Lola Blasco revisita la tragedia de Lorca en clave contemporánea
VALÈNCIA. Hoy hace dos años que la obra de Lorca es de dominio público. El 1 de enero de 2017 se liberaban los derechos de autor de su creación literaria y con este cambio de estatus, se inició una estimulante corriente de experimentación que conecta su legado con el presente. Desde entonces, Ricardo Iniesta realizó una versión expresionista de Así que pasen cinco años, Pablo Remón entreveró autoficción en Doña Rosita la soltera, Alberto Conejero remató con dos actos la inconclusa Comedia sin título, y Pepa Gamboa dio el protagonismo de La casa de Bernarda Alba a un grupo de gitanas analfabetas del asentamiento chabolista más antiguo de Europa, El Vacie de Sevilla.
La ola de revisitaciones no flaquea y la directora de escena sevillana repite. Esta vez, Gamboa interpela la dimensión atemporal del autor granadino con una relectura de Yerma. La adaptación corre a cargo de la dramaturga alicantina Lola Blasco, Premio Nacional de Literatura Dramática 2016 por Siglo mío, bestia mía, y está protagonizada por María León. Su título es La pasión de Yerma y sube al escenario de La Rambleta los días 17 y 18 de enero.
La semilla de este jardín en el que feliz y respetuosa se ha metido Blasco estuvo en una intuición que siempre ha acompañado a Gamboa respecto al personaje de Juan. Bajo su punto de vista, el marido de la protagonista tenía un hondo conflicto con su identidad sexual.
“Es una conclusión que puede ser plausible, porque antiguamente, cuando las mujeres no se quedaban embarazadas, respondía a que no había relaciones sexuales. Juan se pasa las noches solo, regando. ¿Por qué no vuelve a casa?¿Qué está haciendo? Es un personaje que a veces queda demasiado hermético, frío y duro”, describe Blasco, que afirma que para darle esa interpretación al argumento no le ha hecho falta tocar el diálogo de Lorca.
Su trabajo dramatúrgico ha consistido en acercar la tragedia a nuestro tiempo. La primera premisa puesta en cuestión durante el análisis del texto primigenio fue la maternidad frustrada de Yerma: “No puedes justificar su obsesión por tener un hijo, porque en nuestros días ya no hay una presión social tan fuerte y existen posibilidades de reproducción asistida”.
De esta incongruencia se derivó la principal disyuntiva vivida por la escritora: era difícil sostener que su heroína se convirtiera en homicida por la desilusión derivada de no poder ser madre.
“Me van a llover por todos los lados, pero con la que estamos pasando, con todas las mujeres asesinadas en lo que va de año, no podía terminar así la obra. Lorca denunciaba los corsés sociales de su época, como el concepto de la honra y la falta de independencia femenina. En un tiempo como el nuestro, donde la sexualidad es mucho más libre, ¿cómo justificas ese arrebato de Yerma?”, se pregunta Lola Blasco.
La alicantina no ha cambiado completamente el final de la obra, pero le ha dado otra visión. Para mantener el drama, buscó otras razones. Y como madre de una niña, buceó en sus propios miedos, esos que le impiden repetir la experiencia. “Hoy en día, los padres estamos aterrorizados con el cambio climático y con la pérdida de derechos sociales. Dudamos si nuestros hijos tendrán pensiones, si habrá agua… Da mucho miedo ver cómo está el mundo”.
Además de sondear los temores contemporáneos, la dramaturga ha reducido el número de personajes a cinco y volcado la atención en el universo femenino. Durante la escritura siempre tuvo en el retrovisor La casa de Bernarda Alba: “Yerma es de las primeras obras de Lorca. Tiene mucha fuerza, pero luego las mujeres fueron cogiendo todo el espacio en sus trabajos, así que le he dado más espacio íntimo a la tragedia femenina de todos los días”.
La carga de desdicha es incontestable, pero la autora la compensa con momentos de humor, porque considera que el público actual no aguanta “una tragedia constante”.
El conjunto final no emula el lenguaje de Lorca, y expone el drama restándole lirismo, desde un planteamiento más ligero y accesible.
El eco de sus propias palabras en clase ha resonado en los oídos de Lola Blasco durante el proceso creativo: “A mis alumnos suelo decirles que Lorca está muy bien escrito y no hay que tocarlo. Así que cuando me dijeron que lo tocase, entre en un dilema, que resolví siéndome fiel a mí misma. Cuando no me han gustado las versiones de su obra, es porque los autores han querido ser Lorca, y Lorca solo hay uno. Yo me he acercado a él desde el mayor de los respetos, que pasa por hacerlo mío y escribir desde mi lenguaje”.
En abril vuelve a hacer tándem con Pepa Gamboa para acometer una nueva versión de Mujercitas en el Teatro Español de Madrid. La pareja es consciente del interés y el prestigio que respaldan tanto a Lorca como a Louisa May Alcott, de cuya obra cumbre acaba de llegar la cuarta adaptación cinematográfica a nuestra cartelera, esta vez dirigida por Greta Gerwig. Pero a Lola le parecen más estimulantes las obras de nuevo cuño: “Es una maravilla tener un autor como Lorca, por eso se sigue revisitando. Hay un interés grande por su obra ahora y está muy bien que estemos trabajando en él, pero me gustaría que se apoyaran textos actuales, que se concibieran nuevos trabajos de todos estos dramaturgos contemporáneos que lo versionan, porque a Lorca también le hubiera gustado”.
La creadora alicantina parece evocar en sus palabras las pronunciadas por el autor granadino durante una conferencia a los actores madrileños titulada Charla sobre teatro: “Para los poetas y dramaturgos en vez de homenajes yo organizaría ataques y desafíos en los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saña: ¿a que no te atreves a hacer esto?”.
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