…
-Sí, Cortázar era un fanático de este género. Es más, yo hace poco hice un concierto en el que recreaba todos los temas que menciona en Rayuela. Y las referencias al jazz son constantes en el libro On the road, claro, Kerouac pertenecía a la generación beat y todos ellos tenían una relación muy cercana con el jazz.

-Sobre el escenario, por la propia esencia de esta música, parece que los intérpretes de jazz deben tener una conexión especial, cierta complicidad. ¿Cómo se puede lograr esa atmósfera?
-Es una de las claves de esta música y quizás sea lo que más me atrae de ella. No nos atenemos exclusivamente a una partitura, sino que es cuestión de establecer una complicidad entre nosotros. Por eso tienes que desarrollar el oído y la capacidad de reacción y de reflejos cuando escuchas a tu compañero. Debemos subir a un barco todos juntos.  

-¿Todavía se mantiene la imagen de que se trata género elitista o las distintas iniciativas para acercarlo a un público más amplio están dando frutos?
-Sin duda existe este prejuicio sobre el jazz. Y en algunos casos es cierto, existen algunos tipos de jazz excesivamente intelectuales que incluso a mí me resultan aburridos. Es algo que yo intento evitar a propósito desde hace muchos años. El jazz es una música que no funciona con encefalograma plano, como sí lo hacen otros estilos que están de moda hoy y que los medios promueven todo el rato, basta con repasar lo que suena en las radios para darse cuenta. Pero tampoco podemos irnos al otro extremo y caer en el lado oscuro, en el de los intérpretes de jazz que son tremendamente aburridos porque quizás no  tienen ese lado integrador y lúdico.

-En ese sempiterno debate entre el jazz más purista y la fusión, te sitúas claramente en el segundo grupo…
-Es que ese debate, desde su propio planteamiento, resulta erróneo. El jazz es una música que nació de la fusión de distintas culturas, es algo que ha formado parte de él desde sus inicios. Creo que la falta de prejuicios es un punto muy importante de este género. Aunque también es todo un reto mantener tu propia voz dentro de los distintos contextos, pero la música es tan amplia y tan maravillosa que encasillarte resulta un poco triste.

Los defensores a ultranza del jazz purista, en realidad están defendiendo una corriente que se llama straight ahead, que yo adoro, pero quizás están un poco ciegos a todo el desarrollo cultural que se ha vivido en el entorno de la música. Charlie Parker tocaba La cucaracha y Dizzy Gillespie hacía sus incursiones en la música brasileña…El género está en constante evolución. Siempre ha habido gente con prejuicios, pero creo que este tipo de pensamientos son un poco contrarios a la esencia misma del jazz.

 

-¿Por qué decidiste trabajar sobre la obra de Zappa?
-Fue algo que me propuso Chevi Martínez el propietario del Jimmy Glass. Cada noviembre celebra un festival y para su quinta edición quería contar conmigo en una producción propia. Me comentó lo de Zappa y me encantó la idea, porque es un artista que siempre me ha gustado. Como creador, pienso que tenía una vertiente muy transgresora y muy  irreverente, algo que yo intento llevar a cabo en cada concierto. Al final el proceso fue más trabajoso de lo que yo pensaba, pues no había partituras y tuve que transcribir todo. Además, los temas que elegí, mis preferidos dentro de su repertorio, eran también los que mayor complejidad entrañaban.

-¿Te ha costado adaptar su lenguaje sonoro al tuyo? No parecen códigos equivalentes…
-No son equivalentes, pero tampoco antagonistas. Tanto por la complejidad de sus tema como por la forma, hay algunos de sus discos que son muy jazzísticos y en los que emplea a músicos de jazz de primera línea, como el Zappa in New York, donde tocan los hermanos Becker. Creo que, en ese sentido, ha sido bastante sencillo llevarlo a mi terreno.

-¿Existe 'postureo' en el mundo del jazz?
-Pienso que en todos los ámbitos musicales lo hay. En el jazz también, pero no creo que haya tanto como en el pop.

-¿Qué opinas de la educación musical en España, desde los colegios hasta los conservatorios?
-Pues, si nos centramos en la enseñanza de la música clásica, es un sistema anacrónico, pero se trata de una anacronía instalada a nivel planetario. Se dirige más a crear grandes intérpretes que a formar a músicos globales. Y esto creo que va un poco en contra de la propia esencia de la música clásica. 

Por ejemplo, hace siglos las cadencias se improvisaban, la improvisación era parte esencial de la música. Esto es algo que se ha perdido por el empeño en formar a músicos que se concentran tanto en tocar la partitura a la perfección que pierden esa parte del músico global que conlleva ser capaz de improvisar una cadencia. En cierta manera, se vuelve algo hierático, obsesivo. Por eso me gustan figuras como Genn Gloud, capaces de realizar su propia interpretación. Frente a lo que algunos creen, la improvisación no se inventó con el jazz, sino que surgió hace un montón de siglos. 

-En tu caso, eres autodidacta. ¿Cómo ha evolucionado la formación 'jazzística' desde tus inicios?
-Ha cambiado una barbaridad, ahora España está llena de escuelas superiores de este género. Yo mismo doy clase aquí en el campus de Berklee. Claro, la enseñanza en esos centros no tiene nada que ver con la del ámbito clásico, porque los docentes que la imparten se mueven en un entorno complemente distinto. El aprendizaje es muy diferente, desde luego.

-¿Cualquiera puede convertirse en músico de jazz o es necesario contar con una pulsión especial?
-La técnica es necesaria, pero lo más importante es la pasión y la dedicación. Sin ellas es imposible conseguir un buen acento para tocar, igual que sucede con los idiomas. El acento es algo que no es tan fácil de enseñar en una escuela, tienes que amar esa música, conocerla, escucharla en profundidad y entenderla. Cuando uno es capaz de tocar con acento, llega mucho más a su público.

-Todos tus proyectos tiene un toque personal muy marcado, ¿cómo te decides por unos u otros?
-La mayoría de las veces me dejo llevar por la 'accidentalidad' de mi azarosa vida. Vamos, resumiendo, que hago lo que me apetece, lo cuál es una suerte. Llevo adelante un montón de proyectos muy distintos, aunque todos me encantan. 

-¿Crees que cada intérprete transmite su forma de ser mientras toca?
-El jazz es muy definitorio, la personalidad marca en un porcentaje gigantesco el discurso de cada uno. Es hasta gracioso. En mi caso, intento tocar de la forma en que me gustaría escuchar al solista ideal, que es el que además de todas las habilidades técnicas, tiene capacidad de expresión, busca la belleza, huye de lo obvio y cuenta con un lirismo intrínseco.

-¿Qué recomendarías escuchar a aquellos que todavía no se han adentrado en este universo musical?
-Que vengan al concierto de Zappa, jajajaja, que tiene muy poco que ver con ese concepto de jazz aburrido que mucha gente tiene en mente. Hay tantos discos distintos…Algunas personas llegan al jazz a través de la fusión, de grupos como Weather report o Return to forever. Otros acceden por el lado más lírico, empiezan con baladas de John Coltrane o jazz un poquito más amable como Chet Baker.