Hoy es 24 de noviembre

su cortometraje viajará al Short Film Corner en Cannes 

Lucía Sáiz, la joven documentalista que da voz a mujeres que vivieron silenciadas

2/07/2019 - 

CASTELLÓ. Solo un sábado fue suficiente para que Isabel Garrido tomará el control de su palabra. Fue un grupo de recién graduados quienes dieron forma a una poderosa historia que habla de todas esas mujeres que siempre creyeron que no tenían nada que contar. Con 84 años es ahora cuando está empezando a vivir con total independencia. Porque la independencia se tiene cuando se naturaliza la toma de decisiones o cuando, por ejemplo, se conocen todos esos aspectos que acontecen a un hogar, más allá de la cocina o la limpieza. Esa es la base que transfiere Nada que contar. Son muchas las mujeres que como Isabel han vivido en plenitud cuidando de su familia y su esposo. Pero conforme sus hijos empiezan a independizarse y su esposo fallece, la vida de la protagonista cambia. Su voz es la que ocupa ahora cada rincón de su casa. Y eso asusta y empodera. 

Lucía Sáiz Alegre, graduada en Comunicación Audiovisual por la UJI, es la directora de este cortometraje que ha sido recientemente seleccionado por FilmNow, un catálogo de cortos de estudiantes de cine y audiovisual de toda España que permite su distribución por diferentes festivales y mercados de cine nacional e internacional. En su caso, Nada que contar ha sido escogido entre más de 70 producciones de más de 26 universidades y escuelas estatales. Cosa que permite a la joven cineasta y a todo su equipo -Manuel Jaén Palomino, Alicia Serrano y Álvaro Giménez Tirado- llevar su trabajo hasta el Short Film Corner en Cannes o el Clermont Ferrand, ambas citas francesas. Así mismo, el documental ganó el primer premio a la mejor producción audiovisual en el Festival Oculus y fue seleccionado en la 34 edición del Festival Internacional de Cine de Valencia, Cinema Jove.

Un agradecido corto amateur que puede valer para profesional la carrera de un equipo de ex estudiantes. La grabación fue en un día -el sábado-, el material partía de la universidad, la comida la puso Isabel Garrido y, por lo tanto, no había un presupuesto marcado. "Pensamos que nuestro tiempo no vale dinero porque tenemos mucha ilusión por hacerlo", confiesa Sáiz Alegre. Ahora bien, todo tiene su valor, todo debe ocupar su lugar. 

-¿Cómo digiere alguien que acaba de empezar la exposición audiovisual a la que va a someterse su trabajo? 
-No somos para nada conscientes. La selección es ya bastante significativa, porque van a haber personas que querrán ver nuestro corto. Siempre, cuando haces un trabajo para clase asumes que va a quedarse solo en eso. Aun así, cuando acabamos de hacerlo pensamos que había quedado bien y lo intentamos mover por distintos festivales. En muchos ni se nos seleccionó. Por eso, que ahora gente relevante del sector lo vaya a ver es una barbaridad. Es eso, en efecto, lo que más nos complace. Aunque fuera un festival muy pequeño, queremos que la gente lo vea. No pensamos en esto como en algo que nos va a dar dinero, que igual es un error. Todavía tenemos mentalidad de estudiantes. 

-¿Qué sueñas encontrar en las principales citas del audiovisual?
-No sabemos lo que implica porque ya te digo, no nos lo creemos. Ahora cada uno está en una parte del mundo y vamos gestionando, como nos apañamos, los diferentes papeles. Hablo por mi, pero creemos que ya está, que ya hemos tocado techo.

-¿Qué os llevó a dar alas a la historia de Isabel Garrido?
-Es mi iaia. Es una historia que tengo en casa y cuando falleció mi abuelo, empecé a ser consciente de ella. Empiezo a entender porque mi abuela solo estaba pendiente de nosotros y no hacia nada para ella misma. Si yo me planteaba por un momento llegar a los 80 años como ella, tenía claro que no quería que fuera así. Me gustaría ir con mis amigos por ahí o seguir unas aficiones. Pero me di cuenta de que ella no tenía. Su afición al final era cuidar a la gente y coser. Y cuando todo esto se va acabando, ella se queda sola. 

