MURCIA. A Jean-Gabriel Périot le invitaron a impartir un taller con los alumnos del instituto Romain Rolland a través del ayuntamiento de Ivry-sur-Seine. El proyecto consistía en hacer una película con ellos y que estuvieran involucrados en todos los departamentos técnicos y artísticos durante el proceso. Para él el cine supone un vehículo de reflexión y conocimiento, así que aplicó sus intereses a ese experimento.
El punto de partida sería que un grupo de adolescentes se enfrentara a nociones con las que conviven, pero que no llegan a tener del todo claras. ¿Qué es la política? ¿Cómo incide en nuestra vida diaria? ¿Cómo luchar contra las injusticias y desigualdades sociales? Para ello utilizó el cine político y militante surgido tras el Mayo del 68 para que se cuestionaran algunas cosas que parecen alejadas de sus preocupaciones habituales y que, sin embargo, resultan fundamentales para construir su pensamiento crítico.
Por eso eligió una serie de textos extraídos de películas que los alumnos representarían para después realizar un análisis en torno a los conceptos que en ellos se trata. Hay fragmentos de La Salamandra (1970), de Alain Tanner, de Avec le sang des autres (1974), del grupo de Sochaux del colectivo Medvedkine, que promovía la experiencia social audiovisual a través de los experimentos militantes, de Camaradas (1970), de Marin Karmitz, de la imprescindible La Chinoise (1967), de Jean-Luc Godard, del cortometraje de Jacques Willemont La vuelta al trabajo en las fábricas Wonder (1968), sobre la rebelión de los trabajadores tras la falta de resultados de una huelga obrera, de Citroën Nanterre mai- Juin 1968 (1968), de Éduard Hayem y Guy Devart, de A pas lentes (1979), del Colectivo Cinélutte, un movimiento estudiantil antimilitarista y antiautoritario, y, por último, de À bientôt, j’espère (1968), de Chris Marker y Mario Marret.
Así, los jóvenes post milennials recitan pasajes como “ya no creemos en el socialismo” o “la revolución es la sublevación”, pero apenas logran entender algo de lo que están diciendo. Les parece demasiado ajeno a su realidad. ¿Existen los ideales y la ideología en la actualidad?
Jean-Gabriel Périot les pregunta de manera directa qué saben, o qué opinan sobre los sindicatos, el capitalismo, las revueltas sociales y los políticos. Y, algo fundamental: ¿Quieren integrarse dentro del sistema y renunciar a sus sueños o se atreverían a luchar por ellos, por romper con las ataduras y crear un nuevo orden? Mientras interpretan los textos frente a la cámara parecen saber perfectamente de qué hablan, pero luego, cuando se les pregunta sobre ellos, se muestran dubitativos en muchas cuestiones.
Sin embargo, la cosa cambia cuando esos problemas les atañen de manera directa. Cuando ya estaba avanzado todo el proceso de creación, los alumnos se organizaron para bloquear el acceso a su centro de enseñanza como medio de protesta para solidarizarse con un compañero que había sido tratado de manera demasiado dura. Por eso, a lo largo de la película encontramos una evolución en sus declaraciones. Al principio parecen confusos, para más tarde, después de los acontecimientos en los que se implican, tener esas nociones mucho más claras, convirtiéndose su discurso, de repente, en real y preciso, lleno de sentido y compromiso. El individualismo que parecía regir sus conductas se difumina para dar paso a la noción de colectividad, de apoyo al oprimido y de lucha por la libertad de expresión.
Delante de la cámara vemos a Swann, Natasha, Ghaïs, Jackson, Rosalie, Alaa, Marine, Floricia y Martin. Diez jóvenes que nos muestran su visión del mundo, su preocupación ante el futuro, su desconfianza hacia los políticos, su rechazo a la violencia, su conciencia frente a las desigualdades de raza y género.
Nuestras derrotas es un documental político que también podría considerarse como una coming-of-age, como una película de crecimiento en la que los protagonistas aprenden sobre la vida y sobre sí mismos. Además, supone un potente dispositivo de reflexión sobre nuestras propias renuncias, sobre nuestra posición en el mundo y la manera en la que nos hemos dejado fagocitar (o no) por el sistema. Puede que en ocasiones resulte demasiado teórica, pero en el seno de todos esos conceptos está la clave para construir el futuro a través de las nuevas generaciones. Y de cómo la memoria del pasado, resuena en nuestro presente.