Un documental de John Ridney (creador de American Crime) analiza los disturbios de Los Angeles en 1992 que le costaron la vida a 50 personas. Hubo dos vídeos virales que encendieron a la población. El linchamiento de Rodney King por policías blancos y las palizas a coreanos y blancos de negros en South Central LA. La policía no actuó por miedo a complicar la situación, pero coreanos armados salieron a las calle a proteger sus negocios a tiros. Todos tenían la mili hecha y sabían disparar. Al final solo hay una noticia: pudo ser mucho peor
VALÈNCIA. El año pasado aparecieron simultáneamente varios documentales que recordaban los sucesos de Los Angeles de 1992. Los disturbios desatados cuando unos policías blancos le dieron una paliza a un negro, Rodney King. Le golpearon con sus porras sin cesar mientras el hombre yacía en el suelo. Casualmente, porque en aquella época era casual que hubiese alguien con una cámara, un ciudadano, George Holliday, grabó la agresión. El vídeo llegó a los medios y el escándalo fue mayúsculo. El delito de King era conducir borracho y darse a la fuga cuando le pararon. Intentó escapar porque estaba en libertad condicional. Cuando le atraparon, le dieron una paliza de muerte en plena calle. Se ha hablado de ese vídeo como del primer viral de la historia.
Dos semanas después, en una tienda regentada por una mujer coreana que había sufrido varios atracos, Soon Ja Du disparó por la espalda a Latasha Harlins, una niña de 16 años, porque creía que le estaba robando un zumo de naranja. La homicida no entró en prisión, fue condenada a cuatrocientas horas de servicios a la comunidad. Esa sentencia incendió las calles.
En una sucesión de imágenes no profesionales y de la prensa, estas jornadas fueron contadas por el documental LA'92. Aquí, en Let it fall, aparecen exactamente las mismas imágenes icónicas. Afroamericanos cortando una calle y linchado a todos los conductores blancos que encuentran a su paso, con especial mención al conductor de un camión, Reginald Denny, al que le machacan la cabeza con un ladrillo. También salen coreanos armados con fusiles que rodean sus comercios para defenderlos a tiro limpio de los saqueos. Y vistas aéreas de la ciudad ardiendo por varios puntos simultáneamente.
Sin embargo, la diferencia con Let it fall es que el documental de John Ridley aporta muchas entrevistas y añade a unos personajes a los que no se aludía en la citada película: los afroamericanos que protegieron a blancos de los linchamientos salvándoles la vida. En algunos casos, como el del conductor del camión, los médicos dijeron tras atenderle que evitó la muerte por escasos minutos.
Con la perspectiva más amplia que aporta este trabajo, donde se parte de las técnicas policiales que se empleaban a principios de los 80 y se marca una evolución del trabajo policial y sus actuaciones en al lamentable "war on drugs" estadounidense, la sensación que le queda al espectador tras las dos horas y media de metraje es que todo podría haber sido peor. Que ya es decir. En 1982, con una técnica de asfixia que empleaba y entrenaba el departamento de policía, murieron dieciséis personas en siete años a manos de los agentes. Tuvieron que olvidar su uso y, en su lugar, el departamento recurrió a porras de metal, que es con lo que le rompieron los huesos de a Rodney King.
Hay otro dato esencial. Los coreanos que tomaron las armas alentados por las emisoras de radio angelinas en su lengua, casi como en Ruanda, tenían formación militar, tal y como explican los entrevistados. Habían hecho todos la mili y sabían manejar armas. Defendieron sus comercios disparando a discreción. En una escena, uno de ellos cuenta tranquilamente que le ha dado a una mujer en la barriga y a otra en una pierna. Tiene la pistola aún humeante en la mano.
El resultado de todo aquello fueron que cifras de 50 muertos, la mayoría negros, por cierto, 862 edificios destrozados, 8000 detenidos y 2000 heridos, y pudieron ser más. Posiblemente lo hubieran sido de no intervenir el ejército.
De hecho, los coreanos pusieron tanto celo en defenderse que se dio el caso de un chaval, también coreano, que, enardecido por lo que estaba viendo en televisión, salió a defender a sus compatriotas y uno de ellos le metió un disparo desde un tejado. Fuego amigo. El documental entrevista a su madre y a su hermana.
La aproximación humana, sobre todo la reflexión a posteriori que ofrecen los encuentros con los protagonistas en la actualidad, ponen de manifiesto que muchos de los problemas que ocasionaron los disturbios siguen sin solucionarse. No hay más que ver lo que ocurrió en Ferguson con la muerte de Mike Brown, asesinado a tiros cuando le iban a identificar como sospechoso de haber robado un paquete de tabaco.
La aparición más estelar es la de Henry "Kiki" Watson, condenado por aplastarle la cabeza contra el suelo con la bota al conductor mientras le cogían todo de los bolsillos. Su testimonio arroja una visión bastante impopular: "Solo hay dos maneras de que un negro sea aceptado en Estados Unidos, si es homosexual o si es un jodido transgénero". Bobby Green, sin embargo, el que salvó a Denny del linchamiento, confiesa que actuó así porque algo le dijo que lo hiciera. En un reportaje de Time, salió que el jefe del conductor apaleado le dio un trabajo como recompensa y se mudó de su conflictivo barrio.
Y la clave de los sucesos se explica en este documental mejor que en el anterior. El gran problema fue cuando el teniente Michael Moulin, al mando de la 77th Street Division, decidió no enviar a sus agentes al cruce de calles de Normandie y Florence donde se produjeron los linchamientos de blancos y coreanos. En este reportaje él mismo se explica: "Vi que pegaban a Reginald Denny, sí, y era horrible, pero en la guerra pasan cosas horribles y tienes que tomar decisiones duras y la decisión que tomé es que no podíamos ayudarle. No podíamos". Al aparecer en televisión lo que estaba ocurriendo ante la pasividad de la policía, fue cuando se desencadenó el caos. Ese día fue el final de su carrera.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas