El guionista y dramaturgo de The Eddy cuenta con un Tony por su obra teatral Harrry Potter y el legado maldito y el BAFTA por la serie This is England
VALÈNCIA. El semanario inglés The Economist asegura que el dramaturgo y guionista Jack Thorne (Bristol, 1978) se está convirtiendo para la televisión británica moderna “en lo que Charles Dickens fue para la novela victoriana: un cronista de las historias no contadas y de los males sociales del país y los dramas domésticos que los encapsulan".
El autor vive un momento de gloria. Al prestigio que le ha dado ser el guionista de cabecera del director Shane Meadows, se suman estrenos teatrales en Broadway y el West End, el Tony por su libreto de Harry Potter y el legado maldito y cinco premios BAFTA.
Thorne es tan prolífico como diverso. Esta afirmación se puede contrastar en tres series programadas en otras tantas plataformas en nuestro país. Filmin acoge el acongojante drama social The Virtues; HBO, la saga de fantasía La materia oscura, basada en las novelas homónimas de Philip Pullman; y este 8 de mayo, Netflix estrena la puesta de largo televisiva de Damien Chazelle, The Eddy, que el británico ha coescrito.
El germen para los ocho capítulos de esta trama ambientada en un club de jazz de París, se remonta a 2013, año en que Chazelle estrenó el corto que sirvió de base para su segunda película como director, Whiplash. El compositor y productor musical Glen Ballard, responsable del álbum Jagged Little Pill, de Alanis Morissette, envió un tratamiento para una ficción audiovisual sobre una banda de jazz al productor de A dos metros bajo tierra, Alan Poul, quien tuvo claro que aquel proyecto debía liderarlo Chazelle y desarrollarlo, Thorne, del que acababa de ver una serie sobre atracadores que le había dejado maravillado, The Last Panthers.
“Ha tomado su tiempo porque es un relato que combina diferentes géneros: el drama, el thriller criminal y el musical. Teníamos que hallar el tono, el medio y la forma de contar la historia adecuadamente. Corríamos el riesgo de caer fácilmente en un contenido genérico, pero aspirábamos a contar de manera distinta, a asemejar la narración al jazz”, explicaba Jack Thone en la pasada Berlinale.
La música marca el ritmo de la historia y la esponja con una banda sonora interpretada en directo por intérpretes profesionales.
“Las secuencias musicales duran mucho tiempo en The Eddy, así que no puedes meter a un actor para que finja tocar el contrabajo o la batería”, comenta el guionista.
De ahí que entre el elenco, donde constan actores europeos, como Tahar Rahim y Joanna Kulig, y estadounidenses, caso de André Holland y Amandla Stenberg, haya también músicos que debutan frente a la cámara. Su inexperiencia no ha sido un problema.
“Queríamos que los diálogos fueran fluidos, de modo que la improvisación estaba en el eje de este proyecto. La serie rastrea un viaje emocional, así que lo relevante era crear escenas que permitieran a los personajes expresarse. Y los miembros del elenco que no eran actores nos sorprendieron e incorporaron detalles absolutamente hermosos, como su gestualidad al tocar los instrumentos”, agradecer Thorne.
El inglés toca el saxo y frecuenta clubes de jazz, pero su afición no le bastaba para encarar un proyecto donde iba a codearse con Chazelle, que antes de dirigir fue baterista de jazz en Princeton, y con los compositores Glenn Ballard, ganador de seis premios Grammy, y Randy Kerbert, nominado al Oscar por El color púrpura (Steven Spielberg, 1985). Para entender el jazz desde su base, el guionista se empapó de la serie documental de Ken Burnes, Jazz: La Historia, donde a la largo de 12 episodios se exploran 120 años de música.
También revisó, por encargo de Damien Chazelle, clásicos de la nouvelle vague, con atención al carisma de Jean-Paul Belmondo.
Si La La Land mostraba una imagen tecnicolor de Los Ángeles, The Eddy plasma una París porosa, granulada y periférica, en el lado opuesto de la Ciudad de la Luz de las postales. El padre de Jack Thorne es urbanista, así que al guionista siempre le ha fascinado la planificación de las metrópolis, y la peculiaridad del bulevar periférico de la capital francesa ha pesado en la ubicación del club de jazz de la serie en un barrio de las afueras.
“Si esta ficción tiene una misión política es señalar la tendencia de las grandes ciudades a excluir a sus habitantes y a establecer zonas exclusivas y guetos. París lleva la delantera en una tendencia hacia la que están yendo ciudades modernas, como Londres y Nueva York. La capital francesa tiene una estructura peculiar, con un anillo central construido de dentro afuera: la gente muy rica vive en el interior y los excluidos, en el exterior, donde hay muy pocas infraestructuras comerciales e industriales, de modo que ha de desplazarse al centro para todo. Es algo que me preocupa, porque implica perder la diversidad racial y cultural”, teme Thorne.
Plasmar la complejidad de la vida en la banlieu, con su carga de delincuencia y de lucha por mejores oportunidades, le supuso un reto constante, que a menudo tenía que tomarse un tiempo para entrar en la psique de sus personajes.
A Thorne le gusta intercalar los proyectos políticos con los de fantasía. A menudo, solaparlos. Asegura que así evita bloqueos, porque cuando se encalla en un texto, cambia de universo para retomarlo luego con la mente desentumecida. Por ejemplo, si durante la escritura de The Eddy, una conversación entre sus protagonistas no le resultaba creíble, dedicaba dos horas a una pelea entre Draco Malfoy y Harry Potter. Tras el lance entre los dos magos, la vuelta al diálogo entre un pianista retirado y su hija adolescente fluía.
“De hecho, pienso que la fantasía es un género político y supone una oportunidad de reflexionar sobre quiénes somos”, alaba el autor, quien considera que la película más política del año pasado fue Vengadores: End Game, por abordar el control demográfico.
En su opinión, la saga de superhéroes demoniza al personaje que plantea el debate sobre la superpoblación mundial, pero así y todo, abre el melón sobre este problema acuciante.
Ya sea en la variante fantasiosa o en la real, lo que más le preocupa a Thorne es que sus proyectos tengan fundamento: “No me interesan las historias que son populares pero sólo fachada. Busco tramas con enjundia. Vivimos tiempos de crisis, y la televisión es una manera útil de retar a la gente, porque les provocas desde la empatía”.
Sus próximos retos serán colar esa reflexión política en otra serie para Enola Holmes, donde Millie Bobby Brown dará vida a la hermana del detective creado por Arthur Conan Doyle.