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EL MURO / OPINIÓN

Más chiringuitos

15/08/2021 - 

Probablemente si Berlanga levantase la cabeza se llevaría las manos a los ojos para creer lo que estaría o nosotros estamos viendo. Porque esto de la conmemoración de su centenario se está convirtiendo en una especie de disparate de tal magnitud como el que él mismo podría narrar en una película, como ya nos hizo disfrutar con esa sátira política llamada Todos a la cárcel que lo que hacía era adelantarse a la forma en la que el mundo político maneja nuestras vidas y la gran cantidad de vividores que se agrupan en torno a él.

Y es que somos así. Un país de comisiones, consejos y ahora también de comisionados. Un mundo político en el que cada uno va a su bola, cueste lo que cueste, pero pagamos a escote entre todos.

Ya se sabe. Si alguien quiere dilatar en el tiempo algo a base de reuniones mortecinas, insípidas y tediosas para no llegar a ninguna conclusión, pues se monta una comisión parlamentaria informativa o de investigación y asunto resuelto. Si un gobierno desea contentar a sus socios y de paso que alguien justifique sus decisiones acertadas, o absolutamente equivocadas, pues se crea un consejo, estilo CVC o ese nuevo del Audiovisual que ha servido para recolocar a unos/as y de paso situar a novios, novias y viceversa.

Foto: EVA MÁÑEZ

Pero lo que ahora está de moda son los comisionados, como esos dos que ya nos han montado desde la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia para organizar lo mismo, esto es, coordinar actos en homenaje a Berlanga. Eso sí, desconocemos sueldos, dietas, miembros adjuntos a las comisionados, personal adscrito, programa, objetivos…vamos, lo que nos va a costar uno y el otro para hacer lo mismo. De momento, sí sabemos que eso de traer la entrega de los Premios Goya a Valencia con la excusa de Berlanga nos va a salir por casi dos millones de euros en unas horas. Ellos llegaban con la etiqueta de austeros y racionales y ya van sobrados de asesores y comisionados. Y mientras la luz continúa subiendo y las biblioteca municipales, cerradas.

Pero es que esto del Año Berlanga, la verdad, se está convirtiendo es una especie de despropósito institucional del que no sé como saldremos. Igual el conseller Marzá nos puede alumbrar algo, ahora que después de seis años en el Gobierno acaba de decir en estas mismas páginas que ya estamos preparados para cambios estructurales en la parcela que dice coordinar. Pues vamos bien.

Como conseller de Educación y Cultura debería ser el primero en levantar la voz y reclamar orden. Porque no es de recibió que la Diputación de Valencia vaya por un lado con esto de la conmemoración del centenario del cineasta y la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia por el suyo para llegar a un mismo fin. O se supone. Pero visto lo visto va a ser que no. Sin contar, claro, con el Consell de Cultura que también hace lo suyo o todas otras instituciones menores que se han apuntado al festín. Como se pongan a nombrar comisionados todos ellos o coordinadores estamos apañados.

Y es que a todos les gusta tanto figurar y tan poco coordinarse que así nos va a salir tanto económica como emocionalmente este batiburrillo de ideas que aún nadie ha presupuestado con rigor.

Foto: EVA MÁÑEZ

Me pregunto, por ejemplo, que si el consistorio dispone de dos concejalías con ramificaciones culturales, un festival de cine llamado Mostra, con su infraestructura, personal y hasta flamante directora, por qué no se ocupa él mismo del Año Berlanga y dejamos de crear otro chiringuito con más personal, medios y asuntos a contratar. Insisto en mis dudas. Si la Generalitat dispone de un Instituto de Cultura, bajo cuyo paraguas está el denominado Instituto de Cinematografía, por qué no se ocupa este de las funciones ahora derivadas a ese comisionado tan molón que nos ha creado Ximo Puig para lucir en su día sobre la alfombra roja.

Creo que lo que nos gusta por estas tierras es adueñarse de una idea o de un proyecto y seguir cada su camino a ver quién llega antes o más lejos. Pero eso de coordinarse, nada. Les da igual lo que cueste porque lo importante es figurar, hacer ruido y ponerse medallas. Lo que se van a repetir unos y otros. En cualquier país serio una misma comisión diseñaría un proyecto y lo convertiría en bien común. Pero eso sería pedir demasiado. Lo importante, por lo visto, no es el camino, y menos el objetivo. Lo importante por lo que asoma es la medalla.  

Este otoño nos vamos a divertir con  tanta desconexión institucional y con una oposición que aún parece no haberse enterado de su verdadera ocupación.

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