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PERSPECTIVAS LGTB EN LOS ESPACIOS CULTURALES 

Los retos culturales de una València orgullosa

Las relaciones entre la alta cultura y la cultura popular se han estrechado más que nunca en los últimos años con ayuda del colectivo LGTBIQ, que promueve cambios y pide presencia para romper con los tabús de la costumbre, de lo convencional. Martina Gual, mujer trans que trabaja en el sector de las telecomunicaciones entre Londres y València, se recrea en las vivencias que marcaron su etapa de cambios, su transformación; y ahora participa en los movimientos de arte emergente para dar visibilidad. Desde un punto de vista más popular, Rafa Soler, un joven gay de familia con orígenes sherpa, es presidente de falla por primer año y tiene inquietud de abordar muchas propuestas transgresoras para la fiesta. Dos espejos enfrentados que proyectan retos y eliminan algunas barreras que mantiene la sociedad en el marco de la diversidad sexual

24/06/2021 - 

VALÈNCIA. No es por esnobismo; la cultura contemporánea cada día abraza más lo autóctono, la cultura de masas y la agenda cultural se enraízan en lo local. La globalización se despieza con el potencial de los movimientos sociales, que ahora buscan recuperar memorias y mostrar nuevos afectos. El LGTBIQ es uno de los colectivos más presentes, que mantiene viva la lucha por visibilizarse en ámbitos donde tenía el coto vedado. Dos prototipos de perfiles de portavoces de diversidad muestran las caras de una València que en un lustro ha dado pasos de gigante en visibilidad del Orgullo, sobre todo en lo que respecta a la letra más olvidada: las personas trans, que ahora irrumpen con fuerza para reivindicar unos derechos que pronto serán ley.

El Orgullo del año 2014, pandemia aparte, fue el último en el que no hubo manifiesto en el balcón del Ayuntamiento de València: ni banderas, ni pancartas. Al gobierno de Rita Barberá se le achacaba falta de empatía con pretensión explícita de esconder las voces del colectivo, un cambio que llegó de inmediato con el gobierno de La Nau; y la reivindicación se transformó en una fiesta de la diversidad institucionalizada. Al margen de esto, los movimientos culturales de la ciudad han ido dando pasos de avance imparable.

“En estos últimos años nos hemos puesto las pilas y parece una carrera contrarreloj. A nivel cultural en València veo muchísima más inclusión del colectivo en campañas de concienciación, aunque considero que recalcamos mucho en visibilizar la homosexualidad, olvidándonos del resto de sexualidades e identidades”, asegura Martina Gual. Una joven empleada del ámbito de telecomunicaciones, que viaja continuamente entre Londres y Valencia y ahora compara las iniciativas culturales que se llevan a cabo en ambas ciudades. “Me gustaría una mayor inclusión, tengo la certeza de que tratar algo con normalidad es tenerlo asimilado como parte en tu día a día; algo banal que tiene importancia mínima en un contexto diario. Y creo que es ahí donde hay que llegar”.

Martina Gual participó en una performance poética que dio pie a una de las exposiciones más importantes que se han visto en los últimos años en museos valencianos con respecto a temas queer, la acción Lost in Transition, de Helena Cabello y Ana Carceller, creada ex profeso para el IVAM, en la que las artistas planteaban diferentes modelos de géneros no binario, de feminidades y masculinidades disidentes. “Participé como modelo y expresábamos la libertad de tomar tu transición hasta el punto que quisieras, a modo de una performance en la que bajando una escalera representábamos ese camino de descubrir tu género; siendo trans, cis, travesti o simplemente disidente de géneros normativos. Era un concepto muy interesante”.

También afirma que años atrás contribuyeron otros fenómenos a abrir estímulos artísticos al colectivo LGTBI, como las exposiciones de Antonio De Felipe. “Durante muchos años fui fan de él porque nos daba esa versión pop-art con un punto de estética España, tan típica de él. Se podría decir que es un Andy Warhol valenciano”. Sin embargo, en el espacio audiovisual Martina Gual echa en falta propuestas que realmente sirvan para normalizar al colectivo trans. “Quiero ver espacios donde haya mujeres trans y que en ningún momento hablen de discriminación, de hormonas, de cirugías o prostitución. Ni siquiera que se nombre la palabra trans. Quiero ver una película en la que la protagonista sea lesbiana y el film busque una trama mainstream y todo sea normal, sin pararse a explicar nada acerca de la sexualidad de su protagonista al espectador”.

