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Nuestros hijos son de Marte (manual de instrucciones milenial)

1/11/2017 - 

VALÈNCIA. La semana pasada pregunté en clase si alguien sabía qué era un Texto Expositivo y un alumno de la ESO me respondió, totalmente serio: Es como un tutorial de YouTube pero escrito, ¿no? Sonreí, pero en el fondo lo que me apetecía era llorar. Y no por lo que estarán pensando: ¡Qué juventud! ¡Qué desconectados de la realidad! Sino por una razón bastante diferente: ¡Qué profesores! ¡Qué desconectados de la realidad de sus alumnos!

Algunos padres vienen al instituto y me preguntan, perdidos, qué pueden hacer con sus hijos. ¡No les interesa nada!, me dicen. ¡Están todo el día con el móvil y el ordenador! Yo intento explicarles que el móvil y el ordenador no tienen por qué ser malos si se usan de forma adecuada. Pero, ¿cómo enseñarles —padres y educadores— a moverse apropiadamente en un mundo que no comprendemos? La revolución tecnológica de los últimos años ha creado una brecha digital grandísima. Ellos son los pioneros de un mundo nuevo y, según yo lo veo, deben abrirse camino más solos que ninguna de las generaciones anteriores, pues los que deberíamos mostrarles el camino en la sociedad del XXI estamos mucho más perdidos que ellos.

Cada día veo en las aulas cómo el sistema educativo se aleja más de la sensibilidad de estos jóvenes: deben escribir a mano cuando fuera del aula siempre usan ordenadores u otros aparatos electrónicos, por ejemplo. Deben memorizar las fechas de nacimiento y muerte de personajes históricos cuando ni siquiera memorizan las de sus amigos porque el móvil les avisa. Por la mañana estudian frente a una pizarra escrita a mano con tiza, profundizando en la vida y obra del poeta medieval Gonzalo de Berceo. Por la tarde, ya en el mundo real, la vida transcurre entre pantallas con múltiples estímulos audiovisuales.

No voy a detenerme en este debate sobre la educación, que es amplio y complejo. Mi objetivo es señalar algunas de las claves para entender a los llamados Milenials que, en mi opinión, son una de las generaciones más injustamente criticadas. Por incomprensión, principalmente.

A continuación, voy a poner un ejemplo un tanto pueril pero bastante clarificador de las diferencias entre la generación más joven y las anteriores, imaginando una tarde de domingo normal en la vida del Sr. Pedro García, abogado, y de su hijo Pedrito, un estudiante de Secundaria. Para que el ejemplo sea claro he elegido un adolescente bastante despierto y un señor conservador un sus costumbres (pues cada día más adultos se digitalizan minimizando las diferencias). Soy consciente de la simplificación y de la falta de matices, pero de otra forma sería imposible condensarlo. Así que no lo tomen más que como unas claves para iniciar el debate.

Manual de instrucciones milenial

Observemos al Sr. Pedro García mirando la televisión en el salón de su casa. Cuando acaba el programa que le gusta apaga el aparato. Pone en el viejo tocadiscos un disco de música clásica, coge el periódico que hay sobre la mesa y lo abre. Tal vez lo lee en la tablet, no importa. Pasa de una noticia a otra, absorto en la lectura. Está muy concentrado.

Ahora observemos a su hijo Pedrito desde la webcam situada en su portátil: comenta la foto de una compañera de clase en Instagram mientras por Whatsapp le dice a su colega: "jo no me apetece studiar". Ha elegido orden aleatorio en la lista de reproducción de Spotify. El cóctel musical es extraño, aunque a veces sorprende para bien: la Sonatina de Béla Bartók (cuyo gusto ha heredado de su padre) tiene una extraña continuidad hipnótica con algunos temas trap de PXXR GVNG. Tras ver en YouTube un draw my life sobre la sociedad feudal —tiene examen de Historia al día siguiente y apenas ha estudiado— ve que su youtuber favorita ha colgado un nuevo vídeo. Le da al PLAY y cuando acaba pone un comentario: "jaja, me parto <3" La chica chilena le contesta por Instagram. Suena Kase-O tras un tema de Los Chichos. La verdad es que no le han defraudado nada las fotos. Tampoco el vídeo de la youtuber. En sus piernas hay un libro de Historia. Ya hemos dicho que tiene examen al día siguiente. Suena un mensaje en el móvil: "Has studiado?" Respuesta: "Stoy n ello."

Las diferencias entre ambos sujetos son abismales. Piensan que son de la misma especie. De hecho tienen el mismo material genético. Pero no, no pertenecen a la misma. El Sr. Pedro piensa que su hijo un marciano. Y algo de razón tiene: Pedrito es capaz de moverse y respirar sin dificultad en un planeta nuevo que su generación ha colonizado: la Red.

Ahora analicemos algunas de las diferencias fundamentales entre Pedrito y su padre, sin ninguna pretensión de exhaustividad.

1.Multitarea: los milenials son capaces de hacer muchas cosas a la vez. Su cerebro, desde niños, se ha configurado para atender muchos estímulos al mismo tiempo, pero con bajo nivel de concentración en cada uno de ellos. Es difícil para estos nativos digitales conseguir una gran concentración, pero no es culpa suya: su cerebro se ha educado de forma distinta al de sus padres, que crecieron con solo dos canales de televisión, las cintas de cassette, la enciclopedia Larousse y un teléfono fijo en el salón para toda la familia. Ambos cerebros se han creado con estímulos distintos y se han adaptado a ellos. El cerebro del padre tiene una gran capacidad para la concentración y el esfuerzo. El cerebro del hijo, sin embargo, funciona en modo multitasking. Es verdad que no dedica excesiva atención a ninguna de las tareas, pero es capaz de llevarlas todas a cabo al mismo tiempo.

