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Maite Miralles: "La Estrella es un caso bastante atípico en el mundo del teatro, por eso hemos resistido"

2/08/2020 - 

VALÈNCIA. Durante el confinamiento, Maite Miralles se recorría el teatro de arriba abajo durante dos horas. Era su caminata diaria para mantenerse en forma. El encierro derivado de la crisis sanitaria del coronavirus la pilló (como no podía ser de otra forma) en la Estrella, uno de los pocos teatros de marionetas que se mantienen con vida y que fundó junto con el actor Gabriel Fariza hace 25 años en pleno barrio del Cabanyal. La compañía familiar, que ostenta el mismo nombre que su sede, alimenta el espacio con producciones y marionetas propias. Quizá por ello, reconoce Miralles, han resistido al duro embiste de este 2020.

Durante los últimos meses, han compaginado la creación de historias, que han subido a su canal de YouTube, con un encargo para cine que llegó a mitad del confinamiento. También han celebrado la tercera edición del Festival de Titelles, que se emplazó al pasado mes de julio. Son cerca de 40 años sobre las tablas. El tiempo curte, desafía y resulta imparable. Por eso reinventarse es una obligación: “Empezamos con el espectáculo Jugo de Juguetes, en el que actuaba Gabriel, que falleció desgraciadamente el septiembre pasado. Yo me encargaba de los muñecos. Fue el primer espectáculo de este tipo en el Retiro de Madrid, en plena transición”, recuerda la también pintora al recordar sus inicios.

Desde entonces, el Teatro la Estrella se ha convertido en un espacio de referencia: un lugar donde las marionetas toman el control y la imaginación se desborda. Un sitio que toda una generación de niños y niñas recordará con nostalgia. “La ventaja de los artistas es que tenemos recursos. Te pueden frenar físicamente, pero la cabeza sigue funcionando. Yo creo que incluso más. Cuando más encerrado estás, más rápido va la cabeza: las ideas surgen a borbotones”, concluye Miralles. Pese a todo, vale la pena seguir soñando.

-¿En qué lugar se encuentran ahora mismo las artes escénicas en València?
-En general, todo el mundo está a la expectativa, en la cuerda floja, porque no hay ningún tipo de seguridad. En nuestro caso tenemos la suerte de ser una empresa familiar. Las empresas familiares pueden resistir más en situaciones adversas porque al final la familia se atrinchera y hace piña; las que dependen de más empleados, de más infraestructura, tienen más gastos… Supongo que es muy complicado de afrontar. Nosotros hemos podido resistir, aunque el futuro sigue siendo muy incierto.

Incluso pensando en el mejor de los casos, es decir, que en septiembre se reanuden las obras de teatro…, nadie nos lo asegura. Incluso aunque se pongan en marcha las programaciones, será prácticamente imposible hacer campañas escolares; no sabemos todavía, si hay colegio, cómo plantear estas salidas extraescolares. Por ahí nada o, de ser así, será muy complicado.

Por otro lado, los aforos limitados afectan a los precios, y más todavía en el teatro infantil, que ya de por sí obliga a tener unos muy reducidos porque parece que lo infantil tenga que ser de clase B. A la gente, de primeras, le parece caro, aunque cuando luego ven todo el trabajo que hay detrás, lo valoran más. Pero sí hay una resistencia inicial.
Con estos precios, y con las restricciones de aforo, es imposible afrontar una temporada normal. Muchas veces no se podrá ni sacar para los gastos mínimos. Habrá que reinventarse una vez más.

Foto: ESTRELLA JOVER

-¿Es imprescindible el respaldo de la Administración para sobrevivir?
-La administración tiene que ayudar y apoyar a la cultura. Es importante. El negocio cultural, los 'empresarios' de este sector, no nos forramos: sacamos lo justo para vivir dignamente. La cultura no te hace rico: es una manera de vivir que uno elige porque es lo que le gusta y no sabe hacer otra cosa. Si no hay ayuda de la Administración es muy difícil mantener un teatro privado abierto: es casi imposible. Nosotros (e insisto con lo de la familia) somos un caso bastante atípico dentro del mundo del teatro y hemos resistido precisamente por eso. Hemos resistido en la lucha del Cabanyal, hemos estado defendiendo el barrio y hemos tenido el teatro abierto a pesar de que decían que estaba cerrado y nos lo querían tirar. Hemos estado haciendo funciones para ocho y diez personas porque actuábamos nosotros, atendíamos nosotros, lo hacíamos todo: no había un gasto externo que nos lo impidiera.
Pero en el caso de otros compañeros, que son la mayoría, como no haya una ayuda de la Administración… es prácticamente imposible.

