el billete / OPINIÓN

Lo vamos a lamentar

Foto: ISABEL INFANTES/EP
25/07/2021 - 

Por mucho que se celebrara en el Palau de la Generalitat el cese fulminante y de malas maneras de José Luis Ábalos, al que Sánchez solo agradeció públicamente los servicios prestados con la frase de rutina en el BOE, la destitución de un ministro de obras públicas valenciano es una mala noticia para los valencianos (este tema iba la semana pasada, pero me lie con el TC). También Puig en su faceta de presidente va a lamentar la ausencia en el Consejo de Ministros de su paisano y sin embargo enemigo. Baste decir que es casi el único ministro del ramo que hemos tenido en cien años —quitando los siete meses de Luis Lucia al final de la II República y los nueve de Julio Just ya en plena Guerra Civil—, y así nos ha lucido.

Tener un ministro valenciano, independientemente de la opinión que nos merezca su gestión y sus escándalos, es mejor que tener uno de Toledo. No asegura que vaya a barrer para casa, pero siempre cae algo. De hecho, se le reprocha a Ábalos que no haya hecho por su tierra tanto como José Blanco hizo por su Galicia, pero es que lo de Pepiño es insuperable. Nuestro paisano hizo cosetes como destinar el 10% de su presupuesto a la Comunitat Valenciana, algo que no había ocurrido en los veinte años anteriores —otra cosa es la ejecución—, confirmar la liberalización de la AP-7 y, sobre todo, aprobar proyectos que respondían a las clásicas reivindicaciones valencianas largamente desoídas por ministros gallegos, catalanes o cántabros: el Corredor Mediterráneo, las Cercanías, las carreteras… Gracias al abrupto final de su ministerio, siempre podrá decir que no le dio tiempo.

Con Ábalos, los políticos y empresarios valencianos no solo tenían un ministro al que no había que explicarle la falta que hacen determinadas infraestructuras, sino alguien a quien llamar para interceder ante otro ministro o ministra sin tanta sensibilidad hacia los problemas de este lado del territorio. Si los azulejeros querían hablar con la esquiva ministra Ribera, nada mejor que llamar a José Luis.

Diana Morante, en la conferencia de Puig el pasado miércoles. Foto: ALBERTO ORTEGA/EP

Ahora tienen el número de móvil de Diana Morant, sin apenas peso en el Consejo de Ministros y con una cartera —Ciencia y Tecnología— dotada de mucho menos presupuesto que el de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (obras públicas, para entendernos). Nos cabe la esperanza de que la exalcaldesa de Gandia nos quiera tanto como su antecesora Cristina Garmendia demostró querer a su tierra cuando pagó, en plena crisis, la mitad de ese santuario de la ciencia llamado Basque Culinary Center —7 millones a dedo y por anticipado mientras el resto de centros tecnológicos y de investigación de España tenían que competir por las migajas de las subvenciones—, centro que recibe cuantiosas subvenciones del ministerio de Agricultura, que los vascos se miran mucho el Cupo cuando hay que contribuir pero a la hora de recibir ponen la cesta punta sin remilgos. No los tenga tampoco Morant no solo con la Fundación Ellis, que algo le caerá al sueño de Nuria Oliver, sino con esa realidad que son los institutos tecnológicos valencianos.

Otra desgracia es la sustitución en Cultura y Deportes de Rodríguez Uribes, que también hizo cosetes para atender reivindicaciones históricas de los valencianos. A Uribes, que solo ha durado año y medio desbordado por la pandemia, lo mandan a casa para poder resituar a Iceta en algún ministerio en el que no moleste, lo que demuestra el interés que tiene Pedro Sánchez por la cultura y el deporte.

La sustituta de Ábalos es la hasta ahora alcaldesa de Gavà (Barcelona), Raquel Sánchez, quien, como es natural, no tiene ni idea de cuáles son las necesidades en infraestructuras de los valencianos, ni siquiera del Corredor Mediterráneo, que en Cataluña tienen más que completado con más querencia a avanzar hacia Madrid que hacia el sur. Raquel Sánchez es afín a Salvador Illa, el verdadero ganador de la crisis de Gobierno y líder emergente del socialismo periférico frente a un Puig que goza de muy buena prensa pero del que Sánchez nunca se va a fiar. No hay más que ver cómo celebró el PSC tener a una ministra de peso que se va a ocupar de Rodalies —las de Cataluña, claro— y de otras necesidades "urgentes" como la ampliación del aeropuerto de El Prat, al lado de su casa de Gavà. El túnel pasante le sonará a chino y la ampliación del puerto de Valencia, ya veremos...

Salvador Illa y Raquel Sánchez, tras la toma de posesión de la ministra. Foto: ISABEL INFANTES/EP

Ningún miembro del Gobierno acudió al traspaso de carteras pero no faltó Salvador Illa, que no tardará en colocar a los suyos en los puestos clave del ministerio y de las empresas públicas desplazando al personal de confianza de Ábalos, quien había elevado hasta a su guardaespaldas y amigo Koldo como consejero de Renfe. En este sentido, hizo bien Ximo Puig en tratar como 'visita de Estado' la del líder de la oposición en Cataluña —nunca fuera caballero…— por su condición de padrino de la ministra de obras públicas.

Puig tenía más que rascar en ese encuentro con Illa que en la conferencia que dio dos días después en Madrid ante un nutrido grupo de valencianos habituales de sus conferencias y cuatro ministros amigos: Planas, Morant, Iceta y Escrivá. Agricultura, Ciencia y Cultura son muy importantes —en Seguridad Social no hay nada autonómico que rascar—, pero lo presupuestariamente relevante para la Generalitat valenciana está en manos de María Jesús Montero, que estaba ocupada pactando con ERC un apaño inconstitucional para los interinos, y Raquel Sánchez, quien tampoco acudió a escuchar el proyecto para España de Puig.

Una conferencia en la que el president sacó de la chistera la propuesta de un impuesto para los más ricos de Madrid, novedad que le permitió cierto protagonismo en los medios nacionales, cosa que no había ocurrido con sus recientes cumbres bilaterales autonómicas. Cada día cuesta más hacerse un hueco en el Telediario, y provocar a Ayuso todavía funciona. Lástima que con esa aportación al debate de la reforma fiscal no se visualice el verdadero problema financiero de la Generalitat, que Puig no quiere agitar porque para qué va a enfrentarse al Gobierno de España pudiendo discutir con la presidenta de Madrid.

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