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el muro / OPINIÓN

Molt Honorable

Foto: EFE/JC CÁRDENAS

La detención de Eduardo Zaplana escribe una nueva página negra a nuestra historia reciente. Esa en la que detenidos, presuntos, investigados y supuestos corruptos haría feliz a nuestro Siglo de Oro

24/05/2018 - 

La imagen del exPresident de la Generalitat Valenciana, Eduardo Zaplana, nuestro Molt Honorable y también exministro de Trabajo -curioso cargo para alguien que apenas trabajó salvo para presuntamente vivir de lo público- saliendo escoltado por la Guardia Civil no sé si será el verdadero final de un ciclo político histórico, pero sí la imagen real de una etapa.

No creo que sea la traca final. Aún nos queda mucho por ver: juicios a la vista, ingresos en la cárcel, piezas separadas, exconselleras rumbo a la trena, otros ya en ella, y mucha oscuridad en torno a todo aquello que nunca sabremos qué fue pero ya somos absolutamente conscientes de que existió.

El titulo puesto a la operación que se ha llevado por delante a Zaplana, abogado ambicioso con ansias de poder, control y gasto descontrolado, tanto él como de sus respectivos gobiernos y los que le sucedieron, es retrato de una época generacional.

Operación Erial, bautizaron la causa. Erial como reflejo de tierra quemada y arrasada como lo era esa zona rústica, por ejemplo, en la que el cartagenero se empeño en levantar un parque de atracciones que fue una de las grandes zancadillas económicas a nuestro sistema económico y social y acabó a precio de saldo en manos del mejor postor. Zona fácil en la que enterrar miles de kilómetros de cualquier cable, tubería o iniciativa a sugerir, pero por la que poder facturar lo que fuera deseable una vez enterrada bajo cemento. Por anotar un ejemplo. Como su primer piso.

Eran tiempos de opulencia. Aquellos en los que todo valía, el control de las cajas de ahorro era absoluto y el falso progreso de nuevo desarrollismo que cualquiera de nosotros podríamos haber ejecutado sin necesidad de grandes luces, sólo siendo conscientes de que quien controlaba el poder no tiene en su conciencia límite de gasto ni le preocupa la hipoteca de su sociedad. Así ha sido. Con el beneplácito de todos los que se subieron al carro del cargo e hicieron la vista gorda y repitieron maneras.

Tenemos tres expresidentes de la Generalitat implicados, dejemos atrás ese eufemismo de investigado que sus señorías quisieron utilizar para rebajar el grado de sinvergüencería que les retrataba. Gozamos de un sinfín de exconselleres y exconselleras enfilados, hasta todo un grupo municipal popular, como el de Valencia, implicado en el pitufeo de los miserables quinientos eurillos, un agujero económico desde el que podemos ver la bahía de Sidney, pero sobre todo el retrato de una sociedad que no creía que la realidad podía ir más allá de la ficción. Presidentes de todas las diputaciones con casos sobre la mesa o ya resueltos y muchos, muchísimos millones de euros desaparecidos que jamás sirvieron para generar una sociedad más próspera y evolucionada sino para falsear la verdad y convertir en millonarios a quienes llegaban al poder sin oficio y con ansiedad de llenar alforjas. Recuerden aquella frase: "Yo estoy en política para forrarme". Esa fue nuestra realidad.

Eduardo Zaplana, el 9 d'Octubre de 2017. Foto: EVA MÁÑEZ

En aquellos tiempos de ceguera social, porque había para todos, nadie creía a los periodistas independientes que recibían cada mañana una bofetada por querer contar lo que los políticos de nuevo cuño no querían que se supiera, primer principio del auténtico periodismo. A muchos nos trataron como apestados por ser demasiado críticos e inconformistas pero algunos nobles reconocían en privado en citas ocultas.  He tenido encuentros en habitaciones de hotel para “limpiar” seguimientos. Incluso amenazas de desprestigio o falsos intentos de satisfacción eterna.

Por ello, en su día, muchos dejamos de creer en la posibilidad de una auténtica regeneración política y se nos agrió el carácter. Hoy está a la vista de todos esos asuntos que mantenía a la sociedad anestesiada desde los medios de comunicación públicos que servían para manejar conciencias a base de comprar voluntades, mientras los sobrecostes y las modificaciones de proyectos se multiplicaban sin justificación lógica. Aquí cien, allí doscientos. Y luego nos vamos todos a comer y pensamos otra modificación.

Espero que ahora lo vayan entendiendo todo en torno a esos megaproyectos con los que nos querían hacer creer que éramos parte del universo, pero en un remoto punto del globo terráqueo. Aquellos que viajaban en Concorde a nuestro coste por la simple satisfacción personal de vivir la experiencia de viajar a velocidad supersónica mientras escuchaban a Julio Iglesias.

No es deseable el mal ajeno. En absoluto. Una hija mía, en aquella época bebe, me preguntaba atónita este pasado martes: "¿De verdad todos están pringados? ¿Cómo puede ser posible?" Es la misma generación de las actuales carencias. Con gran formación intelectual pero desparramados por el erial, por la zona rústica recalificada que sólo beneficiaba a esos pocos que predicaban con discursos farisaicos desde su falsa moral y luego desaparecía en un paraíso tropical.

Sólo espero que esta lección de Historia que estamos viviendo de forma directa no quede en anécdota de periodistas atrevidos o reflejada en libros de autor. Espero que esta leyenda negra, que no urbana sino real, pase a formar parte de los libros de Historia que nuestros adolescentes estudien en el futuro para que conozcan la catadura moral de una época y aquella generación que la vivió. No quiero contarles a mis nietos un cuento con tanta fantasía que la evidencia convierta en irreconocible. No, lo que deseo es que forme parte de nuestra memoria colectiva. Al menos para que les haga reflexionar sobre lo que significa honradez, honestidad y servicio público. Con eso me conformo. Y, por supuesto, con que cada uno pague por lo que hizo.

Hace gracia escuchar ahora que todo somos iguales ante la ley. Sí, ante esos estamentos judiciales que se ponen en huelga para denunciar la precariedad con la que trabajan, el control del poder judicial y las presiones que reciben de esta fila india retratada por su propia moral.

Tres expresidentes de la Generalitat están en manos de la Justicia. Tres. Uno ha sido detenido. Si esto no es suficiente para querer entender o conocer  nuestra historia es que, como dice la lección, quien la olvida está condenado a repetirla.

Qué tristeza, pero no por ellos sino por nosotros. Y encima los campeones nos daban lecciones de humildad mientras cobraban comisiones hasta por la visita de un Papa mientras besaban su sello dorado. Ellos, aquellos "grandes" y falsos líderes. ¿Tristeza ajena? No señorías, vergüenza. Ya saben, lo denominan blanqueo de capitales y cohecho. Presunto, por supuesto. Pero amoral. Él fue nuestro Molt Honorable.

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