La compañía ilicitana nutre el mito griego con textos de Brecht, Anouilh, Marguerite Yourcenar y María Zambrano
VALÈNCIA. La tentación, a la hora de adaptar una tragedia griega, vive en el presente. Pero La Ferroviaria se ha resistido y ha realizado una versión de Antígona atemporal y simbólica, con una puesta de escena actual, pero sin condicionantes coyunturales ni realistas. El montaje está programado el 1 de agosto como espectáculo inaugural de Sagunt a Escena.
“Al realizar una relectura, todos nos remitimos de una manera oportunista a algo que está sucediendo. Ahora, por ejemplo, ocurre con las migraciones. No deja de ser un reclamo para el público, pero creo que la tragedia griega tiene en sí misma los componentes suficientes para que llegue su mensaje”, considera el director de la compañía ilicitana, Paco Maciá.
La obra, no obstante, consta de textos contemporáneos. El discurso de investidura de Creonte, sin ir más lejos, es el del presidente de Siria, Bashar Al Assad.
La dramaturgia se nutre de escritos propios y de fragmentos de adaptaciones del clásico de Sófocles firmados por Bertolt Brecht, Jean Anouilh, Marguerite Yourcenar, Griselda Gambaro y María Zambrano.
En ese puzzle les ha interesado “la parte profunda de la persona, la social en el contexto y la política, porque al final lo que hace es una reivindicación de mujer y de justicia”, detalla el director. El resultado es de tipo sintético, y demanda al espectador un papel activo.
La columna vertebral de este trabajo intertextual es el análisis del mito que en su Antígonas, una poética y una filosofía de la lectura realiza el filólogo George Steiner. Así, la compañía ha tomado los cinco grandes conflictos que se exponen en el libro: vida y muerte, individuo y sociedad, juventud y vejez, hombre y mujer, Dios y ser humano, a la hora de desarrollar el lenguaje propio de la compañía.
Y en el retrovisor, el trabajo del creador belga Jan Fabre, un subvertidor de géneros que Maciá venera. Cita la performance de 24 horas ininterrumpidas Monte Olimpo, un trabajo a partir de las tragedias griegas, que considera “un antes y un después” y un “referente de acción dentro del teatro”.
El director alicantino se siente identificado con su trabajo, porque ambos proceden del mundo de los lenguajes del movimiento, pero habla de homenaje. “No lo plagio, sino que hay una casa común que nos inspira”, matiza.
“Nuestra versión se alimenta de las acciones físicas, el cuerpo como discurso, el carácter performativo de muchas de las escenas, la transgresión de la visión clásica de la obra, el respeto de la esencia del mensaje y un compromiso ético sobre la defensa de los derechos humanos también aquí en nuestro país”, puntualiza el director ilicitano.
Y es que es inevitable que este mito sobre el entierro de los enemigos políticos conecte al espectador con el capítulo más trágico de nuestra historia: “Antígona nos remite a los muertos de las cunetas. Es muy extrapolable a la realidad española, y sí hemos tocado el entierro de los cuerpos. De hecho, hemos incluido textos de la Asociación de Memoria Histórica de Paterna, pero no es la máxima de la obra, porque si hubiéramos hecho una versión que aluda a la Guerra Civil, hubiéramos perdido profundidad. Es una tragedia universal que conecta con el tiempo anterior y lo hará con el siguiente”, opina Maciá.
A ese lenguaje ferroviario se ha incorporado el vocabulario musical de otro artista oriundo de la tierra de la compañía, el Niño de Elche, que se encarga del espacio sonoro. En los últimos años, el cantaor ha revolucionado la escena con su cante crítico y experimental, y respaldado propuestas escénicas contemporáneos de grandes de la danza en nuestro país como Guillermo Weickert, Mal Pelo e Israel Galván.
Para esta ocasión aporta una partitura genuina y coral donde el sonido proviene de la escena. Maciá aplaude su entrega: “Está en guerras muy poderosas, pero se ha volcado en la pieza. Nos ha dedicado tres meses en exclusiva, acudiendo mañana y tarde a los ensayos, con lo que la música y las escenas se han creado al unísono”.
Curiosamente, a pesar de que la coreografía y la música son lenguajes que pertenecen al mundo griego, en los montajes contemporáneos han ido desapareciendo. La Ferroviaria los recupera para su primera adaptación de una tragedia.
“A partir del siglo XIX, el realismo y el uso de actores más ceñidos a la palabra nos llevó a este tipo de espectáculos donde se eliminaron las demás facetas. Las compañías se fueron especializando tanto que lo híbrido se fue quedando al margen. Ahora, por fortuna, en las artes escénicas vuelven todas juntas”, aplaude Maciá.
Una de las señas de identidad de la compañía es, precisamente, el talante multidicisplinar. En sus obras, les gusta que cada disciplina se exprese y esa ambición de aunar luz, imagen, música, danza, movimiento, escenografía y dramaturgia les lleva más lejos en la comprensión del espectador que un trabajo lineal desde el texto.
“La tragedia griega eran espectáculos totales y nosotros le hemos querido devolver eso”, completa el director.
A esos alicientes se suma la puesta en escena en un teatro romano al aire libre, circunstancia que a Paco Maciá le emociona: “Sentirse en medio de la naturaleza y actuar en un espacio que remite a lo que vivieron los griegos cuando iban al teatro ya es de por sí un espectáculo”.
La bailarina, recientemente premiada con un Max, lleva su Corps seul a Sagunt a Escena