Antes de que el imperio Marvel tomase la forma y contenidos que se han hecho tan famosos y que forman parte de la cultura popular tanto como los personajes de la Biblia, Martin Goodman abrió una línea editorial llamada 'Humorama' para dar cabida a humor erótico. La publicación pagaba poco y se convirtió en el último recurso para los dibujantes consagrados y en un trampolín para los que empezaban. Ahora, sus viñetas son tremendamente sexistas, pero muchas también muy punk e ingeniosas, y los dibujos de mujeres verdaderas obras de arte popular.
MURCIA. Hermano de Martin Goodman, editor de Marvel, Abe Goodman fue el mayor comprador de dibujos del mundo durante los años 50. Su secreto era bien sencillo, pagaba una miseria. Así consiguió que todo las ilustraciones que los dibujantes no lograban colocar en ninguna parte acabaran ahí o que sirviera de espacio de iniciación para los que estaban empezando.
Los chistes parecían elucubrados por alumnos de secundaria. Eran obscenos y ordinarios y muchas veces no eran ni de los propios dibujantes. Ellos se limitaban a enviar el dibujo y las líneas del chiste las escribían los editores para mantener su línea de humor low cost.
Su momento de mayor éxito fue a finales de los 50. Como cuenta Alex Chun en la recopilación de estos chistes que hizo para Fantagraphics en The Pin Up Art of Humorama. Coincidió una época en la que se produjo una cruzada moral contra el cómic y las novelas pulp, con teorías sobre el efecto que causaba en los adolescentes idénticas a las que se volvieron a esgrimir en la cruzada moral de los años 80 y en la actual. Al mismo tiempo, la televisión también asestó un duro golpe a la industria de la viñeta, por lo que muchas cabeceras cerraron y a gran cantidad de dibujantes no les quedó más remedio que recurrir al "vertedero", como dice Chun, de las cabeceras de Humorama.
Los chistes no estaban muy alejados del sentido del humor de los programas de José Luis Moreno. Se basaban en simpáticos equívocos de contenido sexual. Había picardía para acceder a las mujeres o a veces el gag se basaba en un hombre burlado, asunto que sigue haciéndonos mucha gracia como ha quedado demostrado con el ¡Estefanía! de La Isla de las Tentaciones.
Si bien es cierto que la correlación entre hombres y mujeres era de un marcado acento sexista, propio de la sociedad que ha sido retratada en la maravillosa serie Mad Men. Las mujeres tenían cintura estrecha, caderas anchas y pechos voluptuosos; los hombres, sombrero, traje y corbata. La relación entre ambos era inyectiva. El conjunto A, hombres, querían sexo con el conjunto B, las mujeres. La única alteración del guión eran las mujeres que circunstancialmente pudieran tener una relación lésbica en el chiste. Ahí sí estaba bien vista la homosexualidad, al servicio del hombre heterosexual. Y no había mucho más.
Inicialmente, eran revistas PG-13, aprobada para adolescentes, y luego pasó a ser Hard R, prohibido para menores de edad. El cambio se debió al reflejo de los tiempos. En los años 50, los chistes eran inocentes y cándidos. En los 60 empezaron a aparecer top-less y en los 70 ya desnudos totales. Al final, la pornografía hardcore borró del mapa esta línea en los años 80. En sus días de esplendor, además de las viñetas, la revistas al principio también traían fotos en blanco y negro de modelos tan emblemáticas como Bettie Page, Irish McCalla, Julie Newmar o Sofía Loren. Por estos motivos, se considera que eran las revistas favoritas de los blue collars workers, los obreros, para entendernos.
Originalmente, Humorama fue la división de cómics eróticos de Timely Comics, el embrión de Marvel, y un producto de gran éxito que sostuvo las finanzas de todo el grupo. ¿Se podría afirmar que sin estas pin-ups no habrían existido los todopoderosos superhéroes que conocemos? En cierta parte, podría ser.
La nómina de dibujantes que pasaron por ahí fue muy extensa a lo largo de los años. Bill Wenzel, Bill Ward, Dan DeCarlo, Jefferson Machamer, Lowell Hoppes, Bill Kresse, Stanley Rayon, Jim Mooney, Joe Shuster... Todos luego con trayectorias de toda suerte. Este último, Shuster, había sido el co-creador en los años 30 de Superman, nada menos, que perdió la propiedad intelectual del personaje en los juzgados a favor de la editorial que adquirió la tira en 1933. Sus colaboraciones en Humorama se debieron a la necesidad de buscarse la vida después de perder el pleito y fracasar con una nueva idea, Funnyman, que fue un fracaso. Vivía con su madre y fue perdiendo la visión hasta que acabó en un asilo de ancianos. Jim Mooney, sin embargo, paralelamente tuvo una exitosa carrera que le llevó a poner lápices para Batman, Flash, Superboy y Superman en DC y para Spiderman, Hulk y Thor, entre otros, en Marvel.
Los más prolíficos y que lograron marcar una época fueron sin duda Bill Wenzel y Bill Ward. Entre los dos publicaron 15.000 dibujos en páginas de Humorama. Las mujers de Wenzel eran inconfundibles, voluptuosas, con apabullantes peinados y pechos gigantescos. La de Ward eran aún más exageradas y su dibujo mucho más detallista. En España, un reflejo del primero podría ser Clara... de noche de Jordi Benet y, del segundo, Anarcoma de Nazario.
Estos chistes se suponen que eran lo más chabacano y barato que podía uno agenciarse, pero tenían un punto popular bastante punk que hace que hoy muchos de ellos tengan un pase, a pesar de los escrúpulos que puedan despertar por su contenido sexista. Los chistes repetidos de mil maneras en los que se le iba la vista a los hombres hacia un canalillo son lo más banal que pueda imaginarse, pero otros como un bebé que, con su rompecabezas, le escribe a su padre que acaba de llegar del trabajo "hay un hombre en el armario", mientras su madre se ajusta el liguero, tenían mucho ingenio y logran arrancar una sonrisa, aunque esté en la línea de las Matrimoniadas del aludido empresario del espectáculo español.