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Mar Abad: "Lo más moderno en cualquier época es el librepensamiento"

16/10/2019 - 

VALÈNCIA. "Besos, heroína. Te escribiré tu biografía cuando seamos viejitas", me escribe en un mail nocturno Mar Abad, periodista, cofundadora de Yorokobu y autora de Antiguas pero modernas (Libros del KO). Mar es así: expansiva y generosa con el trabajo de los demás. Mantiene una de esas miradas limpias de prejuicios o dogmas y se abalanza sobre todos esos asuntos que le hacen pensar y disentir. Razona, duda, se apasiona. Lleva una sonrisa puesta tan ancha que casi le parte la cara en dos. El rojo de su pelo es tan intenso como los gestos que acompaña en cada respuesta. Los ojos le brillan cuando descubre cualidades y bondades en otros. Detecta la maldad pero sabe despreciarla. Es locuaz y bastarda, como las mujeres sobre las que ha escrito. Las mujeres que todos amamos. Las que mujeres que nos gustaría ser en estos ‘Tiempos Modernos’.

-Dicen desde Libros del KO que Antiguas pero modernas no es una serie de «biografías de mujeres», sino una visión más vívida, más locuaz y más bastarda de la historia de España. ¿Te parece una buena definición de este libro?
-Me parece una definición excelente. Incluso una alabanza. Creo que es vívida porque huyo de esa forma de contar la historia como una relación de hechos fríos que empieza en un lugar y una fecha de nacimiento y acaba en una fecha de muerte. Rrrrrrr… psssss… Rrrrrrrr… psssss… (Onomatopeya del ronquido). Lo que más me interesa de la vida de estas mujeres es su día a día, lo que amaban, lo que odiaban, sus expresiones lingüísticas, su forma de vivir, su manera de entender el mundo. Me interesa tanto (o más) lo que hacían en la calle que lo que decían en las tribunas. Y supongo que lo de locuaz y bastarda va mucho por ahí también. No intento construir heroínas; ya lo eran. Pretendo mostrarlas en su vida más pegada al suelo. Es la mejor manera de creerte a un personaje, de conocerlo, de sentirlo como una persona real y no como una serie de datos.

-Me interesa mucho la labor de documentación, casi de arqueología, a la hora que buscar a estas mujeres que han estado tan ocultadas durante tanto tiempo. ¿Dónde buscas?
-Detrás de Antiguas pero modernas hay varios años de búsqueda y obsesión. Llevo tiempo recopilando información sobre ellas. Tengo libros; estudios académicos; las obras que ellas publicaron, por supuesto. Pero para escribir estas biografías tomé una decisión: voy a reconstruir su vida basándome en todo lo que ellas escribieron y en lo que los personajes de su época (quienes las conocieron) escribieron de ellas. La mayor parte de esa información la encuentro en las hemerotecas. La mayor parte de los datos los saco de la prensa de entonces. Quería que este libro fuera una visión de su vida desde el filtro de la prensa, porque este libro es también una historia vivida de la prensa española. Hay muchas entrevistas tomadas de forma literal de las entrevistas que les hacían. Quiero que hablen ellas con sus palabras por dos motivos. Uno, para que sea su voz; para que vuelvan a hablar ellas como lo hicieron en su momento. Y dos, porque quiero transmitir la atmósfera de aquel tiempo (final del XIX y principios del XX) con sus palabras, sus expresiones, sus galanterías, sus abruptos y esa pasión y bravería que tanto me enamora y que hemos perdido con este lenguaje de cartón, autocensurado y neovictoriano que nos ha traído la corrección política. También usé dos libros imprescindibles para conocer la vida de Carmen de Burgos y Sofía Casanova: la biografía que escribió Concepción Núñez Rey de la primera y la que escribió Rosario Martínez Martínez de la segunda.

-Empecemos a hablar de alguna de ellas. Me ha fascinado, por ejemplo, Aurora Bertrana, pionera del jazz, defensora del amor libre y política. ¿Quién fue y, sobre todo, por qué apenas sabíamos de ella?
-No sabemos nada de Aurora Bertrana ni de muchísimas mujeres que fueron un referente intelectual a principios del XX porque la dictadura franquista ha roto nuestra historia. La destrozó con saña. Eliminó a casi todas las mujeres porque eran intelectuales, porque tenían vida más allá de sus cocinas, y se ensañó, sobre todo, con las republicanas, las de izquierdas, las masonas, las libertarias, las que no se sometían al confesionario. Aurora Bertrana fue una mujer libre, valiente, independiente, atrevida, inteligente. A mí me fascina por muchísimas cosas. Destaco dos: escribía sobre el amor libre en los años 30 (lo conoció en su viaje a la Polinesia y le pareció fantástica una sociedad sin matrimonios, en la que los hijos eran cuidados por la comunidad) y habló de la maternidad artificial en un país catolicón donde muchos matrimonios usaban el camisón con agujero para procrear. Ella, en cambio, planteaba una maternidad sin hombre, sin padre. Eso es adelantarse mucho a su tiempo. 

