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'My Mexican Bretzel', el bello laberinto de ficciones nominado al Goya

8/02/2021 - 

MURCIA. Atravesamos tiempos arduos, hostiles. Tiempos de pandemia, de hiperdiálogo sobre el virus y apenas migajas dialécticas sobre cualquier otro asunto, de mundo visto a través de incidencias acumuladas y porcentajes, despojado de su poética. En este panorama, es francamente difícil que un producto artístico traspase la membrana anestesiante de la covid y aterrice en nuestros cerebros de buscadores de belleza. Porque eso es lo que somos, en realidad, los seres humanos, aunque la pandemia nos haya reducido temporalmente al estatus de esperadores. Somos ya profesionales en el arte de esperar: esperamos a que un pasado tal vez ya extinto regrese, a que se nos permita ir a tal o cual sitio, a que nos hagan tal o cual prueba, a que nuestra vecina salga de la uci. Y mientras esperamos, el arte sigue pergeñando alguna que otra maravilla, la mayoría atrapadas en la tela de araña vírica que nos separa de su justa apreciación. Unos cuantos prodigios, sin embargo, consiguen alcanzarnos, sacudirnos, llenarnos de asombro: recordarnos que la belleza sigue ahí.

Dentro de nuestras fronteras, Andrea Abreu deslumbra con su genuina Panza de burro (Barret). La obra de la joven canaria consigue virar el diálogo hacia otra parte, hacernos hablar de lenguaje, de oralidad, de la periferia de la periferia. La veterana Sara Mesa, con su opresiva Un amor (Anagrama), nos obliga a situarnos a favor o en contra, a adentrarnos en pulsiones oscuras, a sacar nuestras mecedoras a un porche de La Escapa y espiar las idas y venidas de Nat. Pero tal vez sea el terreno del documental el que nos ha regalado la mayor sorpresa del año, la obra autoral más hermosa e insólita.

Hablamos de My Mexican Bretzel, el falso documental de Nuria Giménez Lorang estrenado en el D'A Film Festival Barcelona y recién nominado a los Goya. Una obra de estética clásica, -cuyas imágenes nos retrotraen a las fotografías en color de Capa y Bresson-, pero de naturaleza profundamente posmoderna. Una película que desafía el concepto de documental y de found footage para construir un laberinto ficcional en el que nada es cierto salvo la verdad artística que Giménez consigue elevar sobre todo lo demás. Desde sus inicios, My Mexican Bretzel reta al espectador contemporáneo de la manera más sencilla. La película, construida a partir de vídeos encontrados y el diario de su protagonista, Vivian Barret, no tiene voz en off. Los espectadores se ven obligados a abandonar cualquier distracción y entregarse por completo al visionado, porque los fragmentos del diario de Barret aparecen a modo de subtítulos, sin que existan diálogos hablados ni prácticamente sonido en todo el film. Un consultar el móvil, un levantarse del sitio, y te lo pierdes. Y nadie querría perdérselo.

El hecho de que el sonido escasee no hace que resulte irrelevante, si no todo lo contrario: en sus apariciones nos interpela de una forma inusitada: es el ruido de la maquinaria tal y como debían escucharlo los futuristas italianos de principios de siglo, invencible y arrollador; el ritmo casi electrónico cuando las imágenes retratan al ejército o al marido de la protagonista, León, en su vertiente más masculina; el fragor de las olas al romper en las rocas, el viento silbando entre los abetos en un plano largo que nos recuerda al Lynch más contemplativo de Twin Peaks.

Pero tal vez la mayor virtud del documental, -al margen de esa multitud de capas narrativas que no desarmaremos aquí por no manosear el visionado ajeno-, sea la calidad literaria que se desprende de su contenido textual. En el diario de Vivian Barret, una mujer acomodada que viaja junto a su marido por los bellos parajes de Suiza, Mallorca, Italia y un Nueva York que nos recuerda al retratado -de nuevo en color-, por la fotógrafa Vivian Maier, encontramos joyas de sabiduría experiencial: «Vivimos buscando formas de olvidar nuestra vulnerabilidad», «El halago es el arma defensiva más eficaz que existe». Además, sus páginas nos regalan variadas frases del gurú Paravadin Kandar Kharjappali, al que Vivian -como sin duda sucederá a los espectadores- encuentra fascinante. Sentencias como «Dios también duda de tu existencia», «el deseo no es algo que se pueda desperdiciar» o «me sorprende tanto que no estemos todo el día matándonos como que no estemos todo el día haciendo el amor» nos hablan de la condición humana, de nuestra infinita fragilidad y poder.

'My Mexican Bretzel'

Con mucho más que añadir pero también con la certeza de que lo que hay que hacer con My Mexican Bretzel es verla, pasamos a conversar con su autora, Nuria Giménez Lorang, sobre la ópera prima que ha enamorado a crítica y espectadores.

-My Mexican Bretzel está construida a partir de material encontrado, el llamado found footage. ¿De dónde sale este material? ¿Añadiste algo al original?
-Cuando mi abuelo murió, encontramos unas 50 bobinas (la mayoría de 16mm, pero también había algunas de 8mm) en el sótano de su casa. Tardé unos meses en digitalizarlo todo. El visionado, cribado y organización del material fue continuo y constante a lo largo de casi todo el proceso, que duró siete años. Visioné las imágenes cientos de veces. Las primeras selecciones se basaron en lo que me seguía fascinando y estimulando, a pesar de verlo una y otra vez. Luego, fue la historia la que intervino a la hora de decidir qué incluir y qué descartar. Para la organización, me ayudé de bloques temáticos (nieve, barcos, Nueva York, casa, etc.) Para poder trabajar con algo parecido a una estructura, describí en un Excel cada uno de los planos que aparecía (indicando cómo era la luz, quién aparecía, lo que transmitía, si era estable o se movía, etc.) y utilicé una herramienta del programa de edición para clasificar con palabras clave los diferentes planos (mar, animales, avión, onírico, imprescindible, etc.).

