VALÈNCIA. ¿Puede una iniciativa de dos profesionales del audiovisual convertirse en el organismo de referencia del sector a nivel autonómico? Pues sí todo sigue el curso indicado por las partes implicadas, parece que sí. El 19 de julio de este año se presentó oficialmente la Acadèmia Valenciana de l’Audiovisual en el Teatre Rialto, arropada por el director adjunto de cinematografía del IVC José Luis Moreno. Sin embargo, la sede de la entidad se situaba en Blanquerías, 6, el edificio SGAE, con el objetivo de que el vínculo del organismo con el Institut fuera de apoyo pero sin intervenir en la iniciativa profesional.
Y es que en realidad tienen mucho y muy poco que ver a la vez. La institución pública no participó de ninguna manera en su fundación, que en realidad fue muy cassolana: una propuesta del gestor Lluís Gosalbez al productor Pep Llopis, una idea que no es nueva y que llevaba años pensándose, pero que se había frenado por la crisis del audiovisual local y el cierre de RTVV. Pasadas estas dos situaciones, los dos profesionales hicieron una lista de nombres vinculados al sector y que (en su opinión) representaban a este de una manera rigurosa y amplia, incluyendo a trabajadores y trabajadoras de la producción, la exhibición, la interpretación o la animación, entre otros campos.
El 7 de mayo se llevó a cabo la primera reunión del organismo, a la que acudieron unas 30 personas, y desde entonces se fijaron unos objetivos y empezaron las conversaciones con el Insitutut Valencià de Cultura. La relación con la entidad pública ha sido más que buena, y con tan solo de seis meses de vida, han conseguido ser coorganizadores de la gala de los primeros Premis de l’Audiovisual Valencià. El IVC ponía el dinero y los recursos, y ellos -desde fuera- asesoraban “en lo que creían que podían ayudar”, según cuenta para Cultur Plaza el presidente provisional de la Acadèmia, Pep Llopis.
Los académicos no formaron una parte relevante en el primer corte de selección de las películas, que el IVC decidió ceder a la Mesa de la Cultura Valenciana y en el que cada asociación tiene la representación de un único miembro, pero una vez anunciaron los nominados, el segundo jurado se constituyó con cinco nombres del IVC y otros cinco de la Acadèmia. Otra vez, todo un logro para una asociación con tan poco tiempo de vida. La idea, que el propio Llopis transmitió en su discurso durante la gala, es “encargarse plenamente de la organización de los premios en 2019”.
Desde el IVC no saben calcular el peso concreto que tendrán, pero han puesto a la disposición de esta nueva organización todo el apoyo posible, por ejemplo con la visibilidad que otorga tener un premio específico o la presencia de su logo durante toda la gala, teniendo así mucha más visibilidad que el peso real de su contribución. La generosidad no se quedará en eso y los presupuestos del año que viene, aún pendientes de ser aprobados, prevén 70.000€ a título nominativo para que la Acadèmia asuma una mayor parte del certamen del 2019.
Este camino para conseguir ser la organización de referencia del sector audiovisual valenciano pasa (obviamente) por conseguir el apoyo de los profesionales, y eso significa que haya un número significativo de estos que estén dispuestos a pagar una cuota y a participar activamente en lo que vaya proponiendo la organización. El horizonte que se contempla para que la junta provisional (constituida ese 19 de julio) deje de tener ese apellido es contar al menos con 100 asociados y asociadas y celebrar entonces una asamblea general y unas elecciones. “Todos los días 2 o 3 personas se interesan por entrar, así que no será difícil ni lento alcanzar esa cifra”, calcula Llopis.
Mientras tanto, la maquinaria de la Acadèmia sigue viento en popa: próximamente habrá una reunión en Zaragoza con sus homónimas nacionales y también la portuguesa. La valenciana dice tener vocación de seguir los modelos de sus compañeras, sobre todo de las más veteranas como la gallega, que lleva en activo desde 2002. Ahora falta que el camino, que por ahora ha sido relativamente fácil, tenga personas suficientes que quieran recorrerlo. Todo apunta a que sí pero también todo es muy líquido: hace seis meses ni siquiera existía una Acadèmica Valenciana de l’Audiovisual.
¿Cuán valencianos deben ser los premios?
Las bases de los premios son claras a la hora de valorar la valencianía de una película. Un mínimo de un 30% del capital que participe en la película ha de ser de la Comunitat. Pero el dinero no asegura en ningún momento la participación de profesionales locales. Es el caso de Perfectos Desconocidos, la película de Álex de la Iglesia, que obtuvo nueve nominaciones: aunque el capital valenciano superaba el 50%, la inmensa mayoría de los técnicos que participaron en el rodaje lo eran de otras partes de España. La única película que optaba a más galardones era El Desentierro, que aunque contaba con un nutrido grupo de trabajadores de aquí, reservó a los actores argentinos y catalanes los personajes principales, y a los valencianos los secundarios. Y claro, en las nominaciones, algunas categorías no mostraban el talento de aquí. Todo esto se “corrigió” en el segundo corte, en el que la Acadèmia y el IVC se repartió el jurado y Perfectos Desconocidos -por terminar con el mismo ejemplo- no se llevó ningún premio.
Todo esto fue motivo de conflicto entre la Acadèmia y el IVC, y desde la primera organización se buscará que se sea más exigente a la hora de pensar en una película como “cine valenciano”, aunque eso podría cerrar la puertas a producciones con un valor artístico importante. El debate parece que irá para largo y será uno de los caballos de batalla de la Acadèmia cuando consiga materializar su fuerza.