-Hay otras que parecen haber vivido existencias antagónicas -como Sofía Casanova y Rosario de Acuña- pero increíblemente intensas. Casi dos caras de una moneda…
-Sí. Elegí a estas cuatro periodistas porque no solo quería hablar de ellas. Quería hablar de la historia de España y la historia del periodismo mediante sus vidas y sus ideologías. Rosario de Acuña, Carmen de Burgos y Aurora Bertrana eran progresistas. Sofía Casanova era conservadora y al final de su vida llegó a ser incluso una ardiente defensora del franquismo. No quería retratar una época desde una única ideología. Quiero que el lector mire esa época desde los ojos de estas mujeres y desde su forma de ver el mundo. La única forma de entender el presente, el pasado y la vida es conociendo todos los puntos de vista. En la elección de Rosario de Acuña hay una comparación sutil, no ya con Sofía Casanova, sino con Emilia Pardo Bazán. Las dos nacieron en la misma época (Rosario en 1850 y Emilia en 1851), las dos nacieron condesas, las dos eran escritoras brillantes pero una ha pasado el filtro de la historia y la otra no. ¿Por qué? Rosario de Acuña renunció a sus privilegios de clase al declararse librepensadora; Pardo Bazán siempre fue “la condesa”, aunque fuera díscola y guerrera. Rosario de Acuña era anticlerical; Pardo Bazán era católica. Toda esta tensión se puede leer en la prensa de entonces. Los sectores progresistas defendían a Rosario y atacaban a Emilia porque Rosario se metía en todos los fregaos en defensa de la libertad (le costó el insulto, la persecución, el destierro, la pobreza) mientras Emilia vivió siempre en su burbuja de ricos e ilustres. No hay que quitar méritos a Pardo Bazán, pero creo que es muy injusto que no se recuerden a otras mujeres tan admirables como ella. 

-Y, por supuesto, tu adorada Carmen de Burgos de la que has recibido un premio que lleva su nombre.
-La historia de Carmen de Burgos es una estampa de lo cruel y repugnante que fue el franquismo. En la prensa de principios del XX se puede ver que no hubo una intelectual como ella. Ni Pardo Bazán tuvo tantos reconocimientos fuera de España. Carmen de Burgos, además de periodista y escritora, fue una de las grandes impulsoras del feminismo español. Fue la mujer que organizó la primera manifestación feminista ante el Congreso de los diputados para pedir el voto de la mujer y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Pasó veinte años de su vida promoviendo el divorcio, el sufragio femenino, la modificación del Código Civil. Le costó insultos, desprecios, que la destinaran a Toledo como castigo… Y aun así siguió luchando por la igualdad hasta el mismísimo día de su muerte. 

-Has dicho que este libro demuestra que no tiene sentido la división entre "la historia" y "la historia de las mujeres". ¿Por qué?
-Creo que todavía existe una visión estúpida de la historia: “la historia”, “la historia contemporánea” y “la historia de las mujeres”. La “Historia” en mayúsculas que se estudia en los colegios y que se lee en los libros está llena de hombres. Hombres, hombres, más hombres. Y cuando queremos conocer a una mujer del pasado tenemos que buscar biografías aparte, libros catalogados como feministas. Esto se ve de forma muy clara en las librerías: en la sección de Historia hay cientos de libros que hablan de hombres y más hombres. La mayor parte de las veces para buscar a una mujer del pasado tienes que ir a la sección de Feminismo o Mujeres. ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que estar aparte? Me parece atroz. Muestra una visión del mundo absolutamente enloquecida. ¿Hay que distinguir dos tipos de historia según los genitales? ¿Hemos de ser las mujeres un gueto? ¡Jamás!. Desconfío de las distinciones entre blanco o negro, local o foráneo, hombre o mujer. Y esto no implica no ser feminista: creo que es la concepción más absoluta, convencida y apasionada del feminismo.