-En la Estrella os dedicáis exclusivamente al teatro de marionetas (que también fabricáis vosotros). El que sea algo tan específico, ¿va a vuestro favor o en vuestra contra?
-A nivel de público, va a nuestro favor. Hemos conseguido crear un estilo propio, muy particular, durante 25 años. Y hemos creado un público que no es el típico, sino que son amigos y amigas. El público que viene aquí es porque busca lo que hace la Estrella y quiere encontrar a sus personajes: a Bombalino (cuando estaba), a Cuchufleta, a Coscorrito… y repiten una y mil veces.

A nivel de ayudas externas de la Administración, ha ido más en nuestra contra. Se nos ha considerado un teatro más, no uno 'especial'. Además de eso, teníamos una programación fundamentalmente nuestra; y, al ser nuestra, a nivel de las ayudas y lo que está estipulado, como no dábamos trabajo a otras compañías, no se nos consideraba para tener un tipo de ayuda.

En cualquier caso, hemos continuado con nuestra línea porque tener un teatro para nosotros, donde poder crear y tener libertad absoluta, donde poder desarrollar una filosofía y una forma de concebir el teatro y la creación, era nuestro sueño desde que empezamos. Y a pesar de que sabíamos que muchas veces eso no nos favorecía, hemos seguido adelante. Ahora es cuando creo que se empieza a entender lo que es la Estrella y lo que ha supuesto la Estrella para la ciudad de València. Hemos sido pioneros en esto: en montar un teatro de marionetas y hacer una programación estable y resistir todo este tiempo abiertos. Estoy muy satisfecha de lo que hemos conseguido. Ahora es cuando se nos empieza a valorar.

Foto: ESTRELLA JOVER

-Ahora que existen tantas ofertas de ocio a las que hemos recurrido durante el confinamiento, en su mayoría digitales, ¿puede haber algún problema a la hora de volver al teatro?
-No, para nada. Ninguna tecnología podrá igualar o superar la magia del teatro. Estoy totalmente convencida de ello: esas sensaciones, emociones, vivencias y felicidad que sientes viendo teatro en directo nunca las podrás sentir en tu casa sentado en un sofá mientras te tomas un refresco solo. En el teatro se crea un ambiente, algo especial: una magia.

Y defiendo tanto las marionetas porque realmente es un arte milenario. Un arte que se ha utilizado en todas las culturas, en religiones; incluso los psicólogos o psiquiatras utilizan marionetas para las terapias… La marioneta tiene una capacidad de transmitir tan directa que no es igualable a nada más. Y eso no va a desaparecer nunca.
Nosotros hemos tenido experiencias increíbles con las marionetas... Nos han pasado cosas muy extrañas. Son mágicas.

-¿Qué retos físicos e interpretativos tienen las marionetas?
-Nosotros hacemos todo el proceso creativo alrededor de la marioneta. En el taller la construimos: ahí no tiene vida, es un muñeco. Después, la coges, empiezas a moverla, y le enseñas, por así decirlo, a caminar, a moverse… Entonces llega un momento en que la marioneta va sola. Hay un punto en el que el marionetista lo siente: sientes que realmente vas tú detrás de la marioneta y no ella delante de ti. Lo máximo que he sentido (y puede parecer una tontería) es que la marioneta puede llegar incluso a respirar. Es tal el punto de compenetración del que está manipulando y la marioneta… Ha habido alguna vez, en algún coloquio en el que he estado con la marioneta, que me han preguntado algo y, a la hora de hablar, me he dado cuenta de que la marioneta me miraba: cobran vida.
A lo mejor construyes dos marionetas iguales en cuanto a cuerpo, articulaciones, medidas… y no se sabe por qué, pero una cojea un poquito. Y lo bonito es que, si es así, la dejes cojear porque esa es realmente su personalidad. En realidad, son hijos. Es otro tópico, pero es así.

