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LUCE y Carlos Ferrando (Closca) en la terraza: cuando tu oficio es cambiar la piel de una ciudad

El artista LUCE y el creativo Carlos Ferrando se sientan por primera vez para dar rienda suelta a conexiones imprevistas

6/07/2019 - 

VALÈNCIA. Por julio y agosto el regreso de una vieja tradición de la cabecera: citar a elementos de la cultura propia que no suelen citarse. Hay una premisa importante, la de no sacar conclusiones previas. La de no imaginar qué va a ocurrir o cuál va a ser el trazado de la tarde. Menos mal. 

Una terraza de la calle Pedro III El Grande. Hemos quedado a las 18h. LUCE es el artista cuya firma quedó plasmada alrededor de toda la urbe como una señalética identitaria. Entiende los fragmentos resquebrajados, los tránsitos del camino, como el hábitat perfecto en el que enarbolar acciones artísticas. Carlos Ferrando, fundador de Closca, llevó sus cascos desde una idea iniciática labrada en València, hasta el MoMA y Richard Branson, con el propósito de acompasar el ritmo humano a las transformaciones urbanas en marcha. 

Los dos cambian la piel de la ciudad. Los dos han hecho de lo improbable una marca registrada. Los dos no se habían encontrado todavía.

¿Por qué os ocupa aquello que sucede en las ciudades, el movimiento en torno a ellas? 

Carlos Ferrando: Las ciudades son una bandera para aquellos que quieren tener un entorno similar a ti, permiten siempre encontrar tu tribu.

LUCE: Vengo del mundo del grafiti, comencé a practicarlo en la adolescencia y era el primero gancho para relacionarme con la ciudad. La ciudad era como un tránsito para poder pintar, sin más noción de dónde estaba ni qué pretendía. Pero con el grafiti fui entiendo la ciudad de una manera más amplia. Mis compañeros de colegio igual solo conocían la ciudad por sectores y yo podía aumentar ese espacio, transitar por otras áreas. La ciudad es como un momento de la vida donde te crees que lo conoces todo pero luego te das cuenta de todo lo que te queda, de lo poco que conoces...

Foto: KIKE TABERNER.

Carlos Ferrando: En las ciudades encuentro a gente que quiere crear el futuro. Es en las grandes ciudades donde se une a la gente para cambiar las cosas. Quizá en el futuro no sea tan así. Al crear Closca hicimos un estudio casi antropológico de cómo se adoptan los cambios. Llegué a la conclusión de que los cambios penden de movimientos… y el movimiento lo generan comunidades concretas. Esa gente que influye en los demás son un 5%, un 8%. En lugar de segmentarnos por productos lo hacemos por retos sociales. Primero con el casco ante aquellos que quieren desplazarse por la ciudad sin ruido ni humos y ahora con la botella, el icono para los que no tiramos plástico para beber agua. 

LUCE: Poder trabajar en la calle con el arte quizá anima a la gente a acercarse a otros espacios. Trabajar en la propia ciudad genera otros ritmos. ¿A cuántos LUCEs vives de tu casa?, llegaban a bromear conmigo. Ahora mi creación artística es más general. Comencé a tener ganas de que se me conociera por un mayor componente artístico y no solo por una marca. Demostrar el respeto por los ciudadanos y por el contexto, más allá de la primera etiqueta que te bandaliza. Estoy aquí para enriquecer la experiencia de la gente cuando sale a la calle. 

Carlos Ferrando: Yo quería que la gente usara menos el coche, menos el plástico, pero no podía ir detrás de la gente pidiéndolo. Necesitaba productos bonitos que lo contaran por mí para llegar a más personas. Hace unas semanas Richard Branson invitó a 50 personas a una isla. Nos dijo: somos un 5% los que creamos, o cogemos una corresponsabilidad o esto se nos va de las manos. No quería ayudarnos sino decirnos: no seas tan egoísta y usa lo que estás haciendo para generar conciencia. Le intenté vender la historia de Closca, pero… él estaba con que ojalá hubiera tenido el mismo propósito desde el principio y no sólo se hubiera dedicado a ganar dinero. Si eres capaz de crear, úsalo para influir. Y eso es a todos los niveles.

¿Cómo se aplica a València? 

LUCE: Siempre me he desarrollado en la independencia. He generado relaciones y vínculos de manera muy orgánica. Pero me encuentro con una ciudad que valora la trayectoria de lo que he ido haciendo, lo que puedo ofrecer. Poner en valor la propia independencia de los demás me parece positivo para una ciudad.

Carlos Ferrando: València, ahora, es una ciudad que importa personas que piensan en que haya cosas que cambien. Yo lo hago desde el diseño y otros desde otro campo. Ocurre porque esta es una ciudad abierta donde en poco tiempo se puede conocer a mucha gente. Se perciben ganas de ayudar. Cuando fundé Closca perdí el 80% de mis ahorros, pero con aquellos con quien quedaba me escuchaban, me terminaban invitando a comer para solucionarme los problemas. Quizá tenemos que demostrar todavía que es un buen sitio para crecer. Hay todavía pocas empresas que desde València son capaces de impactar en todo el mundo. 

Los dos os fijáis en el movimiento de los ciudadanos, en cómo se desplazan.

LUCE: Con mis últimas intervenciones intento que la gente de manera más o menos involuntaria se esté moviendo por un espacio siguiendo las lecturas de lo que por ahí pone. 

[LUCE escribió ayer que su pareja se fue al aeropuerto para viajar a Berlín vía París. El artista decidió volver a casa desde el aeropuerto caminando. Al llegar, su pareja había aterrizado en París. “Me gusta pensar que Laura ha llegado a París volando en el mismo tiempo que he tardado yo en volver a casa andando”]. 

LUCE: El enunciado de decir ‘del aeropuerto a casa andando’ ya es extraño, aislamos el aeropuerto, parece que no existe lo posibilidad de andar. Volví en línea recta por el polígono de Manises. Está muy relacionado con mi interés de leer al caminar. Hace pensar en cómo medimos los tiempos.

Foto: KIKE TABERNER.

Carlos Ferrando: Con el lío de vida que tengo ahora sueño con las caminatas que me daba cuando mi primer amor fue un schnauzer gigante. Salía a caminar con una mochila, dos naranjas, un libro y una hamaca. Muchos días me plantaba a 30 kilómetros de casa. Con los períodos de estrés, sueño con ellos. 

LUCE: No sé cuándo se me puede complicar la vida, pero no tengo un anhelo de complicármela. Me gustaría mantener este ritmo. Prefiero el pensamiento, reflexiones como las que tengo ahora, antes que no poder en cualquier momento dar un quiebro y poder volver caminando a casa desde el aeropuerto. 

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