el billete / OPINIÓN

Nuestra paciencia no tiene límites

Foto: EVA MÁÑEZ
13/10/2019 - 

Temblando se debió quedar José Luis Ábalos cuando escuchó la única frase destacable del discurso –breve, correcto, pero reiterativo– de Ximo Puig en el acto institucional del 9 d’Octubre: "La paciencia tiene un límite". Temblando de risa, porque el ministro de Fomento es de aquí y sabe que el Santo Job no tendría que hacer ningún esfuerzo para pasar por valenciano.

Se refería Puig al problema de la infrafinanciación, cuya resolución sigue en el mismo punto que hace dos años cuando se celebró en València una gran manifestación para demostrar al resto de España que la paciencia se nos estaba acabando. Era un farol, nuestra paciencia es infinita y de eso se aprovecha el presidente del Gobierno en campaña, Pedro Sánchez, como antes lo hizo Rajoy. El eco de la manifestación no pasó de Requena y el resto es conocido: de los avances de tortuga de Montoro pasamos a la parálisis absoluta de Montero, quien el miércoles visitará València en loor de multitudes porque ha tenido la precaución de anunciar que va a pagar a la Generalitat lo que debía. Pagará, como prometió Sánchez sin disimulo, "antes de las elecciones".

Por cierto, el Ministerio se niega a hacer público –¡hola, transparencia!– el informe de la Abogacía del Estado que se desdice del que le sirvió hace un mes para presionar a PP y Cs a costa de la Generalitat y sus proveedores. No obstante, de la extensa exposición de motivos del Real Decreto-ley para justificar lo injustificable se deduce que las CCAA podrían haber recibido su dinero ya en verano porque la solución hallada es una de las que ya apuntamos aquí el 29 de agosto: las entregas a cuenta del proyecto de Presupuestos son válidas y se pueden aprobar por real decreto-ley alegando urgente necesidad.

Cristóbal Montoro y María Jesús Montero. Foto: EFE

Es curioso cómo Montero se parece a Montoro. En junio de 2016, el ministro del PP visitó València en plena campaña electoral para anunciar el desbloqueo de 991 millones de euros del FLA. Montoro, que solo venía cuando había que pedir el voto y llevaba meses dando largas a los empresarios, casi salió a hombros. Lo mismo hace Montero: vino pocos días antes del 28A a pedir el voto y vuelve miércoles, siempre con unas migajas de pan bajo el brazo que a los hambrientos les saben a gloria porque el pan de la financiación autonómica está muy crudo.

Mira si estará crudo, que el candidato Sánchez anda desatado sin ningún pudor prometiendo el oro y el moro por doquier excepto cuando se trata de prometer el fin de la injusta infrafinanciación de los valencianos, para la que se da cuatro años sin demasiado convencimiento.

Inmune a las críticas por pasar de Gobierno en funciones a Gobierno en campaña, Sánchez promete a los jubilados una subida de pensiones en diciembre pasándose por el forro el Pacto de Toledo, que está más muerto que Franco; promete a los agricultores andaluces otra reducción de las peonadas del PER para compensar una subida de aranceles que Trump aún no ha concretado; promete, otra vez, derogar la reforma laboral que no derogó cuando ganó la moción de censura con la promesa de derogarla; promete ayudas a los empresarios de Canarias y Baleares por la quiebra de Thomas Cook –cuando sus competidores en la Costa Blanca se tuvieron que comer los mocos de la quiebra de Monarch–; promete en Teruel otro estudio informativo del corredor ferroviario Atlántico-Mediterráneo –los estudios informativos son patà i avant para Fomento, tardan dos años y luego caen en el olvido hasta que caducan y el siguiente gobierno vuelve a encargarlos para demostrar que algo se mueve–, promete, promete y promete…

Pedro Sánchez, en un mitin en València el pasado 2 de octubre. Foto: EVA MÁÑEZ

Y viene a València y a lo único que se compromete es a trabajar en los próximos cuatro años para encontrar una solución al problema de la infrafinanciación. Supone un avance respecto a cuando dijo que no iba a trabajar en ello, y no lo hizo, pero suena como la patà i avant de Teruel: formará el enésimo grupo de trabajo para elaborar los estudios que ya se hicieron los anteriores pero han quedado viejos y cuatro años más de marear la perdiz. Señor, dame paciencia...

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