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Héroes del Silencio, grupo esquivo

Su carrera recibió dos impulsos decisivos gracias a la televisión. El primero, en España, cuando recorrieron todos los platós, hasta de los magazines matutinos. El segundo, cuando aparecieron en un festival contra el racismo en Alemania. De esos dos impactos en las audiencias millonarias de la TV de antaño salió uno de los grupos españoles más importantes de la historia del rock nacional. No obstante, detrás no hubo marketing, solo unos maños que trabajaron estajanovistamente las carreteras alternando audiencias de 10.000 a 100 personas sin inmutarse

1/05/2021 - 

VALÈNCIA. Visto el documental Héroes: Silencio y rock y, me cago en mi puta vida, me sé todas las letras. Eso solo puede hablar bien de ellos, porque de todos los que en aquella época cantaban en inglés solo recuerdo vagamente algunos fonemas. Es una venganza merecida. Todas las escenas underground, cool de vanguardia que había a principios de los 90 le daban la espalda miserablemente a este grupo. Bueno, ojalá hubiese sido solo eso. Se dedicaban a burlarse de ellos, a hacer mofa de sus letras y de sus fans. Es cierto que el histrionismo de Enrique Bunbury en un país como este, donde no es recomendable tomarse muy en serio a uno mismo, no podía salir indemne. Pero también es cierto que a los grupos que cantaban torpemente en inglés nadie les hacía comentarios de texto de sus letras en las ruedas de prensa. Lo que nos podíamos haber reído también si alguien se hubiera parado a traducir aquellos prodigios en la lengua de Shakespeare.

Lo que es verdad es que, desde el primer momento, Héroes venían de la mano de Los 40 Principales y similares. El propio Diego Manrique admite en la entrevista del documental que al ver las pintas cuidadas y a gente de Olé Olé detrás del proyecto, no se lo pudo tomar en serio. Antes, tomarse algo en serio consistía en considerarlo auténtico. No teledirigido por un sello ni un departamento de marketing, sino salido de las calles como expresión genuina de pueblo. Ellos, de entrada, tuvieron esa desconfianza.

Héroes del Silencio

Sin embargo, no eran el plan perfecto de nadie. Vaya por delante que en esta columna hay un fan de Bay City Rollers y Modern Talking, una persona que considera el dance de los 90 la expresión más perfecta de la música pop jamás concebida. La autenticidad me parece un galón muy relativo en el vasto universo de la venta de plásticos llamados discos. Héroes eran chavales de Zaragoza con una música, a mi juicio, muy británica, y propia de su época, por otra parte. Sus referencias podían ser The Mission y The Cult en la época del Love, sobre todos estos últimos, que evolucionaron del pop al hard rock. Eso no se cocinó en una sala de reuniones.

Ahora, contemplando en perspectiva su carrera, que fue bastante corta en realidad para el éxito que tuvieron, si hay algo que llama la atención en ellos es que fueron, ante todo, un grupo esquivo. Su evolución hacia un rock cada vez más duro era contracorriente. Puede que en El espíritu del vino, su álbum de 1993, se viera reflejado el auge de Nirvana y Pearl Jam, por un lado, y Guns N' Roses por otro. Unos años en los que se asombraba la gente de que las chupas de cuero se habían puesto de moda entre la gente bien. Había una viñeta de Mauro Entrialgo al respecto, con el chiste de "-la chupa o la vida -la chupo, la chupo -¡cómo son las pijas!" (aprox.) No obstante, salir en el 95 con una guitarra más, todavía más duros en su disco Avalancha no era lo más común.

Para la crítica eran un hazmerreír. Como recuerda Pedro Andreu, no dejaban de decirles que eran los Hombres G del Moncayo. Eran constantes las alusiones a que Bunbury, más que a Jim Morrison, a quien se parecía era a un jotero. Independientemente de la indigestión que pudieron producir a muchos en su época, el hecho es que el grupo tenía una calidad extraordinaria. Los fans hablan por sí solos, pero para quien las ventas no equivalen al nivel, la guitarra de Juan Valdivia debería ser suficiente. Era el digno sucesor de un Pepe Risi, que tenía los clichés estilísticos de los 70, mientras que Valdivia sacaba un sonido mucho más austero y preciso, como se hacía en los 80. La voz y personalidad de Bunbury eran condición sine qua non para que el grupo triunfase a nivel masivo, pero la verdadera calidad estaba en la guitarra de ese hombre, que fue lo que falló.

Ahora, con este documental hemos sabido que sufrió una extraña enfermedad, disfonía focal, que afectó a sus facultades hasta impedirle tocar sus propias composiciones. Incomprendido por los demás miembros del grupo, en una atmósfera de excesos propios de la vida de gira, cuando Bunbury quiso imponer un cambio de rumbo estilístico, aquello saltó por los aires. Me parece indecente añadir a cada circunstancia de Héroes que sí eran muy maños, que sí eran baturros, pero hay que admitir que en su separación, finiquitada en quince minutos en Los Ángeles abandonando el grupo todos los miembros a la vez, efectivamente, es digna del cómic Supermaño de Calvo. De todos modos, después de más de mil conciertos, lo que supone más de mil viajes, más de mil esperas en un camerino, más de mil noches de hotel siempre con las mismas personas, lo inhumano era seguir. Cualquier conocedor de la procelosa historia del rock lo tiene que entender.

Por lo demás, hay anécdotas simpáticas, como que a Phil Manzanera, su productor en Inglaterra, le obligaban a parar en el estudio para poner la mesa y comer todos juntos. El guitarrista de Roxy Music estaba acostumbrado a que los músicos que estaban grabando se comieran un sandwich de mala manera como mucho durante las sesiones. También se explica bien cómo salieron al extranjero. Por pura ambición, después de llenar toda España, y tras habérsela pateado en los inicios de discoteca en discoteca en una furgo, empezaron a hacer lo mismo, pero fuera. Iban a bares enanos en Suiza, Alemania, pero pusieron la pica en Flandes.

La dicha fue que les ficharon para un festival contra el racismo y su concierto fue televisado para toda Alemania. Ahí explotaron. El poder de la televisión de entonces tuvo gran importancia en su carrera. En España les lanzó hacerse toda la parrilla televisiva, a veces en playback, otras con puesta en escena ridícula con bailarinas detrás, cosas de la tele, pero antes hasta el programa más chorra lo veían millones de personas.

Desde ahí, lo que siempre han dicho ellos en entrevistas y sus defensores, consiguieron que el público alemán cantara versos que no tenía ni idea de lo que significaban. En este punto, la voz de Manrique apostilla que posiblemente ellos tampoco entendieran lo que estaban cantando. Corrosivo, pero hay que admitir que algo de razón tiene.

Yo nunca he sabido qué quería decir Bunbury con sus letras, pero me alegro de sabérmelas. Me dan envidia los fans de Héroes. Su pasión, el enganche que tuvieron con ellos, que le buscasen significado a las canciones, que llevaran todos la misma estética siniestrilla al principio. Para todo eso, ni más menos, se levantaban escenarios y trabajaban las máquinas prensadoras de discos. Para que la gente tenga estas sensaciones, para ilusionarse. Los fans de Héroes se dieron un festín y el grupo, en su corta vida de escasos cuatro discos, no tuvo tiempo de meter la pata. Pudieron brillar mucho más de haber seguido, amasar escandalosas fortunas, pero que tu legado sea una tetralogía perfecta solo está reservado a los... héroes.

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