Las exigencias de rentabilidad, volatilidad y plazo son desmesuradas en comparación con lo que piden a otras clases de activos
MADRID. El economista Peter Berstein dijo que la ley fundamental de la inversión es la incertidumbre. Esta ley aplica de igual manera a cualquier negocio, ya sea industrial o inmobiliario. Siempre se está expuesto a la incertidumbre, aunque no siempre se sea consciente de ello. Las consecuencias derivadas de esta incertidumbre no siempre tienen que ser negativas, también pueden ser positivas.
En algunos casos, los inversores pueden tener un alto grado de insatisfacción sobre los resultados de sus carteras. En general, suele ser debido a que se ha invertido y no se ha ganado dinero a corto plazo o de manera estable en el tiempo, y las oscilaciones en el valor de las carteras generan gran inquietud.
Sin embargo, los comentarios que despierta esta incomodidad no son justos, y subyace una exigencia desmesurada a las carteras financieras. Las exigencias de rentabilidad, volatilidad y plazo no se sostienen, si se comparan con lo que se pide a otras clases de activo, como empresas o inmuebles.
Cuando se invierte en un negocio, ¿cómo es el proceso? Se piensa en un plan de negocio, se contrasta, se analiza, se intenta pedir a algún amigo que haga de 'abogado del diablo' (no vaya a ser que solo se esté ponderando lo que confirma la decisión que se desea llevar a cabo) y, si pasa todos los filtros, se acaba invirtiendo dinero o capital propio y, en ocasiones, deuda, dinero prestado de particulares o de los bancos.
Se pone el negocio en marcha: el equipo, los clientes, los errores, el cobro, el IVA, hacienda, etc., pero ni las ventas, ni los beneficios llegan al mes siguiente. Si todo va bien, (pocos lo logran) se considerará un buen resultado, si se puede generar retornos para el inversor en un plazo de 5-10 años, tras repagar las deudas y amortizar lo invertido. Por tanto, al emprender, se sabe que para ganar dinero es necesario asumir muchos riesgos e incertidumbres, además de plazos largos.
En el gráfico anterior se muestra la evolución del beneficio por acción (BPA) del índice MSCI World. Se puede observar con facilidad que existen una especie de ciclos, con movimientos positivos y negativos. Aún siendo positivo, la evolución en el corto plazo es dispar e impredecible.
Asimismo, se puede ver que el beneficio por acción de los negocios de las empresas cotizadas existentes que son de gran tamaño, generalmente con mucho talento, experiencia y exposición a varios mercados es cuanto menos poco estable. ¿Qué estabilidad se puede esperar de las compañías pequeñas y locales?
A continuación, se muestra el caso de los inmuebles. Si la opción es invertir en un inmueble en rentabilidad, que es de los negocios inmobiliarios menos arriesgados, hay que encontrarlo, hay que acometer reformas para adaptarlo a los intereses del inquilino, cobrar todos los meses un alquiler, pagar el IBI, el mantenimiento y solventar las incidencias.
Si se adquiere con deuda, habrá que pagar las cuotas y estar a merced de los cambios de tipos de interés. Solo pasado el tiempo, y si los precios del mercado inmobiliario suben y se vende el inmueble, habremos ganado dinero. Todo este proceso suele llevar 5-10 años en el mejor de los casos.
En el siguiente gráfico, se puede observar la evolución del precio de la vivienda en las principales 20 ciudades de EE UU. Se emplea este gráfico porque la fiabilidad de los datos es mayor y permite disponer de una mayor muestra. Como se puede observar, en los últimos 10 años la tendencia es claramente positiva, tras 7 años donde había ido progresivamente descendiendo.
Cuando se invierte en activos financieros, como no se parece a un negocio, se pretende ganar dinero inmediatamente, y además no sufrir la volatilidad por el camino. ¿Es esto posible? ¡Por supuesto que no!
Al igual que se presume poco probable empezar a ganar dinero con un negocio en su primer mes, o con un negocio inmobiliario, igual pasa con los activos financieros. Los mercados financieros permiten acceder más fácilmente a participar en distintos proyectos empresariales, protegen los intereses de los minoritarios y, además, son líquidos. Y es precisamente esa liquidez (aspecto positivo) uno de los aspectos que más inquieta a muchos inversores, pues al proporcionar una valoración de las posiciones diarias, pone de manifiesto las fluctuaciones, y en muchos casos genera estrés.
Curiosamente, tanto los negocios como los inmuebles en los que se invierte tienen la misma volatilidad en sus respectivas valoraciones, pero el hecho de no marcar precios diarios inmuniza, de alguna forma, frente a dicha inquietud. ¡Ojos que no ven, corazón que no siente! Al igual que no se invierte en negocios o inmuebles a corto plazo, pues se entiende que son proyectos con periodos de maduración elevados, cuando se invierte en activos financieros, se debe emplear el mismo criterio.
La principal ventaja de los activos financieros frente a los negocios y a los inmuebles es su liquidez diaria, o en un plazo corto de tiempo (en la mayoría de los casos). Adicionalmente, se pueden alegar otros, como los costes de transacción (inmateriales al compararlos con los de invertir en empresas e inmuebles), y que son fácilmente transportables de un país a otro. Además, permiten diversificar más fácilmente e invertir de manera global y, en caso de necesidad, siempre son más fáciles de apalancar, es decir, pedir prestado con ellos de garantía.
Cuando el inversor entiende la naturaleza y las alternativas posibles de las distintas clases de activos, deja de exigirles un trato diferente, consiguiendo sacar mejores resultados y vivir con un mayor grado de satisfacción, con las decisiones tomadas.
Rafael Juan y Seva es socio director comercial de Wealth Solutions