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DE LOS BYRDS A LOS EAGLES

Laurel Canyon: el milagro del country rock que se desintegró en una gran olla de vanidades

13/05/2021 - 

VALÈNCIA. La fascinación por el sueño hippie californiano ha regresado a nuestros días como un boomerang desmitificador. Las crónicas idealizadas que se limitaban a hablarnos de jóvenes guapos, relajados y antibelicistas encuentran desde hace unos años el contrapeso de novelas, ensayos y películas que comparten una mirada oblicua o irónica hacia esa supuesta atmósfera de hermandad y creatividad sin bridas que se asocia habitualmente con la escena cultural y social de la costa Oeste norteamericana que surgió a mediados de los años sesenta y se desvaneció en los primeros compases de la década de los setenta. 

Como es bien sabido, hubo dos acontecimientos que acabaron con el espejismo del “verano del amor”: la matanza de Sharon Tate y varios de sus amigos por parte de la familia Manson, y la tragedia de Altamont. Se conoce así a aquel fatídico concierto de los Rolling Stones del 6 de noviembre de 1969 que acabó en una batalla campal -con muertes incluidas- por culpa de Los Ángeles del Infierno, en quienes se había depositado las labores de seguridad del evento. Fue, en suma, una época dorada para el folk, el rock, la contestación política y la revolución sexual, pero también para el auge de las ciencias ocultistas, las sectas, los excesos y la paranoia colectiva

En el terreno de la creación audiovisual, tenemos muchos ejemplos del reciente interés por revisar este periodo: la serie Aquarius -protagonizada por David Duchovny-; la película El juicio de los 7 de Chicago, de Aaron Sorkin, o Érase una vez…. En Hollywood, de Tarantino. Pero también el magnífico debut literario de Emma Cline (Sonoma, 1989) con la novela Las chicas, o la obra de la escritora norteamericana Claire Vaye Watkins. Su libro de relatos Nevada -súper recomendable- arranca con Fantasmas, Cowboys, una pieza en la que la autora se enfrenta indirectamente al hecho (completamente cierto) de que su padre, Paul Watkins fue el lugarteniente de Charles Manson. 

Ensayo de Crosby, Stills, Nash & Young.

En el ámbito de la historiografía musical, ha llegado a nosotros hace pocos meses la traducción al español de un libro que ordena y clarifica muchísimo todo lo que ocurrió entre 1967 y 1976. El periodista especializado en rock Barney Hoskyns es el autor de Hotel California. Cantautores y vaqueros cocainómanos en Laurel Canyon, editado en España por Contra y traducido por la valenciana Elvira Asensi, responsable a su vez de la traducción de la biografía de Neil Young -Shakey-, publicada en la misma editorial en 2015.

La sala El Loco Club de València acogerá el próximo jueves 20 de mayo a las 18,30 horas la presentación de este libro. El acto contará con la presencia de su autor, que intervendrá virtualmente, así como la de Elvira Asensi y el crítico musical Carlos Pérez de Ziriza. A los platos, lanzando algunas de las canciones gestadas en esa época fascinante y en ese lugar, estará el conocido locutor radiofónico Juan de Pablos

La diáspora hacia la Costa Oeste

Este libro es el fruto de una laboriosa investigación llevada a cabo por Hoskyns para juntar y ordenar las piezas de un gran puzle. Es un ensayo, eso sí, exigente para el lector. Es muy profuso en detalles y da voz a decenas de protagonistas, muchos de ellos desconocidos para el público no especializado. “Creo que el gran logro de Hotel California está en la manera que tiene el autor de narrar, entrelazar y poner en contexto todas estas historias que hasta 2005 aparecen deslavazadas en distintos libros y artículos. Nadie había hecho una crónica tan completa y coral de esta época”, afirma Asensi, una voz autorizada no solo como traductora, sino como apasionada de la escena musical de este periodo. Para facilitar la lectura de este libro, la edición española cuenta con un anexo al principio -Dramatis personae- al que podemos acudir en todo momento para encontrar una breve descripción de cualquier personaje que nos encontramos en las páginas.

La inigualable cantautora Joni Mitchell.

