VALÈNCIA. En el primer episodio de la tercera temporada de Black Mirror, titulado Caída en picado, la protagonista vive obsesionada con su calificación en internet, porque la popularidad en redes mejora sus posibilidades de ascenso social. La serie futurista de Charlie Brooker cruza en esta entrega la interacción de herramientas como Facebook e Instagram con el funcionamiento de plataformas de puntuación tipo Yelp, ElTenedor o TripAdvisor. Esta especulación distópica es una satírica vuelta de tuerca a nuestra apetencia de “me gusta”.
“Si miras bien el presente, miras a veces el futuro”, valora la bailarina y coreógrafa Núria Guiu, que en su pieza Likes indaga, precisamente, en el peso social de un corazón o una mano con el pulgar alzado en nuestro mundo digital.
La obra, reconocida como mejor solo en los Premios de la Crítica de Barcelona 2018, tiene su origen en un trabajo de grado en Antropología y Evolución Humana sobre los valores de prestigio, estimación que varía según el país en el que se ha representado. “En el barrio más pobre de Barcelona el bien más preciado resultaron ser los zapatos, y en Suiza, los relojes. Todo depende de la economía. E Noruega, por ejemplo, al tener sus necesidades básicas cubiertas, el símbolo de reputación es sentarse a tomar un café hípster, de esos que te muelen en el momento”, detalla la autora, que los próximos 12 y 13 de abril visitará Carme Teatre para presentar su propuesta en el contexto de Dansa València.
Guiu ha desarrollado su coreografía a partir de movimientos extraídos de vídeos populares en YouTube sobre yoga y cover dance, grabaciones donde bailarines anónimos recrean las coreografías de músicos famosos.
La observación de ambos fenómenos virales ha arrojado contradicciones. Por un lado, la práctica del yoga aspira al repliegue de los sentidos, pero cuando se atiende a un tutorial es poco probable alcanzar el anhelado estadio pratyahara en el proceso: “La mirada ha de ser hacia dentro para poder entrar en contacto con tus sentidos., pero tanto el que enseña como el que aprende está mirando hacia fuera. Es complicado conectarse así con uno mismo, con el tiempo y el espacio”.
Por otro lado, la bailarina barcelonesa dio con dos casos de cover dance protagonizados por cuerpos no estereotipados. Núria entrevistó a un grupo de musulmanas jóvenes que bailaban con hijab. Le comentaron que querían inspirar e impulsar a chicas como ellas a disfrutar de su cuerpo. También habló con un voluminoso chaval filipino de 15 años, para el que mostrarse en YouTube era un acto de valentía y de exponer al mundo que la gente gruesa también puede sentirse bien con su complexión.
“Mi investigación puso de manifiesto que internet puede banalizar algo muy profundo y potente, pero que también se puede trabajar algo muy trivial desde un lugar muy bonito”, resume Guiu.
Con Likes, la coreógrafa no pretende realizar una crítica negativa de las sociedades digitales. Al contrario, la comunicación virtual le fascina, está en contacto con sus amigos a través de su cuenta de Instagram, donde indica que le gustan publicaciones ajenas y se alegra cuando le dan like a sus fotos y stories.
“La necesidad de encajar en la sociedad se ha trasladado a las redes sociales, así que me interesan mucho los nuevos significados y simbolismos que adquiere el hecho de gustar a través de internet. Es una nueva forma de validarnos y resulta complicada porque todavía no la conocemos del todo. Cada año vamos entendiendo más su funcionamiento, pero hay que ir con cuidado porque en este medio entran juegos de poder, de política y de economía”, advierte.
El montaje lanza preguntas al espectador sobre la presencia del cuerpo en la era digital. “Gustar a través de internet se ha convertido en algo cuantificable, de modo que el cuerpo también puede llegar a ser valorado como mercancía”, plantea.
No es la primera vez que Núria explora el universo virtual. Tampoco será la última. La creadora, que en el pasado ha trabajo en compañías de prestigio nacionales como It Dansa y La Veronal, e internacionales, caso de Batsheva Dance Company (Israel), Carte Blanche (Noruega), Cullberg Ballet (Suecia) y Gisele Vienne (Francia), estrenó Portal en 2015. En aquella obra volvía a servirse de los parámetros tiempo, espacio y cuerpo, pero para preguntarse qué pasa con nuestra fisicidad cuando interactuamos con dispositivos digitales y de qué manera se fragmenta nuestra identidad en las redes sociales. El trabajo se basaba en el término digifrenia, propuesto por el escritor Douglas Rushkoff en su libro Present Shock, donde explora cómo la tecnología nos permite vivir en más de un lugar y ser muchos yoes distintos al mismo tiempo.
En la propuesta que Núria está preparando ahora, Spiritual boyfriends, producida por la Sala Hiroshima de Barcelona, continúa con la línea de análisis de Likes. Guiu, profesora de yoga certificada del método Iyengar, va a retomar la gestualidad y la espiritualidad de esta disciplina milenaria para explorar el deseo y las formas de poder. De hecho, Tinder es una de sus herramientas de investigación.
La pieza abordará “las nuevas prácticas espirituales que vienen a reemplazar las religiones tradicionales en nuestra época. Estas prácticas, inspiradas en culturas diversas, ideas sobre el exotismo o la simbología, se centran en el desarrollo de uno mismo y de la individualidad, y lo espiritual colindan con el poder y con nuestro sistema sociocultural”.
Núria sigue tirando del hilo de la contemporaneidad y cuestionando al público las nuevas dinámicas sociales que se derivan de las nuevas tecnologías y del uso de internet. “Las preguntas, que no respondo, quedan suspendidas en el aire y son el cuerpo, los movimientos y la escena los que van dando respuestas al público, aunque no cerradas. A diferencia de las palabras, que suelen ser claras y concisas, el movimiento te permite leer algo que está sucediendo, aunque no puedas definirlo”.
La castellonense Pepa Cases escribe y dirige 'Voràgine', un espectáculo de danza que habla del dolor y también de la incompresión que padecen especialmente las mujeres agredidas