MUJERES ILUSTRES DE LA COMUNITAT

La pegolina María Cambrils y el inicio del feminismo valenciano

5/09/2018 - 

VALÈNCIA. En plena efervescencia del movimiento feminista que ha inundado todo el planeta, desde Cultur Plaza decidimos echar la vista atrás y la mirada adentro, es decir, buscamos en la historia, la cultura, la sociedad y la política de nuestra tierra a aquellas mujeres que han sido sustanciales para construirnos como pueblo. Algunas son mujeres desconocidas, casi ocultadas por el genio masculino que las escondió durante tanto tiempo. Otras, sin embargo, son bien conocidas pero nos aproximaremos a ellas a través de sus rasgos más olvidados u ocultados.

Para empezar esta nueva serie hemos elegido a la que es, probablemente, una de las grandes primeras feministas de Valencia: la escritora María Cambrils. Nació en Valencia, concretamente en el barrio del Cabanyal, en 1878 y era hija de un obrero y de un ama de casa que no sabía leer ni escribir. Ambos venían del pueblo alicantino de Pego donde vivió buena parte de su vida y donde moriría en diciembre de 1939, una vez que la guerra civil hubo concluido con el peor final posible para ella.

Fue a partir del año 2015, gracias al libro María Cambrils. El despertar del feminismo socialista -escrito a seis manos por Rosa Solbes (que escribió en 1993 un apasionante artículo sobre Cambrils en el diario El País), Ana Aguado y J. Miquel Almela y publicado por la Univèrsitat de València-, cuando se ha recuperado la obra y la vida de esta mujer que durante tantas décadas ha permanecida oculta para muchos de los ciudadanos de Valencia. La gran obra de Cambrils fue Feminismo Socialista, publicada en 1925. Algunas de las recomendaciones que proponía era tremendamente adelantadas a su tiempo:

La mujer no debe ser ni el objeto exclusivo de placer ni la esclava del hombre, y si, siempre su compañera, su igual, la que con él comparta los sinsabores y los goces de la vida. Nadie que ostente representación liberal de las masas, puede, en nombre de la Libertad, negar a la mujer derechos legítimos de intervención en la vida ciudadana, ya que, como el hombre, es un ser pensante, con facultades mentales demostradas para poder intervenir en todas las cuestiones de interés público; no es sólo, como por muchos ilustres varones se pretende que sea, un bártulo de cocina o una máquina de hacer calceta. 

Durante mucho tiempo quiso ser recuperada por algunas de las asociaciones e instituciones feministas pero no fue posible. Desde hace poco más de tres años y con la instalación definitiva del sentimiento y la sensibilidad feministas en nuestra sociedad, Cambrils tiene una nueva vida.

La escritora y activista hizo de aquella obra -Feminismo Socialista- su razón de vida. Pagó su impresión y publicación con su propio dinero e instó a los hombres que adquirieran este libro:

Todo hombre que adquiera y lea este libro deberá facilitar su lectura a las mujeres de su familia y de sus amistades, pues con ello contribuirá a la difusión de los principios que conviene conozca la mujer en bien de las libertades ciudadanas.

Buena parte de la invisibilidad de Cambrils se refleja en el hecho de que solo se conserva una única fotografía de ella: ¿cómo es posible que de una de las primeras y mayores defensoras de la igualdad de la mujer se conserve únicamente un retrato? La respuesta se encuentra en la fecha de su muerte: con la guerra ya perdida, los nacionales se encargaron de invisibilizar su obra y la de otras tantas mujeres en la posguerra. La enterraron en una fosa sin nombre y perdieron -o hicieron perder- sus trabajos, sus documentos, su material...

El empeño de las agrupaciones socialistas de Valencia y Pego ha sido fundamental para que buena parte de su obra se recuperara. Durante la década de los años 90 corrió el rumor de que Cambrils era, en verdad, un hombre que utilizaba ese seudónimo para tener más credibilidad. Así se solucionaría el misterio de la ausencia de fotografías. La profesora de la Univèrsitat de València, Ana Aguado, una de las mayores expertas en los estudios de género, afirmó que de ser así, Clara Campoamor jamás se habría prestado a escribir el prólogo de la obra de Cambrils.

Poco se sabe de su vida personal, apenas lo que ella mismo reflejó en sus artículos y columna de El Socialista. Parece que se casó muy joven con José Martínez Dols y que al enviudar pudo ingresar en un convento. Así por lo menos se refiere ella a su “vida conventual” en los artículos. Todo cambiará cuando conoce a José Alarcón Herrero, un líder anarquista que pertenecía al PSOE. Falleció en su Pego natal a causa de una diabetes.

Cambrils mezcló en sus argumentaciones morales los textos de Santa Teresa, las lecciones marxistas, la Biblia... En su reivindicación vinculaba el feminismo y el socialismo. En un artículo publicado en 1925 titulado La razón del feminismo ya avisaba de cómo el feminismo nada tiene que ver con el desprecio a los hombres:

El movimiento feminista no fue, en sus comienzos, una cruzada contra el hombre, como algunos suponen, iniciada por determinadas mujeres ávidas de singularizarse. Fue, sí, al igual que ahora, una demostración colectiva de la disconformidad con su relajamiento personal ante el Código civil de todos los Estados políticos del mundo. No fue, ciertamente, un movimiento económico ni   tampoco político, sino simplemente una muy lógica explosión de rebeldía contra el estado de dependencia civil en que se encontraba y se encuentra la mujer en relación con las libertades ciudadanas.

La rabiosa actualidad de sus escritos hacen fundamental su recuperación. Ella se plantó frente al desprecio machista en el ámbito obrero de la misma manera que ahora la causa feminista lucha por una igualdad en los salarios. Pero también, por ejemplo, con la ausencia de mujeres en los cargos directivos y gestores de las universidades españolas:

            ¿Es justa la deplorable situación de la mujer española…? Las mujeres, educadas dentro de ese prejuicioso concepto de su inferioridad, que tiene obstruido el paso a las aulas por oposición de los padres, en primer término, y siempre por esa generalidad que secunda toda obstrucción de la cultura femenina, no pueden competir con los hombres, que les niegan el derecho a ocupar puestos en los estrados de la intelectualidad porque los quieren sólo para ellos, como si su exclusivismo fuese una regla de equidad y una patente registrada de la sabiduría masculina. 

María Cambrils inaugura esta serie de mujeres apasionantes de nuestra comunidad que conviene redescubrir con la gloria que merecen.


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