Solo me daba cuenta de lo que estaba buscando cuando lo encontraba, nunca antes. Fue un proceso muy visceral e intuitivo, con una parte lúdica importante. Iba probando, jugando y experimentando con el material. Si algo funcionaba, tiraba de ese hilo. Si no, lo apartaba.

Paralelamente y sin pensar necesariamente en las imágenes, fui escribiendo todo lo que se me venía a la cabeza sobre cualquier cosa, por absurdo que me pudiera parecer. A partir del cuarto año empecé a buscar cómo encajar texto e imágenes. A veces, el texto impulsaba la búsqueda de imágenes y otras veces eran las imágenes las que empujaban la creación de texto. Solo las imágenes del búho con las que empieza la película y que vuelven a aparecer más adelante representando la pesadilla de Vivian no pertenecen a las bobinas encontradas. Las saqué de un archivo de Internet.

'My Mexican Bretzel'

-El documental fue estrenado en el festival D´A de Barcelona, especializado en cine independiente y de autor. Obtuvo el premio a Mejor largometraje del público, recientemente ha llegado a los cines comerciales del país y, hace algunos días, fue nominado a los Goya. ¿Qué opinas de esta recepción?
-Estoy extremadamente agradecida, sorprendida y contenta con la recepción de la película. No esperaba para nada que la viese tanta gente ni tampoco que la reacción general fuese tan positiva. Ha sido un enorme placer y un regalo poder conocer a una serie de personas gracias a la película. También me hace ilusión que un proyecto pequeño, independiente, casi artesanal, autofinanciado y hecho fuera de la industria tenga el recorrido que ha tenido.

-¿Crees que el hecho de que el D´A Film Festival de Barcelona haya sido digital este año ha propiciado un acceso mayor a la película? Puede que al público le parezcan todo ventajas, pero, como autora, ¿qué parte del producto audiovisual se pierde en el visionado por ordenador?
-Soy defensora a ultranza de las salas de cine. Para mí es una especie de templo y creo que la experiencia que se vive en ella es insustituible. Por otro lado, está claro que las plataformas digitales propician un mayor acceso a cualquier película y en ese sentido, también estoy muy agradecida tanto al D’A como a Filmin por haber llevado a cabo el festival, a pesar del reto que suponía.

De todos modos, en el caso concreto de My Mexican Bretzel, solo en una sala de cine se puede disfrutar de los espectaculares trabajos de sonido y color que hay respectivamente de Jonathan Darch y Federico Delpero.

Además, compartir el silencio de la película en una sala también es interesante y lleva a reflexionar sobre la relación que tenemos hoy en día con algo tan maravilloso y poderoso como es el silencio. Creo que es una relación que hemos perdido y que no estaría mal recuperar volviéndole a dar su espacio.

'My Mexican Bretzel'

-Vivian y León recorren el mundo promocionando la pastilla Lovedyn, aunque no se nos explica en qué consiste exactamente. Inicialmente puede entenderse como una píldora para el rendimiento sexual, pero más adelante vemos que tiene algo de antidepresivo, de alimento para mantener en pie la ficción del amor. La propia Vivian nos dice: «Para mí la felicidad, aunque sea artificial, temporal o engañosa, siempre es bienvenida». Y es que todo el documental está lleno de ficciones que se levantan y se desmontan: la del matrimonio, la de la maternidad, la de la autoría, la de la memoria. ¿Cómo entiendes la ficción?
-Creo que los documentales, así como nuestros relatos cotidianos, suelen estar salpicados por elementos de ficción, igual que toda ficción tiene su parte de realidad. Son dos elementos entrelazados e inseparables que se van invadiendo mutua y constantemente. También entiendo que los límites entre la verdad y la mentira están mucho más desdibujados de lo que nos gustaría y de lo que pensamos.

-Una vez creamos algo y lo lanzamos fuera de nuestra órbita de control, el público nos hará hablar de ello, construir un discurso sobre sus motivaciones, estética, proceso creativo. Al revisionar o repensar My Mexican Bretzel con este ánimo, ¿te encuentras con influencias inesperadas, redescubres tu propia obra?
-Ver la película a través de la mirada de los demás me parece fascinante y de lo más inspirador. Para mí ha sido un regalo que me ha permitido descubrir muchísimos aspectos de los que no era consciente, así como profundizar en varios elementos de la película. Es como si cobrase una forma distinta cada vez que la ve una persona. En cuanto a mis referentes, todo lo que he leído y he visto me ha influido y estará, en mayor o menor medida, en la película, pero me cuesta mucho mencionar nombres concretos. Hay gente que ha visto referentes que yo desconocía. Eso también me ha servido para acercarme a cineastas o libros nuevos, así que he salido ganando.

-My Mexican Bretzel está lleno de capas, y cada capa tiene sus posibles ramificaciones. ¿Alguno de sus personajes va a tener su propia deriva? ¿Va a haber un diario de Vivian, un compendio de Kharjappali? ¿O vas a lanzarte a algo completamente distinto?
-En un momento dado fantaseé con hacer otra película utilizando el mismo material, pero con la versión de Léon, ofreciendo un punto de vista completamente distinto al de Vivian, en parte porque quería utilizar muchas imágenes bellísimas que me quedé con ganas de incluir en My Mexican Bretzel. Pero por ahora, voy a dejar descansar el material y hacer algo distinto. Mi principal proyecto ahora mismo es escribir el libro rojo sin título de Paravadin Kanvar Kharjappali. También tengo un par de ideas en la cabeza para una película, pero en estado muy embrionario.

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