CASTELLÓN. "Hasta que di el paso de aunar todos mis mundos, tenía dos páginas de Facebook, dos tarjetas de contactos y dos mails". José Bravo el fotógrafo para unos y José Bravo el psicólogo para otros. Parece práctico separar una profesión de otra, sin embargo, esto puede terminar siendo un quebradero de cabeza. Más cuando existe la posibilidad de vertebrar ambas acciones en una misma dirección. /Y así ha terminado siendo./
Hace diez años que José Bravo decidió cambiar las calles de Castellón por unas de València. No fue esta su única mudanza. El retratista logró con el tiempo dejar sus miedos para convertir su trabajo en algo más: un medio con el que mirar hacía afuera y no hacía dentro. Un nuevo eslabón en su profesión que coincidió con la idea de que las artes también podían ir acompañadas de la psicología, y viceversa. Ha sido pues desde entonces que practica y entiende el retrato como una herramienta para "conectar" con uno mismo y los demás. Algo que se conoce como "fotografía humanista". Pero, además, el castellonense se dedica a la terapia gestalt y a la docencia mediante cursos y talleres. De ello hablará, en efecto, este miércoles en una visita a su ciudad natal. Será en la Aula Foto Cine Lledó cuando a las 18:30 horas dará una charla con la fotografía como "excusa". Esa excusa maravillosa que siempre le acompaña.
-¿Qué te atrae de la fotografía humanista?
-Quizá influya que sea psicólogo pero lo que me apasiona de una imagen no es tanto lo que hay delante, su composición y el resultado que vaya a tener, sino los seres humanos que la sostienen. También me interesa con ello mostrarme. Los fotógrafos acostumbramos a escondernos detrás de la cámara y eso habla de inseguridades, del miedo a qué dirán y de que la otra persona cuando se de cuenta de que la estás capturando vaya a responderte mal. He estado muchos años en esta postura, pero con la fotografía humanista esto cambia, he de mostrarme para que la otra persona me vea y sienta que no le estoy robando. Es decir, hay que generar una excusa para conectar con los demás y compartir con ellos el proceso. De este modo, la fotografía humanista es interesante porque en ella importa la parte interior del fotógrafo y, por lo tanto, la relación que se fragua entre el humano que hace fotos y el que está mirando.
-¿Cuándo empieza a producirse este cambio en tu trabajo?
-Hay varios momentos de 'clic'. Todo empezó un día en el que vino a mi consulta una paciente que también era fotógrafa y entonces empezamos a trabajar con sus fotos. En ese momento me di cuenta de que estas no hablaban solo de lo artístico y creativo, sino de la persona. También, hubo un cambio cuando hice mi primer trabajo de fotógrafo de mamás para un libro de lactancia. Había tanta intimidad en la casa donde estaba trabajando que vi como no estaba pendiente únicamente de la fotografía, era clave que surgieran emociones y para ello era muy importante mimar el proceso, hacerlo sin prisa. Entendí que mi forma de fotografiar, a lo que yo llamo acompañar, no eran en sí shootings, porque para mi no era tan importante la imagen como que estas estuvieran cómodas y se sintieran acompañadas. A raíz de todo esto, empecé a investigar y vi que había más profesionales que mezclaban ambas técnicas, como Cristina Nuñez.
-Siguiendo la premisa de "mirar y mirarnos mejor", ¿Examinas tu campo visual antes de disparar?
-Cuando estás en la calle no te da tiempo a reflexionar mucho, lo que ocurre es más bien instintivo. Simplemente hay alguien que tiene algo que te atrapa para que le hagas la foto. Pero en los cursos sí que intento analizar bien a la persona que tengo enfrente, para ver a donde se me va la mirada...puede ser un gesto o su energía que me han hecho parar y disparar. Esa es la fotografía consciente de la que hablo, la que hacemos que sea más nuestra. Cada vez fotografiamos más y miramos menos, como si fuera un acto compulsivo. Pero cada foto ha de ser una elección.
-¿Por qué ya no observamos?
-Sí lo hacemos, pero observamos poco y mal -yo mismo me incluyo. Vivimos pegados a un móvil, no hay una mirada contemplativa y respirada de las cosas. El ritmo que llevamos hace que no disfrutemos. También es verdad que el hecho de mirar no está del todo bien visto. Ahí entran pues las timideces y las inseguridades, pero la fotografía es una excusa maravillosa para atreverse a mirar.
-¿Son los fotógrafos los primeros en olvidar que lo que está delante de su objetivo son personas?
