* Este artículo contiene spoilers.
VALÈNCIA. Destierren sus prejuicios: que si la primera se emite en una televisión comercial, popular y con audiencias masivas, mientras que la segunda se puede ver en un canal exclusivo y de prestigio. Olviden las etiquetas: que si una no es en realidad una docuserie sino un programa del corazón o de telerrealidad, frente a la otra, que muestra de forma fidedigna, y sin recurrir al Photoshop, a una mujer que sufre. ¿Qué tiene Rocío, contar la verdad para seguir viva que no posee Mare of Easttown, el último grito seriéfilo de HBO, según la mayor parte de la crítica?
Rocío Carrasco, hija de Rocío Jurado, y Mare Sheehan, protagonista de Mare of Easttown, comparten un viaje interior: el de la superación de un duelo, el de la pérdida (real o simbólica) de un hijo o de una hija. Ya sea una persona real o un personaje de ficción, ambas historias ponen en el centro el sufrimiento de una madre, la violencia que se les inflige cuando se les arrebata lo que más quieren y su posterior reparación. Sin embargo, la primera logra emocionarnos mientras que la segunda lo pretende, pero no lo consigue completamente.
Carlota Corredera daba en el clavo al explicar la primera de las diferencias. “Os enseñamos la vida, el alma humana”, decía este jueves en Telecinco, “el medio de comunicación más parecido a las personas de la calle”. En este caso (y no siempre, en absoluto) lo han conseguido con creces.
Probablemente esta sea la tarea más difícil para un guionista de ficción: recrear el alma humana, representar qué nos hace daño o qué nos reafirma; quiénes nos agreden o, en caso contrario, nos apoyan, y cómo lo demuestran; qué sentimos durante cada proceso y cómo lo expresamos. Ahí siempre la realidad juega con ventaja con respecto a cualquier personaje inventado. Y más cuando se le da la posibilidad de explicarse, tal y como ha podido hacerlo Rocío Carrasco, con más de 20 horas de televisión. Rocío posee una poderosa verdad desde el minuto uno mientras que el personaje interpretado por una Kate Winslet depende de la maestría de sus creadores, pese a que, como siempre, interpretativamente hablando, lo borda.
Rocío aleja la culpa. Se aleja de las sombras. Se enfrenta a la dura realidad, se rebela, se empodera mientras se abre en canal delante de las cámaras, quienes habían ejercido hasta ahora una violencia mediática contra ella. Primera victoria para su alma. Kate resuelve el caso de la muerte de una joven, un crimen que le toca de cerca pero que no tiene nada que ver con su hijo fallecido ni con su dolor, mientras que termina por entender que no debe sentir tampoco culpa por el suicidio de su progenitor, una persona con problemas psíquicos y adicciones. El viaje del héroe, aquí heroína, se desdibuja y no interconecta el conflicto exterior, la resolución del caso, el dejar de ver sombras, del interior, el de resurgir por fin con una nueva verdad reparadora interiormente. En Mare of Easttown cada conflicto va por su lado.
En segundo lugar, Rocío renace con varias lecciones aprendidas: no está sola, nadie va a poder con ella (ni su exmarido, ni su hija cómplice, ni la parte desagradable de su familia, ni los medios). Mare (o Kate) ni estaba sola al comienzo de la serie ni tampoco después, dado que vive con su madre, su hija y su nieto, el único que peligra en algún momento de la historia pero que finalmente se queda en nada. Una amenaza que se resuelve gracias a agentes externos. Un deux es machina en toda regla.
Por otra parte, la protagonista de Mare of Easttown perdona que su mejor amiga sea cómplice de un crimen, el que ella precisamente intenta resolver, con la excusa de que esta trataba de salvar a su propio hijo. Mientras que lo aprendido con Rocío es radicalmente opuesto: por un lado, que no todo se le puede permitir a un hijo, que hay ciertos límites. Si hay que denunciar a un hijo, se denuncia, cosa que no hace la madre y mejor amiga de Kate en la ficción (lo oculta y se convierte así en cómplice, lo que es un delito), aunque Kate sí. En segundo lugar, y no menos importante, que la violencia siempre se debe condenar, venga de quien venga.
Ayer noche, el tuitero @MrExcelence resumía a las mil maravillas, y con un toque de humor, el viaje de Rocío Carrasco con la siguiente ilustración que recrea el mito de la caverna de Platón. Salir de la cueva más profunda contiene una serie de pasos. En los primeros, para avanzar, el protagonista debe dejar de fiarse de lo que le hacen creer unas sombras (el conflicto exterior), porque no son la realidad, hasta que definitivamente consigue salir de la caverna, con ayuda de aliados y pese a las trabas de sus enemigos, para ver las cosas de verdad (conflicto interior).
Por último, destacar lo que a mi parecer supone el bonus track, el extra que ha convertido en fundamental el relato televisado de Rocío Carrasco. El programa de Telecinco realiza una potente crítica social, incluso se atreve a mirarse dentro de casa y entonar el mea culpa. ¿Qué crítica encontramos en la serie de HBO? Tengo la impresión de confunden el significado de sororidad, este término tan de moda. El apoyo entre las mujeres no debe ser un apoyo sumiso, una palmadita en la espalda, un abrazo y ya está. La sororidad entre mujeres es acompañar a otras mujeres mientras perdemos el miedo a rechazar comportamientos inaceptables. Y si yo hubiera sido Mare, la protagonista de Mare of Easttown, le habría recomendado a mejor amiga que quedarse al cuidado del hijo ilegítimo de su marido, que la ha traicionado con la mujer asesinada por su propio hijo, es un acto más de sumisión y de machismo. Líneas rojas que no debemos traspasar. Y si no, que se lo pregunten a Rocío Carrasco.