Respecto a la creciente cifra de agresiones homófobas y tránsfobas, Martina cree que no ha percibido ser víctima, pero lo ha sido. “Si he sido víctima no he sido consciente de que fuera por mi identidad de género, y cuando sí lo he sido no le he dado importancia. Se pueden reír de cualquiera por ser latino, gitano, gay, ser un promiscuo o, en mi caso, ser una mujer trans. Tengo esa etiqueta, al igual que todos tenemos la que nos toca y aprendí hace años a vivir con ella”.

Desde el polo puesto, la homosexualidad bien aceptada socialmente, Rafa Soler, de familia nepalí, creció y se formó en València, se apasionó por las tradiciones y fiestas; hoy se ha convertido en presidente de la falla Archiduque Carlos-Músico Gomis, plantando cara al cliché de que el colectivo fallero es bastante reacio a la tolerancia con el colectivo LGTBI, al menos antes de que lograse desterrar el pasacalle popular que rezaba maricón el que no bote y los ninots dejaron de burlarse de las disforias genitales de las personas trans. Para Rafa Soler, “la tolerancia hoy en las fallas hacia el colectivo es incluso superior al del resto de estratos de la sociedad, como podría ser en la música o el deporte; en el mundo fallero ha habido normalización plena en los últimos diez años, aunque siempre ha habido mucha tolerancia, quizá porque incluye a muchos referentes”.

Costó romper la visión heteronormativa y sexista en el ámbito del mundo de las fallas, donde se ha cuestionado el grado de machismo que enturbia cuestiones como la elección de una fallera mayor. Pero las Fallas también se exponen como un referente de cultura, en continuo diálogo con la cultura contemporánea. Para Rafa Soler, pese a todo, “en términos globales desde ámbito de la cultura, considero que hemos cobrado un gran impulso en los últimos cinco años, y hemos pasado de ver únicamente iniciativa privada a que el propio Ayuntamiento apueste por este colectivo. València es una ciudad bastante orgullosa y nos acompaña una legislación desde Les Corts, que ha reforzado la tolerancia, el respeto y la diversidad”, explica Soler, que además considera que la apertura de locales y las exposiciones de tema queer han abanderado algunos de los cambios. 

Sin embargo, Rafa Soler es de los que piensa que quedan barreras por superar y horizontes complejos. “Podríamos ver una fallera mayor transexual, o podría haber una Fallera Mayor de València abiertamente lesbiana, hitos que todavía no han tenido lugar, pero considero que tarde o temprano ocurrirá y la fiesta de las Fallas no le dará importancia, será mayor controversia para el mundo externo”. Asegura que a esta normalización express ha ayudado que los dos últimos presidentes de Junta Central Fallera sean abiertamente gays; “sin duda ha ayudado, pero veníamos viéndolo ya desde hace más de una década en otro tipo de cargos secundarios; lo que echamos en falta en cambio es más presencia de mujeres en estas posiciones”.

La figura del artista fallero considera que es fundamental para dar visibilidad al colectivo en la fiesta. “Los artistas llevan mucho tiempo proponiendo ninots y escenas que hablan de diversidad, y el Premio Arco Iris de Lambda ha contribuido también a que se plantee el tema con mayor respeto”. El colectivo fallero aglutina a mucha parte de la sociedad LGTB de la ciudad, algo que ocurre porque “la fiesta tiene ciertas características como poder expresarse artísticamente en el teatro, en danza, en play-backs, y el trabajo de los propios artistas falleros; aunque algunos la vean como religiosa, es la fiesta pagana por excelencia”.

Desde otros ámbitos asociados a la cultura, como es el caso del diseño, València despuntó en los años ochenta en sectores como la moda con referentes como Francis Montesinos. Hoy destaca más en el plano del diseño gráfico; el planteamiento estratégico de una ciudad urbanísticamente moderna, con perspectiva de género, impulsa también la capitalidad mundial del diseño para 2022. Pero además la marca LGTB empieza a tener visibilidad mediante las banderas del orgullo, que se han popularizado en edificios públicos y privados, ocupando incluso escaparates de comercios. Una época benevolente para acabar con la homofobia y aspirar a una nueva normatividad, que sin embargo corre riesgos como el pinkwashing: que se llegue a convertir en una moda comercial y cultural sin apenas contenido crítico en el trasfondo.

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