-Sí, a veces los fotógrafos solo piensan en imágenes y se olvidan de los otros. Me di cuenta de ello cuando me escondía para fotografiar. Nos dedicamos a mirar pero también nos hemos de mirar a nosotros mismos, por eso empecé, en mi caso, a hacer autorretratos.
-¿Y cómo cambia la actitud de una persona cuando el fotógrafo sí se muestra?
-La reacción del otro tiene muchísimo que ver con la tuya. Antes cuando alguien me descubría estaba tenso, porque pensaba que había hecho algo mal. Nos creamos una "fantasía" de que todo el mundo nos va a contestar mal. Sin embargo, debes tratar que las personas no se sientan solo observadas. Por ello, me obligue a presentarme y a sonreír. Esto transmite confianza, porque la otra persona va a saber que lo estás haciendo no es malo. Así mismo, está claro que las reacciones pueden ser variadas. Vivimos en una sociedad basada en la desconfianza y se van a preguntar mucho qué vas a hacer con esas fotos y dónde las vas a subir. Es mejor explicarle al otro qué te ha llamado la atención de él porque así sentirá que se ha convertido en importante para ti.
-En tu caso, ¿prefieres capturar los silencios o los momentos de euforia?
-Cuando echo la vista atrás a mis trabajos en festivales, observó que aunque fueran lugares llenos de ruido y con mogollón de estímulos, mi mirada se iba a la intimidad, a momentos de desconexión que determinadas personas tenían con la música. Plasmó pues miradas, un placer... Mi trabajo al final se va al retrato y a las emociones, no a la panorámica o a los grupos. Creo que en muchas de mis fotos no había ruido a pesar de estar en festival. Aunque quizá ahora, por mi momento personal, veo silencios, mientras que en junio no lo hacía.
-Si pudieras poner otro ejemplo de fotografía que represente a la perfección el humanismo, ¿Cuál dirías?
-Hay muchas, pero destaca la corriente del fotógrafo francés Robert Doisneau, ya que este buscaba esa magia en la calle y sus imágenes evocaban espontaneidad en lo cotidiano. También diría Gabriel Cualladó o Cristina Garcia Rodero, la cual me fascina porque ella en sí es tan humana, tan bonita que obviamente sus fotografías tiene que transmitir eso. Creo que lo humanista es precisamente esto, cuando ves una imagen y presientes que el fotógrafo que había detrás tenía un gran corazón. Si bien es cierto que igual no lo ves en una única foto sino en un conjunto.
En las redes sociales te encanta lanzar preguntas; por eso rescatamos algunas:
-¿Hasta qué punto utilizas la primera persona del plural en vez de la del singular en tus trabajos?
-Me he dado cuenta de eso...que para no comprometerme con algo que no es mío recurro a la primera persona del plural o incluso la tercera; es como inercia. Y no, no es lo mismo decir "vivo en un momento aferrado a los demás" que "vivimos en un momento aferrados a los demás". Igualmente, en mi caso es verdad que soy muy del yo, para no hablar del resto. Ya hemos generalizado bastante.
-¿Qué dirías que ofrece Castellón para la fotografía en su cotidianidad?
- Castellón es una ciudad que a priori me resulta menos atractiva urbanísticamente, porque no hay tanto movimiento de personas. En las grandes ciudades, en cambio, te puedes perder más. Pero también es cierto que esta es mi ciudad y al final parece que nos apetece salir a otro espacio con más posibilidades. No obstante, ofrece lo mismo que cualquier otro espacio en el que te dediques a observar y mirar con conciencia. Todas las ciudades son un escenario, pero en mi caso me centro en lo humano.
-¿Qué te acompaña (en el momento de hacer una foto)?
-La curiosidad, por eso me hago tantas preguntas. También, la necesidad de dejar huella y en este caso de dejar huellas creando. Siempre tuve curiosidad creativa. Al final lo que ofrezco más que una obra es como un discurso. Sin la cámara no me hubiera atrevido a hacer tantas cosas. Todo tiene un "para qué".
-¿Y para qué sirven los espejos?
-Es esa necesidad de vernos y de hacernos preguntas. De pequeño no me gustaban porque era muy inseguro. Un espejo te coloca delante de lo que hay. Por eso, desde que hago autorretratos lo veo como un espacio de juego, de conocernos. Además, el autoconocimiento ha sido fundamental para mi trabajo, porque sino cómo iba a poder asomarme a los demás.
-"¿Tu sabes esquiar hacia arriba, verdad?", Los amantes del Círculo Polar (1998)
-Sí pienso que la magia es posible, estoy convencido. No estoy ahora mismo como en un estado de Amelie, pero creo de verdad que los seres humanos tenemos mucho poder. Creamos en lo que creemos. Así que sí, se puede esquiar hacia arriba.