-En este sentido, ¿se puede hablar de la historia del periodismo español sin pensar en el ingente trabajo de estas mujeres?
-Estudiar la historia del periodismo sin tener en cuenta a esta y a muchísimas mujeres más es como estudiar geografía excluyendo Asia, África y América. No se puede entender nada. Yo estudié una historia del periodismo ridícula: solo había hombres. Me creí que todas las mujeres habían estado amamantando nenes y haciendo ganchillo. ¡Qué error! ¡Qué injusticia! ¡Qué maldad meditada haber escrito esta historia!  Es como si los médicos solo estudiaran a los enfermos de cintura para arriba. Como si los arquitectos solo construyeran tejados. Como si los panaderos solo usaran levadura para hacer el pan. Es ignorancia e injusticia en estado puro.

-El periodismo es otro de esos oficios poblado por mujeres en puestos intermedios y con muy pocas en la cima. ¿A qué crees que se debe?
-Esta injusticia obedece a la tradición de supremacía del hombre que arrastramos desde hace siglos. Lo tenemos tan interiorizado como sociedad que, a veces, hasta nos cuesta darnos cuenta. A veces, incluso las mujeres contribuimos a ello de forma inconsciente. Creo que esto solo se puede cambiar mediante la educación y una política que intente corregir el desequilibrio. Es un hito histórico ver la libertad e independencia que hemos conseguido en los últimos años, pero no podemos bajar la guardia. Siempre hay troles que inventan discursos infames para mantener el dominio que han tenido los hombres sobre la vida de las mujeres. Pero a muchas nos da igual: ni vamos a pedir permiso ni vamos a pedir perdón. Vamos a vivir nuestra vida como nos dé la gana: sin represión ni moralinas ni tonterías.

-Hace un par de días leíamos la noticia de que las escritoras y periodistas mexicanas pedían el fin del machismo en la industria literaria en la FIL del Zócalo a favor de la paridad de género en las citas culturales. ¿Crees que Latinoamérica sigue siendo un territorio en el que la lucha debe ser todavía más grande?
-En todo el planeta la lucha ha de ser mucho más rotunda. E insisto: no hay que pedir permiso. Hay que hacer. Está muy bien manifestarse, pero yo creo más en los hechos que en los gestos. Podemos manifestarnos para que se reconozcan los cuidados que hacemos en el hogar, pero si al llegar a casa guardamos la pancarta en el trastero y nos ponemos a lavar los calzones del marido porque él no sabe ni poner la lavadora… ¿qué? ¿De qué ha servido tanto grito? Tú cambias el mundo cuando cambias tu conducta. Lo demás son canciones que solo ponen la banda sonora.

-¿A qué periodistas actuales admiras tú? ¿Quiénes creen que están escribiendo esta historia que después tantas otras leerán?
-La historia la escribimos todos; no solo quienes la escriben de forma literal. Todos: los intelectuales, los artistas underground, los manifestantes, los rebeldes, los apaleados. Todos porque todos dejan grabada una parte de la historia. Admiro a tantísimas que no acabaría ni en dos días sin parar de escribir. Para empezar, a ti. A Marta San Miguel, Silvia Cruz, Tereixa Constenla, Ana Alonso de Blas, Celia Blanco, Gabriela Wiener, María Fernanda Ampuero, Noemí López Trujillo, Virginia Mendoza, Virginia Alonso, Loreto Sánchez Seoane, Natalia Bravo, June Fernández, Leila Guerreiro, Soledad Gallego Díaz, Angels Barceló, Pepa Bueno, Ana Pastor, Lucía Méndez, Eva Cruz, Esther Palomera y muchísimas más.

-Los límites entre lo antiguo y lo moderno son cada vez más difusos. Tú, ¿sabes diferenciarlos? ¿Qué es ser moderna casi en el año 2020?
-Lo antiguo y lo moderno siempre conviven. Y como nos movemos por modas, una misma cosa va cambiando de papel: a veces es antiguo y a veces, moderno. Lo podemos ver con VOX. Los valores que hace solo cinco años encarnaban lo más rancio y casposo se han convertido en algo “novedoso”, “irreverente”, “desafiante”. Lo escribo entre comillas porque, para mí, siguen siendo los valores franquistas repugnantes e inadmisibles. No tienen nada de modernos ni de antiguos. Son atroces: punto. Creo que lo más moderno en cualquier época de la historia es el librepensamiento. Y ahora mismo estamos muy mal de eso. Es muy grave que estemos tan irascibles, tan irritables, tan intolerantes, tan indignados, tan ofendidos. La libertad de expresión está hoy apaleada. 

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