-Hablamos de una mujer que no se ha podido mimar a sí misma porque siempre ha estado a los pies de los demás. Pero a sus 84 años tiene la oportunidad de cambiar este tipo de vida. ¿Es esto posible?
-Mi abuela se ha dado cuenta de que no ha tomado una decisión nunca. Que podía tener voz pero no tenía voto y que ahora sí lo tiene. Sabe que lo que quiera va a ser así y tiene acceso a todo lo que antes no podía, como por ejemplo las cuentas económicas. No es que mi abuelo fuera dictatorial, pero era el contexto en el que ambos crecieron. Ahora veo que ella está empezando a cambiar. Hay veces que incluso le digo que está hecha una adolescente otra vez. Pero aun así queda mucho por cambiar. 

-¿Qué nos dice esta historia de la sociedad de hoy?
-Al final vemos que la gente mayor ha sido educada en un contexto en el que obviamente van a encontrar como normales ciertas actitudes que no lo son. Hay como una gran distancia generacional entre ambas. Yo no puedo pretender que ella comprenda algunas de mis actitudes, al igual que a mi me choca que ella vaya todos los días a misa. 

-Y de ahí el título 'Nada que contar'.
-Sí, es bastante claro. Cuando le planteé a mi abuela hacer un documental sobre su historia, me dijo que no tenía nada que contarme. No les han dejado hablar y por eso creen que no tienen nada que decir. 

-La sociedad es propensa a alabar las películas con mucha postproducción detrás, con altos efectos visuales y tramas totalmente ficticias. Contrariamente, en tu caso, parece atraerte un cine más social o de proximidad. 
-Sí, a mi me interesa el documental social y muy observacional. Me gusta ver lo que pasa alrededor, más que buscar una mejor calidad. En el corto, la voz de mi abuela es la única que habita. 

-¿Tienes claro que este es el camino a seguir? ¿Cuál será el próximo paso a dar?
-El próximo paso aún queda lejos. Lo único que tengo claro es que quiero reivindicar algo en mis historias. A través del arte se producen grandes cambios sociales. También he presentado un corto para el programa Ateneo de Dona i Cinema y mi Trabajo Final de Grado ha sido de temática social. Por inercia tomo estos caminos. 

-Ahora bien, ¿se os toma en serio a los jóvenes cineastas?
-El problema que tenemos quienes empezamos es que no sabemos cómo entrar en la profesión. Poco a poco vas conociendo a gente y todos te dicen que te muevas porque al final algo saldrá. Siempre por debajo claro. Pero si te comparas con alguien que hace Magisterio, que sabe que debe hacer oposiciones y ya va a tener su trabajo, en nuestro caso vemos como tenemos muchos conocimientos pero no sabemos bien cómo focalizarlos. 

-El principal problema parece pues una falta de orientación durante los años de formación, ¿no?
-Cuando empezamos en este mundillo tenemos todos los miedos posibles, pero además, cuando sales de una carrera tan amplia como Comunicación Audiovisual, que no acabas siendo periodista, ni publicista, ni mucho menos cineasta, vas perdida. Crees saber que quieres dedicarte al cine, pero nada más. Igualmente, llevamos toda la vida literalmente estudiando. Entonces, cuando acabamos esta etapa y se supone que deberíamos entrar en el mercado laboral, al no hacerlo nos sentimos perdidos, no sabemos cómo afrontar el siguiente paso. Y más en un sector como el audiovisual en el que es complejo entrar. De ahí también la inercia que solemos tener los jóvenes de empezar un máster, únicamente para alargar la zona de confort. Aun así, programas como Dona i Cinema permiten orientarte un poco. 

-Ahora vives en Manchester, ¿que te ha hecho ir a la ciudad inglesa?
-Acabé la carrera e hice prácticas en una empresa de márketing que me contrataba, pero enseguida me di cuenta de que no era lo que me gustaba. No me aportaba más que cierta enseñanza. Así que decidí dejarlo y me vine a aprender inglés. Estoy fregando platos y mientras aprovechando las oportunidades que salen. 

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