2.Redes: Su conocimiento suele ser superficial y realizan cada tarea sin gastar demasiada energía, pero su mente está en constante movimiento. No es que sean perezosos, sino que ahí es donde gastan su energía: en establecer redes sin cesar. Por ejemplo: al padre de Pedrito le apasiona el cine de Godard. El cine de Godard necesita de una paciencia que Pedrito no tiene y de un esfuerzo intelectual que a Pedrito no le compensa realizar. En ese tiempo de concentración para acceder a Godard puede hacer un montón de cosas: moverse de una información a otra, establecer itinerarios y redes. Y la suma de estas redes no es Godard, pero a veces puede parecerse.

3. Caos: A su manera y aunque su padre no lo crea, él también aprende. Ya hemos dicho que no profundiza demasiado en nada, pero establece conexiones, senderos entre la información que recibe de uno y otro lugar. Porque su hábitat natural es el caos de la red, donde se mueven con soltura picoteando de aquí y de allá. Y de esa forma los nativos digitales crean figuras. Esta es su estrategia de conocimiento también fuera de internet. Durante las dos horas que su padre necesita para ver una película de Godard, él recibe una G de aquí, una O de allá, media D de acullá. Y al final, uniéndolas de forma activa y creativa, tiene todas las letras: Godard.

Pongamos un ejemplo: Pedrito vio la película Tomb Rider porque jugó al videojuego en casa de su primo y le gustó. En esa película descubrió al grupo Chemical Brothers que le llevó a escuchar Massive Attack y ha acabado en una profunda admiración por el grafitero Banksy. En Capitán América ha sido al contrario: tras ver la película se ha comprado el cómic. Y, por cierto, tras buscar información en la red, le ha pedido a su padre un libro que hay en la estantería del salón sobre el nazismo, pues la película le ha hecho querer saber más sobre ese episodio de la historia reciente que no acaba de entender bien. ¿Qué ideas llevan a una nación y a una (seudo)raza a creerse por encima de las demás?

4.Desprejuicio: Como se puede desprender de todo lo anterior —redes, movimiento, caos— los nativos digitales están mucho menos apegados al prejuicio y al canon. En el mundo de sus padres había que elegir entre ser rockabilly, mod, punk, pop o bakalaero, por ejemplo, lo que definía la música que escuchabas, la ropa que llevabas, dónde salías, con quién te juntabas e incluso, a veces, qué ideas políticas tenías. Hoy en día, apenas hay sentimiento de grupo. Pueden escuchar reggeaton tras una canción ska de Aspencat sin ver contradicción alguna.

Tampoco el canon opera en ellos de la misma forma que antes. En la red hay miles de opciones y diferentes cánones. Existen los llamados influencers, es cierto, pero hay tantos y tan diferentes que es posible elegir el que más te representa. La uniformidad y la necesidad de pertenencia al grupo es congénita a la adolescencia, pero en cuanto maduren un poco (eso creo) serán mucho más tolerantes, abiertos y desprejuiciados que las generaciones anteriores. Ya lo son en muchos aspectos: internet les permite de alguna forma viajar, conocer mundos distintos a los suyos y por lo tanto quitarse los prejuicios. Quizá su padre nunca tuvo un amigo gay en su cerrado círculo, por poner un ejemplo, pero Pedrito, aparte de tener una numerosa y variopinta red de amigos virtuales, sigue a varios instagramers que lo son, normalizándolo.

(Podría pasar lo contrario, pues Internet a veces crea grupos cerrados que se autoalimentan, pero quiero creer que no será así, que la Red abrirá sus fronteras mentales en lugar de cerrarlas)

5. Participación: No solamente eligen sus propios itinerarios en la información, su propio canon sin atender a las viejas etiquetas divisorias, sino que están acostumbrados a ser dinámicos, a crear itinerarios, a participar y tomar partido. Si su padre se educó como observador (de la tele, de la música, de sus profesores…) el milenial no está acostumbrado a la pasividad. Elige qué serie o película quiere ver y a qué hora quiere verla, qué música o podcast escucha (no limitada al repertorio de casa o de la radio), qué leer entre las miles de opciones de la red o del ebook… y cuando ve la película o escucha la canción valora si le ha gustado e incluso pone alguna vez un comentario. Conforme va creciendo, también comenta las noticias que lee online, participando en debates al respecto. Incluso está pensando montar su propio blog o canal –no está todavía seguro— para hablar sobre las películas y la música que le gusta, comentando también sobre la actualidad si así se lo pide el cuerpo: ¿por qué no?

Podría hablar de otras cualidades desarrolladas por los más jóvenes a causa de las nuevas tecnologías como la autogestión, el nuevo auge del do it yourself, el cooperativismo o el poco respeto hacia la propiedad intelectual, pero como he dicho no pretendo hacer un análisis exhaustivo y me he centrado solo en ciertos aspectos generales de su relación con el mundo que les rodea. El reto, en mi opinión, es si los educadores —padres, profesores, agentes culturales…— seremos capaces de entender que sí, que son de Marte tal vez, pero que la gente de Marte, a pesar de sus defectos, tiene cualidades que vale la pena explorar y un lenguaje que debemos aprender para poder guiarlos. Porque si no lo hacemos, les habremos fallado.


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