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‘un buen día para desaparecer’

Los millennials se hacen mayores: Sanz i Vila explora los claroscuros del ser humano

11/04/2017 - 

VALÈNCIA. Cuando la revista TIME llevó a su portada a los millennials, bautizados como ‘The Me Me Me Generation’, terminó de abrir el melón con el retrato de una nueva hornada de ciudadanos que calificaba como narcisistas y superficiales. Y probablemente no iba desencaminado. Sin embargo, conforme los millennials se hacen mayores y dan paso a los centennials (sí, existen), un rasgo que se mantiene es la ansiedad por no poder ocupar todos los espacios que se les exige socialmente. Si este sentimiento parte necesidad de estar presente en el mundo online, la madurez hace que se traslade también al ámbito de la conciencia social, el desasosiego al comprobar que las férreas estructuras institucionales no evolucionan al ritmo esperado y que uno, sencillamente, no puede abarcar con todo. Entre el yo y el nosotros se sitúa Un buen día para desaparecer (Editorial Lunwerg, 2016), el nuevo libro del ilustrador Pau Sanz i Vila (Dénia, 1990) que, aun a riesgo de caer en clichés, podríamos decir es el más personal de su trayectoria por una sencilla razón: por primera vez se sitúa a él mismo en el centro de la trama.

“El hecho de que yo mismo sea el protagonista parece determinante para decir que tiene mucho de personal, pero lo cierto es que la realidad y la ficción están al cincuenta por ciento, o en lugar de 'la ficción' sería más acertado decir 'la metáfora', ya que si se lee desde esa perspectiva todo lo que aparece en el libro es completamente real, como digo en uno de los capítulos aunque sin dar demasiadas explicaciones al respecto”, explica el autor. El libro ilustrado, que lleva por apellido Mi viaje inesperado con el aro tricolor, es un diario de viaje al estilo de los antiguos exploradores pasado por el filtro del ilustrador, un accidentado periplo que le lleva a distintos escenarios y épocas históricas desde donde se replantea el significado del arte y se enfrenta de pleno a la ambivalencia del alma humana. Sin coche ni bici, el medio de transporte para este viaje es un aro tricolor que tiene el poder de transportar a su dueño a otros lugares, una pieza que reúne los tres únicos colores con los que su dueño dibuja.

El aro es en realidad un símbolo que representa “nuestro trabajo personal, nuestras inquietudes, aquellas cosas que nos hacen desaparecer por un instante de la realidad e imaginar lugares mejores”. Esta es la puerta entre la ficción y la realidad, un objeto que permite a su portador acceder a espacios que, aunque solo vivan en su mente, son igualmente reales y su impacto no es menor en su forma de entender el mundo. A quién no le ha movido todo por dentro un libro, película u obra de teatro. “Al igual que cuando un artista se sienta en la mesa del estudio y trabaja en una obra que representa un lugar, llega un momento en que estás tan metido en la creación que puedes sentir que realmente estás en ese espacio, eso es el aro tricolor”, añade el artista. Si en Triamor o Los novios de Gael exploraba las distintas maneras de entender las relaciones sentimentales, en su nuevo libro se atreve con temáticas más oscuras, episodios de violencia y sobre la gestión del odio.

El ying y el yang del ser humano

Es en una cárcel donde, a pesar de la amabilidad que traslada su gama cromática, se enfrenta a las escenas más extremas de cuantas ha pintado. “La negación de la libertad es algo que todos vivimos en un momento u otro de nuestras vidas. En las escuelas nos cierran las puertas del patio por protección, pero no las abren hasta que llega la hora de la libertad; en el trabajo si no cumplimos con esas horas en ese lugar podemos ser castigados con perder aquello que más necesitamos, en este caso el dinero; y en cuestiones legales, cuando el dinero no puede saldar nuestro error llega la negación de la libertad. Yo personalmente me niego a creer que el dinero y la libertad están al mismo nivel”, aduce el autor. De esta forma, y aunque efectivamente Sanz i Vila se sitúa por primera vez en el centro de la narrativa de forma explícita, Un buen día para desaparecer resulta un retrato no solo de sus preocupaciones sino, al mismo tiempo, una fotografía generacional sobre el ‘me, me, me’ que planteaba Time y cómo se éste se replantea su papel en la sociedad cuando ronda la treintena.

Pero, ¿por qué desaparecer? “No estoy pasando por ningún tipo de drama, ni estoy en plena búsqueda de un lugar mejor, pero sí es verdad que cada vez es necesario poner más peso en el lado positivo de la balanza viendo que el otro pesa mucho, me preocupan temas que narro en el libro como son la extinción masiva de animales que se está produciendo en la actualidad, la mayor que se ha registrado en la historia, o la esclavitud y otras injusticias históricas y actuales. Como digo, en mi caso no son problemas personales, pero sí son problemas del mundo en el que vivo que a todos nos preocupan de un modo u otro”, relata el ilustrador. Y es que, a final de cuentas, el poder del aro tricolor no es el de desaparecer, sino el de hacer que su portador esté muy presente. 

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