VALÈNCIA. ¿Cómo escribir en mitad del dolor? ¿Anotar para olvidar, para desechar? ¿Cómo seguir una rutina de lo que hiere y superarlo al mismo tiempo? Algunas de estas cuestiones giran alrededor de una tras la lectura -feroz y febril- del libro Irse, escrito por Esmeralda Berbel y publicado hace apenas unas semanas por la editorial Comba. Esmeralda Berbel es conocida, ante todo, por ser una notable escritora y una extraordinaria profesora de escritura educativa. Nacida en abril de 1961 en Badalona, Berbel es autora de un buen conjunto de libros de relatos como El hombre que pagaba noches enteras (2000), Alismos (2006); poemarios como Calma corazón, calma (2008) y Fumar en la bañera o la novela Detrás y delante de los puentes, publicada por esta misma editorial en 2015.
Sin embargo, durante demasiado tiempo ha sido conocida por ser la pareja del actor Eduard Fernández. Irse es el diario personal de la ruptura de una relación que duró veinticinco años. El diario comienza en 2012 con un viaje que Esmeralda emprende a Brasil donde su marido está rodando una película. Se percibe la ilusión y el amor en sus palabras pero también un miedo atroz a que algo está cambiando y no detecta cuál es el motivo.
Tengo muchas ganas de llegar. Tengo muchas ganas de verte. De ver a mi hija. (…)
Estás ahí esperándome. Me encuentro con el chico que conocí hace veinticinco años, flaco, bello. Lisboa y Brasil. Y todavía esa forma desvergonzada de ser críticos. (…)
Te veo irte, y aunque me he encontrado con el hombre que amé hace veinticinco años, hay algo que me inquieta, no sé qué es y no puedo entenderlo.
Hay algo de morboso, de cierta indagación, de pudor extremo al leer las líneas que componen el diario, pues allí la autora se expresa con absoluta desnudez y desesperación.
¿De qué parte de mí no me ocupo cuando me ocupo tanto del otro? ¿De qué parte de mí prescindo cuando controlo al otro?
El diario abarca los años 2012, 2013, 2014 y 2015. Es el tiempo que tarda en curarse del desamor -si es que finalmente se restañan las heridas- y en comprender una vida sin su amor. 2012 es el año en el que todo se atisba pero nada se concluye. El año de las sospechas y del miedo. Del susto.
8 de noviembre
Éste es mi ruido y mi furia.
No somos cómplices. Te amo pero ya somos cómplices. Estás aquí pero te has ido. Toda mi inquietud desplegada. ¿Quién eres? ¿Quién soy?, respondes. No me has dicho algunas cosas porque no te atrevías, porque no confiabas en que te acogiera. ¿Tengo yo entonces la responsabilidad de lo oculto? ¿Tengo yo entonces la responsabilidad de no ver?
Para combatir la tristeza y la angustia, Esmeralda nada y lee. Frenéticamente:
He empezado a hacer kárate. Por las mañanas voy a nadar y por las noches hago kárate. El movimiento es lo único que me calma.
El año 2013 comienza con la misma devastación en los Pirineos, la constatación de que todo se ha roto. El 7 de enero, como un envenenado regalo de reyes, llega el abandono de la casa que compartía con su amor.
7 de enero
Te has ido. No he mirado cuántas cosas del primer cajón. No he mirado en tu despacho. Me voy unos días para estudiar, para descansar, para que también tú estés más tranquila. Uno días, le dices a nuestra hija, hasta que estrene la obra. Pero eso no me lo dices a mí. ¿De qué sirve decirme que esté más tranquila?
La escritura de Berbel es seca pero profundamente lírica e íntima. Se inventa palabras para añadirlas a su dolor (“El silencio y el desilencio”) y es imposible que el lector no sienta que invade una habitación tan pequeña que asfixia (“¿El lector es un nuevo personaje de la historia que lee?”). La escritura y su poder salvífico lo invade todo: la narradora da clases sobre las escrituras del Yo e incita a sus alumnos a escribir su propio diario. Y nuevamente la debate que encierra la pregunta que durante tanto tiempo se ha hecho la literatura: ¿dónde han escrito las mujeres y dónde deberían escribir?
¿Dónde escriben las mujeres?
En la cama, en los bares, en la cocina.
Sigo leyendo este ensayo sobre las mujeres y su imposibilidad de escribir y cuidar a los hijos, de ser artistas y cuidar a los hijos. La comparación de cómo ellos escriben en su despacho y en una habitación propia mientras nosotras lo haceos en la cocina. ¿Por qué iba a ser peor escribir en la cocina?
Todo el año 2013 se entiende como una herida abierta y está repleta de entradas furiosas pero sensatas. La diarista se tambalea pero no cae. O no del todo:
15 de abril
Me lo has dicho muy claro: Estoy bien solo, no voy a volver a casa, esta separación es definitiva. A dos días de mi cumpleaños, no quiero celebrarlo. Mis amigos insisten. Daniel me ofrece su casa. Lo preparo todo, dice.
31 de julio
(…) Tengo el dolor bien localizado, ya lo conozco, no nos acabamos de amigo pero lo voy escuchando. Lo que me hace más daño, fuera.
La entrada de X, el hombre-amante de la autora cobra especial importancia cuando se constata que “este amante que me hace sentir más sola de la que ya estaba” es lo único que sí permanece, que sí está. Sigue amando al hombre que le ha abandonado pero, al mismo tiempo, no puede olvidar a su gran amor.
Irse está colmado de personajes secundarios potentes: los amigos de Esmeralda, su entrañable padre en silla de ruedas, ese hermano con el que no habla, una hija adolescente que llega a la edad adulta ubicada en el centro de una herida (la de sus padres), alguna amante que la autora descubre por sorpresa, los alumnos... y, sobre todo, los autores de todos los libros que lee para salvarse (“Cada noche un libro / la esperanza del libro”): Barthes, Bolaño, Umbral, Borges, Steiner, Tolstoi...
No es fácil salir de la lectura de Irse intacto. Menos todavía si alguna vez se ha vivido el desamor como una suerte de duelo eterno: ¿cuándo acabará? ¿cuándo dejará de doler? ¿hasta dónde puede llegar el desprecio del otro? Irse es un diario que entrará a formar parte, junto a los poemas de Idea Vilariño a Onetti o algunas de las cartas de Fitzgerald a Zelda, de esa terrible lista de libros y obras a las que acudir cuando todo se desmorona. Simplemente para cerciorarse: alguien pasó por esto antes y sobrevivió.