Hotel California no solo habla del recorrido de grupos y artistas fundamentales como los Byrds, The Mamas and The Papas, Buffalo Springfield, CSNY, The Eagles, Joni Mitchell, Linda Ronstadt, Gram Parsons, Jackson Browne o James Taylor, sino también de la espiral de egocentrismo, inseguridades, problemas con las drogas y capitalismo desaforado e hipócrita que acabó con el sueño hippie y derivó en el triunfo del cinismo, la decadencia y la exacerbación de la individualidad de los años setenta (una década, en cualquier caso, mucho más interesante desde el punto de vista de la vanguardia y la experimentación artística).

Todo comienza a mediados de los años sesenta, cuando el epicentro de la música se traslada desde Nueva York hacia la Costa Oeste. Allí estaba, por una parte, el nuevo sonido californiano acuñado por los Beach Boys -melodías luminosas, iconografía surfista-, y por otro una incipiente escena folk rock que tenía como base de operaciones el mítico club Trobadour de Los Angeles. El efecto llamada de los Byrds y The Mamas and The Papas atrajo a un creciente número de artistas californianos y de otras partes del país -incluso de Canadá, como fue el caso de Joni Mitchell y Neil Young- que se reivindicaban como cantautores de sus propios temas. Muchos de ellos buscaron cobijo en las colinas californianas de Laurel Canyon, un paraíso natural a tiro de piedra del ajetreo de Los Angeles. La fama y el dinero llevo después a muchos de ellos a cambiar las idílicas cabañas con porche para tocar el ukelele por mansiones de nuevo rico con piscina y coche deportivo en la puerta. Es solo una de las contradicciones que se señalan en Hotel California: cómo el ideal contracultural se convirtió rápidamente en un frenesí capitalista.

Los responsables del éxito comercial del folk rock primero, del country rock después, así como del auge de los cantautores introspectivos a principios de los setenta fueron un puñado de jóvenes ejecutivos de la industria musical -David Geffen y Elliot Roberts (Asylum Records) y Mo Ostin y Joe Smith (Warner/Reprise)- que tienen mucho protagonismo en el libro de Hoskyns. El retrato de estos personajes es descarnado; se les describe en sus virtudes -inteligentes, audaces, con un ojo clínico para detectar un hit al instante- y en sus carencias -estrategas interesados y sin escrúpulos muchas veces-.

Los Byrds, en el mítico Trobadour Bar

“Una de las grandes sorpresas de este libro para mí fue redescubrir a los Eagles, que  un grupo que, al menos en España, ha llegado a nuestros días cargado de connotaciones negativas. Siempre se piensa en ellos como unos viejunos y unos rancios. En el libro se reivindica el gran talento compositivo de algunos de sus miembros”, apunta la traductora Elvira Asensi. “Es justo al contrario de lo que ocurre con la figura de David Crosby y otros miembros de los Byrds, que la gente tiende a endiosar, y en el libro te los destrozan. En muchos casos se comportaban como auténticos desgraciados. En un ejemplo de cómo Hotel California contribuye a desmitificar todo este periodo”. 

Aprovechamos para pedirle a Asensi una visión comparativa del libro de Barney Hoskyns y de Shakey, escrita por Jimmy McDonough, y que ella también ha traducido. ¿Ofrece la biografía oficial del músico canadiense el mismo retrato de músico algo retraído, poco amigo de la jarana y el glamur, y sumiso con las mujeres? “No incurren en contradicciones porque de hecho Barney cita a menudo el libro de McDonough. En realidad ambos autores tienen en común muchas cosas. Los dos abordan crónicas mastodónticas, muy bien documentadas y muy ambiciosas. Son muy detallistas y ofrecen al lector una imagen muy completa. Son retratos corales, con muchísimas voces, pero al mismo tiempo no se cortan y ponen verde a quien tenga que ser. Ponen los puntos sobre las íes, y en eso se diferencian de muchos libros de esa época que ensalzan excesivamente el hippismo y el consumo del LDS. Hoskyns y McDonough son grandes expertos en la música de ese periodo, y ofrecen sus opiniones personales. Y también hablan mucho y sin tapujos del enorme daño que hizo la heroína y la cocaína en esa época. Quizás la mayor diferencia es su estilo narrativo. Hotel California se mas ciñe a la crónica periodística, mientras que Shakey es más literario, y de hecho se podría leer como novela de ficción, aunque no supieras quien es Neil Young”.

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