-En Barcelona, el Govern quería suspender toda actividad cultural por los rebrotes, pero no otro tipo de actividades relacionadas, por ejemplo, con la hostelería. ¿Es una muestra más de lo poco que se valora la cultura?
-No lo sé. Soy optimista por norma general, de carácter, pero en este caso soy pesimista. Me he llevado una desilusión con la gente. Pensaba que en este tiempo de confinamiento iba a haber un antes y un después; se supone que íbamos a reflexionar sobre muchas cosas, sobre lo que es prescindible y lo que no, sobre lo que es necesario y lo que no… Y, por lo menos, sacar algo positivo: que algo cambie. Pero no sé. Realmente parecía que lo más importante era irse a tomar una caña. Eso se ha repetido hasta la saciedad, pero nadie decía: “Quiero ir a un teatro”. Ha sido un poco triste.

Foto: ESTRELLA JOVER

-Desde la compañía, os sumasteis al movimiento vecinal Salvem el Cabanyal para defender el barrio. ¿Cómo valoras toda vuestra trayectoria? ¿Cómo es tener un teatro en el Cabanyal?
-Yo soy valenciana, de Russafa, pero no tenía relación con el Cabanyal. Después de vivir 14 años en Madrid, volvimos con la idea de tener un teatro y ahí es en realidad cuando lo descubrí como barrio. Un barrio precioso, un pueblo marinero lleno de costumbres, con la gente comiendo en las calles… Era como ver una película de Berlanga todos los días. Vimos esta casa y supimos que era un sitio perfecto porque queríamos que nuestro teatro fuera especial (no lo veíamos en el bajo de una finca de pisos).
En ese momento fue un riesgo (aunque también es verdad que a lo largo de nuestra vida siempre hemos ido de riesgo en riesgo), porque estaba fuera del centro de València y la gente me decía “no va a ir nadie, y menos a un teatro de marionetas”. A pesar de todo, apostamos por hacerlo. Y lo hicimos. Curiosamente, fue una cosa tan extraña que llamó mucho la atención. Y sí, nos hicieron mucho caso en los medios de comunicación y demás.

Pero cuando empezó la lucha en el barrio, al teatro se lo querían cargar (estaba en medio de la prolongación). Nos involucramos de cabeza defendiendo el barrio con Salvem el Cabanyal. Esa fue nuestra “sentencia de muerte”: al Teatro La Estrella nos tildaron de “rojos”, de “antitodo”, de luchar contra “el progreso”; nos vetaron en televisión, prensa; nadie nos hacía caso…, un desprecio total, incluso se decía que habíamos cerrado. Se corrió la voz y aquí no venía nadie. Fuimos la única empresa que se mantuvo cuando todo el mundo cerró, cuando el barrio se estaba deteriorando tanto. Nos quedamos aquí, en el gueto este que consiguieron hacer.

Esa fue la causa de abrir otro teatro [la Sala Petxina]. Parece que tengamos dos porque somos los multimillonarios de la cultura valenciana, pero en realidad es así porque supuestamente era cuestión de meses que nos echaran de aquí y teníamos que buscar otro espacio. Y lo que iba para meses se convirtió en 18 años. Eso nos obligó a mantener los dos teatros abiertos, porque si cerrábamos este suponía entregarlo en bandeja. Había que resistir. Y hemos estado 17 años luchando por esto.
Ahora el barrio se está rehabilitando. Es una felicidad que esta placita donde estamos haya cogido vida, que las casas se estén rehaciendo, que empiece a venir la gente… Es una maravilla. Estamos viendo un resurgir del Cabanyal, que será otro distinto al que conocimos, pero bueno, al fin y al cabo, seguirá siendo nuestro barrio.

Foto: ESTRELLA JOVER

-¿Y la gentrificación? ¿Ha llegado hasta aquí?
-Estamos en un punto en el que hay que atinar y cuidar para que no se desmadre ni se descontrole. Y creo que lo están haciendo. En el plan de rehabilitación del Cabanyal que el Ayuntamiento ha propuesto y aprobado, hay un control de los pisos turísticos, de los bares, de los sitios públicos, etc. El peligro es que sea un Ruzafa II..., pero creo que se va a conseguir evitar, porque incluso la gente extranjera que está comprando casas suele ser, en conjunto, gente culta que ha elegido el Cabanyal porque le gusta el barrio. Habrá de todo, pero una mayoría lo elige porque lo aprecia tal y como es: por su esencia. De hecho, eso se está viendo en el tipo de rehabilitación de las casas, que es muy respetuoso. Confío en que se mantenga así.

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