Este verano están descartados los macrofestivales, pero ¿cuándo volverán? ¿qué habrá en su lugar? Las sombras y las luces de la situación actual de la música en directo
VALÈNCIA. La cuenta atrás ya llevaba varios meses advirtiéndolo: finalmente este no será el verano de la vuelta a la normalidad en la música en directo, que en la Comunitat Valenciana se había acostumbrado en contabilizar los aforos en decenas de miles de personas. Los macrofestivales van despejando las incógnitas, aunque no ha habido en ningún momento ninguna acción ni coordinada ni hablada con la administración. Las promotoras han supuesto el camino a seguir, han trasladado esas previsiones a Sanitat y -finalmente- lo que se celebrará será algo muy parecido a las pretensiones que han dibujado en los últimos meses.
La primera certeza que se puede despejar es que, por ahora, no hay plan alguno de celebrar un macrofestival ni un experimento masivo como reflejo de la noche en el Palau Sant Jordi, o los próximos Cruïlla y Vida Festival. El trabajo de las promotoras es el de jugar sobre seguro con formatos que les permitan coger aire este verano con condiciones que resistan los sobresaltos que aún pueda guardar el coronavirus. En este sentido, ya quedan pocos festivales para anunciar su cancelación tal y cómo estaban previstos antes de marzo de 2020 y que se trasladaron prematuramente en 2021. De hecho, Arenal Sound, que no ha confirmado su cancelación, se ha visto con la posición clara del Ayuntamiento de Burriana, que sí descarta su celebración en el formato que pone las entradas.
Sabiendo cuándo no se va a celebrar, la pregunta ahora es a partir de cuándo sí. A nivel nacional, Primavera Sound ha cambiado de año la agenda, hasta mayo de 2022. Aquí, en València, 4Ever Festival decidió cancelar su edición en vez seguir posponiendo, mientras el Festival de Les Arts apunta a una fecha mucho más ambiciosa, al ubicar su celebración en noviembre de este mismo 2021. En Benidorm, Visor Fest y Low Festival también ha preferido ser conservador y agenda su vuelta para julio del año que viene. Rototom, en Benicàssim, ha propuesto celebrar su edición de 2021 si se permitiera un aforo de 10.000 personas, sin mascarillas y con la zona de acampada habilitada, aunque estudian también la viabilidad de acoger a unos 5.000 asistentes con reajustes en la programación. Todo esto del 16 al 22 de agosto, es decir, en dos meses y medio. Ya tiene incluso en cartel a Julian Marley, Morodo, Alborosie, Barrington Levy, Kofee, Natiruts o Inna de Yard confirmados.
La vuelta a la normalidad depende de tantas cosas y tantas competencias, que es complicado incluso saber el marco sobre el que la Generalitat, que está en permanente contacto con las promotoras, podrá operar. Hasta ahora, el planteamiento post-Love of Lesbian ha tenido una de cal y una de arena. Por una parte, se ha abierto a aumentar exponencialmente los aforos, que ya llegan a las 4.000 personas y que -en principio- irá aumentando cada 15 días; por otra, ha alejado al público de la barra de consumiciones y el incremento del público va ligado a la sectorización de este a costa de una logística más complicada y más cara.
En todo caso, estas nuevas medidas han fomentado un tipo de evento al que las promotoras han dicho sí con los brazos abiertos y ya en prácticamente todos los rincones de la Comunitat habrá un mini-festival. Ciclos de festivales con entradas individuales de día (es decir, infraestructura de festival, pero programación diaria) con grandes aforos, propuestas nacionales para no jugársela con las restricciones internacionales (cabe recordar que, en materia de cultura, España ha sido de los países más permisivos de Europa), y precio acorde a los nuevos protocolos. Viveros acogerá dos ciclos, La Marina lleva haciéndolo -con mayor o menos aforo- casi de forma ininterrumpida desde el verano del año pasado, Benicàssim acogerá otro ciclo, Benidorm tiene el Low in the City, de menor formato, al igual que Music Port Fest, que se ha transformado en Port en Viu.
Los engranajes de Festivales-Sanitat-Turismo están bien engrasados y esperan que futuras ampliaciones de aforo les permitan, dentro de las posibilidades del espacio que ocupan, vender más entradas. Se está manejando una lista que han confeccionado las propias promotoras sobre qué fechas y cantidad de público aspiran (de manera realista) manejar para poder trabajar sobre papel.
Y más allá de todo lo que se negocia y se consigue o no, hay toda varias realidades sumergidas: la de los trabajadores y trabajadoras de la cultura, que sienten con incertidumbre como cada cambio es crucial para las giras y el montaje y desmontaje de las infraestructuras. Pero no son las únicas. Los grupos independientes se han visto gravemente desplazados de los carteles de los festivales porque hay que apostar sobre seguro y agotar todas las entradas. Quienes llenaban plazas, ahora hacen lo propio en estas nuevas iniciativas, pero para el término medio de la música, para todo aquella que sucedía además de los cabezas de cartel, la crisis coronavírica aún está lejos de resolverse lo más mínimo. Algo parecido pasa con las salas de concierto, que al no contar con una interlocución directa con la Generalitat, han sufrido de manera mucho más severa las restricciones, y sigue siendo así ahora que el público recuerda poco o nada un concierto en un recinto cerrado. La de las salas será casi una tarea de reeducación de público.
Y, por supuesto, el público que lleva con su entrada para un festival de 2020 desde hace más de año y medio y que sigue sin saber qué, cuándo, dónde y cómo va a poder aprovecharla. En la primera campaña de devolución de entradas, hace ahora un año, se calcula que se devolvieron cerca de un tercio de las entradas adquiridas. Primavera Sound ha tenido que hacer malabares para mantener al público, y en la Comunitat Valenciana, los festivales se ven abocados a hacer una auténtica campaña de marketing para saber de qué manera convencer al público de hace dos años que su propuesta sigue valiendo la pena para no descapitalizarse. Los carteles de entonces han perdido interés y son prácticamente imposibles: las modas pasan, las giras se acaban, el encaje de las agendas de contratación se han vuelto un arte.