VALÈNCIA. Este no es el típico documental sobre el cambio climático que provoca frustración en el espectador. Es cierto que un tercio del metraje de Fuego en el hielo alerta sobre el momento crítico que ha alcanzado nuestro planeta, con hincapié en las anomalías meteorológicas y la extinción masiva de especies, pero el resto se vuelca en dar voz a los científicos, investigadores y emprendedores que están aportando soluciones realistas para reducir la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera, principal causa del calentamiento global.
La directora Leila Conners y el actor Leonardo DiCaprio vuelven a sumar fuerzas con esta película en la concienciación medioambiental. Hace 12 años ya estrenaron La hora 11 (2007), donde a partir de entrevistas a 50 científicos, políticos y activistas medioambientales, exponían los aspectos más urgentes a los que se enfrentaba la humanidad, con énfasis en las sequías, la hambrunas, las inundaciones y la lluvia ácida.
Su proyecto actual, disponible en HBO, se distingue por proponer soluciones para ayudar a restaurar el equilibrio.
Tres siglos de abusos
“Hemos planteado este filme desde un punto de vista más humano, dando el protagonismo a personas que están trabajando in situ, intentando resolver los problemas a los que nos enfrentamos. Y con la idea simple de trasladar a la tierra el dióxido de carbono que hay en el aire”, exponía Conners en el pasado Festival de Cannes.
En el pasado, los esfuerzos se han concentrado en parar las emisiones de CO₂, pero los responsables de Fuego en el hielo apuestan ahora, además, por su mitigación. Drawdown es el término que emplean para referirse a un conjunto de prácticas para extraer el dióxido de carbono de la atmósfera y reutilizarlo o almacenarlo bajo tierra.
La cámara se pasea por el Ártico, Alaska, Noruega, Islandia, Costa Rica y el norte de California para mostrar el impacto del deshielo. Los expertos detallan con gráficas e informes la progresiva acumulación de metano y CO₂ en el medio ambiente y su sobrecogedora toxicidad.
“En los últimos 140 años hemos llevado a cabo el experimento científico más grande del mundo. Desde la Revolución Industrial, hemos quemado 1.4 billones de toneladas de carbón. Su impacto ha afectado la vida tal y como la conocemos, especialmente en los polos, donde el derretimiento del hielo y la nieve ha activado diferentes puntos de inflexión. Hace largo tiempo que disponemos de energías alternativas a los combustibles fósiles, pero ahora se ha descubierto cómo extraer el CO₂ de la atmósfera, lo que nos permite revertir el cambio climático”, subraya DiCaprio, que produce y narra el documental.
Acción combinada
Así, las voces reunidas apuestan por un doble planteamiento. Por un lado, el cambio a energías renovables, con el uso de las ya comunes solar y eólica, y la incorporación de las que sacan partido de la fuerza de las olas y de la marea. Por otro, el llamado secuestro del carbono, que ya se está llevando a cabo a través de la puesta en marcha de granjas urbanas y el cultivo de especies restaurativas, caso de las ostras y del kelp.
“La naturaleza provee de la solución. No necesitamos tecnología avanzada, sino macroalgas y mariscos, que extraen de la atmósfera cinco veces más carbono que las plantas terrestres”, expone en el documental Bren Smith, un marinero canadiense que se ha reciclado en granjero de ostras y kelp tras disentir de las prácticas intensivas de la pesca de arrastre.
Como explica a cámara, las algas laminariales no sólo reducen la acidificación del mar, sino que pueden emplearse como fertilizante y como comida para humanos y animales. De hecho, apunta que si se alimenta a las vacas con kelp, su emisión de metano se reduce en un 90%.
En términos de innovación científica, la película muestra el trabajo con hojas biónicas que realizan artificialmente la fotosíntesis, máquinas que absorben el dióxido de carbono del aire y pueden convertirlo en combustible para aviones, nutrir invernaderos o convertirlo en piedra, y presenta una forma de carbón llamada Biochar que captura CO₂ y distribuido en el 10% del suelo del mundo, podría recolectar 29.000 millones de toneladas de dióxido de carbono.
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños
Pero ¿cómo evitar que la gente se sienta sola e insignificante frente al poderoso lobby de los combustibles fósiles y la dinámica negacionista de ciertos líderes mundiales? “Yo reto a la gente a madurar. Hemos de asumir la soberanía de nuestros actos. Por supuesto que hay políticos que van a mentir y a hacer trampas. Nuestros representantes pueden seguir discutiendo en sus foros, pero nosotros vamos a, literalmente, vaciar de dióxido de carbono la atmósfera. De hecho, nuestra anterior película animó la creación de la primera ONG medioambiental en Namibia. Un máximo de un 20% de la sociedad va a cambiar y el resto les seguirán”, calcula Conners.
Los líderes políticos mundiales continúan ignorando o dilatando la puesta en marcha de soluciones de impacto, y mientras tanto, los efectos del cataclismo medioambiental son cada vez más obvios. De modo que el filme insta al ciudadano a tomar las riendas de su destino.
Para rematar la llamada a la acción, los expertos entrevistados apuntan a que el capitalismo no ha de ser un obstáculo para la reducción y la paliación de las emisiones contaminantes, ya que la prácticas medioambientales son un provechoso negocio.
Aunque sea por el lucro
“La economía verde es mucho más valiosa que la basada en combustibles fósiles, y además está más repartida. La basada en el petróleo, el gas y el carbón híper concentra la riqueza en muy pocas manos, mientras que la ecológica es más participativa. Vivimos un momento increíble para los emprendedores en este campo. Los negocios basados en la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático tienen un potencial económico mayor que internet”, asegura la directora.
Como se insiste en los últimos minutos de Fuego en el hielo, ayudar a resolver el problema va a resultar en breve más beneficioso que contribuir a empeorarlo. La economía verde está disminuyendo sus costes paulatinamente, proveyendo de nuevos puestos de trabajo y generando nuevas oportunidades de negocio.
“Siempre digo que es como ser diagnosticado con una enfermedad y rechazar la medicación. Estamos en un punto en el que hay que hacer entender a la gente que nuestra casa está en llamas y que al menos, hemos de echar unos cubos de agua”, compara Leila Conners, a cuyos labios no asoma la palabra esperanza. De hecho, a la directora le enerva la inacción de la mayor parte de la población: “Estamos actuando como críos, esperando a que el papá Estado nos ponga el contenedor para reciclar. Nos hemos infantilizado, sólo vemos la tele, nos sacamos selfies y cotilleamos perfiles en Instagram. Venga, chicos. Si hay un problema, arreglémoslo. Si queréis ser parte de la solución, entrad en la web iceonfire.film, y os diremos cómo ayudar”.