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la nave de los locos / OPINIÓN

Lección de un comerciante en 15 minutos

Entras en una papelería y el dueño te da el tema del artículo. ¡Alabado seas! En sólo un cuarto de hora me explica las razones de la crisis del pequeño comercio. La indiferencia de un Gobierno que se limita a cobrar impuestos, el empuje de las compras por Internet y la merma de poder adquisitivo de la clase media amenazan su subsistencia

26/07/2021 - 

Esa mañana de sábado me había cortado el pelo en Juan, mi peluquería desde hace diez años. Es el único sitio donde escucho Radiolé, excepción hecha de algún taxi. En la peluquería son devotos de Andrés Iniesta. En una pared hay dos fotos dedicadas por el exfutbolista, una vistiendo la camiseta del Barça y otra con la de la selección nacional. También está la imagen del gol a Holanda.

Después de despedirme de Juan y su hijo, deseándoles un feliz verano, me encamino a la papelería más antigua de la ciudad. Se abrió en la calle del Rosario de mi ciudad en 1943. Allí sigue, aunque ahora más pequeña por culpa de la caída de ventas.

La llevan dos hermanos, Manuel y Ángel. Cuando entro en la tienda, Manuel charla con una pareja de jubilados. Su hermano está de vacaciones. En la papelería puedes encontrar toda clase de artículos relacionados con la escritura. Uno de sus fuertes son las estilográficas. Las hay de distintas marcas y precios: en el escaparate observo ejemplares de marcas como Montblanc, Conklin, Cross y Pelikan.

Una tienda anuncia el cierre por jubilación del dueño.

Yo no he sido muy de plumas. De hecho escribo estos artículos con un bic de 50 céntimos. Me regalaron una parker hace unos años y dejé de utilizarla en cuanto se me acabó la tinta. Era de color plateado y azul marino.

Cuadernillos con dibujos para colorear

He preguntado por cuadernillos con dibujos para colorear. Los pido para un familiar con deterioro cognitivo que los necesita para distraerse. Manuel me muestra un amplio repertorio y me decido por dos cuadernos sencillos, como los que se les regala a los niños de tres o cuatro años. También quiero un sacapuntas, una goma y una caja de lapiceros de colores de Faber-Castell. Me fijo en el dorso: made in Germany.

Aunque soy taciturno y poco dado a hablar con desconocidos, a veces me da por pegar la hebra. Por eso me sorprendo diciéndole que la mayoría de los grandes fabricantes de papelería son alemanes. Manuel asiente con lo que acabo de decirle, y añade:

—En Alemania se sigue fabricando a pesar de la pandemia.

—No como aquí —respondo—, que nos hemos convertido en un país de almacenes.

Los alemanes cuidan a los papeleros, hasta el punto de que antes del coronavirus era normal que cada año Manuel y Ángel fuesen invitados a Hamburgo, alojándose en hoteles de cinco estrellas, a ver las instalaciones del fabricante.

Escaparate de la papelería que ha inspirado este artículo.

Alemanas e italianos copan el mercado de la papelería en Europa, si bien algunos se llevaron la producción a China. A Manolo le disgusta que algunos fabricantes les hagan la competencia poniendo a la venta los mismos productos en Internet, con descuentos de hasta el 60%. “Todo está cambiando muy deprisa”, se lamenta.

Internet machaca a las papelerías pequeñas

Internet ha machacado a las papelerías, como a todo el pequeño comercio. La papelería de Manolo llegó a tener seis empleados; hoy solo quedan él y su hermano. Con la reducción de ingresos que trajo la crisis de 2008 era casi imposible pagar el sueldo de un dependiente. Por la última persona que trabajó para ellos, hace ahora cinco años, pagaban 2.400 euros, de los cuales la empleada cobraba 1.300 euros. Era una cantidad inasumible, me comenta.

El final de esta papelería histórica está escrito: será cuando sus dueños se jubilen. Manuel tiene 58 años y va a aguantar el tiempo que le queda para cobrar la pensión. Es triste que no vaya a haber recambio para su negocio. Las ciudades se empobrecen cuando cierra un comercio. Las tiendas aportan vida, luz y seguridad a los centros y los barrios.

En nuestra ciudad se hizo recientemente una campaña para promover las compras en el comercio tradicional. Me comenta Manuel que algunos clientes se molestaron por sentirse señalados. El mensaje de la campaña era que comprar tanto por Internet lleva a la desaparición de los pequeños del comercio. Algunos ofendidos no la entendieron. La iniciativa fue loable, aunque me temo que poco efectiva.

Los “empleos de mierda” de Amazon

Manuel y yo acabamos hablando de los “empleos de mierda” de los que presume Amazon ocultando los muchos que destruye, y de mejor calidad. Compartimos la animadversión a la multinacional yanqui a la que yo, que soy un ingenuo, le deseo el peor de los males. Ojalá su dueño se pierda en el espacio la próxima vez.

La peluquería Juan, donde el autor acostumbra a cortarse el pelo escuchando Radiolé.

Al mirar el reloj caigo en la cuenta de que llevamos quince minutos de conversación. En ese momento ha entrado otro jubilado preguntando por una revista de coches. La tienda sigue vendiendo prensa. “Se vende poco, pero no puedo dejar de traerla por respeto a los clientes de toda la vida”, se explica Manuel.

Comerciantes como él, que llevan más de treinta años en el negocio, se merecen nuestro respeto y admiración. Lo tienen todo en contra para subsistir: principalmente la indiferencia de un Gobierno que mima a los ricos y se olvida de los pequeños, además del empobrecimiento de una clase media que compra, cada vez más, por Internet, o en grandes superficies y bazares asiáticos. Que algunos pequeños establecimientos sigan abiertos es una proeza, casi un milagro.

En un cuarto de hora, Manuel me ha enseñado más del comercio y sus dificultades que leyendo a sesudos economistas durante un año. Cuando comercios como su papelería desaparezcan, los echaremos en falta. “Aquí yace una tienda que contribuyó al progreso de esta ciudad”, pensaremos al ver el cartel “Se vende”. En su lugar abrirán otro bar —España es, en cierta medida, un país de borrachos— o una clínica de cirugía estética que te ofrecerá rejuvenecer hasta diez años por sólo 6.000 euros, pagados en cómodos plazos y con el respaldo de una financiera domiciliada en Taipéi.

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