El economista jefe de Andbank analiza los principales planes del recién elegido nuevo presidente de Estados Unidos y su impacto sobre los mercados financieros
BARCELONA. El futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado un contrato con sus compatriotas en el que detalla sus planes en materia de fiscalidad, comercio internacional, sanidad, seguridad o inmigración para los primeros 100 días de gobierno. Los mercados financieros observan con atención las prioridades que señala este documento, disponible en la web de campaña del republicano, para determinar los siguientes pasos a seguir.
El principal cambio de tendencia que están valorando los mercados es el posible aumento del proteccionismo. Trump sería el primer presidente proteccionista desde Herbert Hoover en 1930, si cumple lo prometido en campaña. No se prevé la implementación de algunas medidas con las que se especulaba, como aranceles del 45% a los productos chinos o restricciones a los productos mexicanos, pero la idea de que no ocurrirá nada es demasiado naif pues el proteccionismo está entre sus más explícitos compromisos.
En este escenario, el proteccionismo no sería malo para el dólar porque tendrá un impacto favorable en la cuenta exterior, lo que significa menos disponibilidad de dólares en el mundo. También se espera que la divisa se vea favorecida por el Corporate Tax Cut o reducción de impuestos a las empresas, otra gran promesa de campaña. Este recorte supondría un aumento inmediato del ROE de las empresas en el largo plazo, despertando el interés en el inversor extranjero y aumentando la demanda de dólares.
El riesgo de inflación también preocupa a los mercados, debido a la subida de gasto en infraestructura que se espera. Esta correlación no es tan frecuente como se cree a veces: si bien el aumento del gasto en infraestructura supone un repunte inmediato de la demanda nacional, no debemos perder de vista que, en una economía de libre mercado con base monetaria estable, la demanda de consumo presente cae al ritmo que crece la inversión, pues la inversión en proyectos públicos redirige recursos lejos del consumo presente. La inflación podría aumentar durante los primeros 2 ó 3 meses, debido a efectos temporales como el precio del crudo o los Obamacare premiums, pero eventualmente se equilibraría.
La reforma fiscal expansiva tampoco supondrá una amenaza para el mercado de deuda, más bien lo contrario. En la época Reagan, tras la gran reforma fiscal, el mercado de deuda tuvo un comportamiento espectacular, pues la derogación del impuesto a extranjeros sobre activos USA supuso, de facto, un aumento en la rentabilidad de dichos activos, lo que provocó una fortísima demanda (y revalorización) de los activos de deuda USA (con el bono americano a diez años bajando en TIR del 13,8 al 8,9% entre 1984 y 1985, y ¡con un petróleo estable!), acompañada con una notable apreciación del dólar (+20%) –y eso que ya venía apreciándose un 60% entre 1980-1984.
Trump y Paul Ryan han anunciado su voluntad de hacer lo mismo con el Withholding tax y eso podría tener un gran impacto (positivo) en activos de deuda norteamericana, pues los inversores extranjeros no deberán preocuparse de que sus hijos tengan que pagar un 40% en caso de que ellos mueran.
Entre la lista de acciones prioritarias no se menciona la desregulación bancaria. Por lo tanto, no se espera una gran flexibilización o desregulación de este sector, que todavía tiene una percepción general muy mala entre la población. Hay quienes creen que, de darse una desregulación bancaria, podría comenzar un nuevo ciclo de crédito que dispare la inflación y hunda los mercados de deuda. Teniendo en cuenta que la economía de Estados Unidos se encuentra ahora en su séptimo año de ciclo económico con algo de ralentización, el riesgo de reflación y caídas significativas del mercado de deuda se reduce significativamente. Aún si hubiese desregulación sería poco probable que el mercado de deuda se resienta.
Álex Fusté es economista jefe de Andbank