Movistar estrena el documental dedicado a la pantera negra de la música disco
VALÈNCIA. Grace Jones da un sorbo a su copa de vino tinto en un pequeño reservado de un hotel de Toronto y advierte, antes de arrancar la entrevista: “Nadal es mi tenista favorito y he pedido que paremos esta conversación cuando empiece a jugar, pero si quieres, subimos a la habitación y vemos juntas el partido”. El tenista mallorquín está a punto de jugar contra el argentino Juan Martín Del Potro y a la modelo, cantante y actriz de los años setenta, icono de la new wave y habitual de la mítica discoteca neoyorquina Studio 54 no le viene bien que la promoción de su documental coincida con la semifinal del US Open.
La película, presentada en el pasado Festival de Toronto, fue rodada durante una década por la hermana de Ralph Fiennes, Sophie Fiennes, y descubre la infancia traumática, la vida tumultuosa y salvaje y el poderío sobre el escenario de esta jamaicana de personalidad múltiple y edad ignota.
La pantera del pop es una puerta abierta a su familia en Jamaica, pero también una mirada a su presente, con metraje filmado en el estudio de grabación de su nuevo álbum junto a sus veteranos colaboradores Sly y Robbie, desparrames en fiestas y un pasaje de gran ternura en la que el espectador asiste a su estreno como abuela.
El metraje intercala la vida doméstica con números de un concierto celebrado en 2016 donde se la muestra en todo su esplendor físico y creativo. Suenan temas inmortales como Slave to the Rhythm, Love is the Drug y Amazing Grace. La plataforma Movistar la emite desde este pasado 11 de junio bajo demanda.
- En Wikipedia se asegura que rondas los 70 años, pero parece que tú ni confirmas ni desmientes.
- (Sonora carcajada) Que digan lo que quieran. Sólo es un número. Al menos hay publicadas tres fechas diferentes de mi cumpleaños. Cada vez que me preguntan respondo que hablen con el FBI. Vivimos en una época en la que se da mucha importancia a la edad, pero en mi familia no se la hemos dado. Mi abuelastro era 25 años más joven que mi abuela. El marido de mi tía abuela también era un cuarto de siglo menor. Y ambos murieron antes (nueva risotada).
- A propósito del segundo marido de tu abuela, el documental revela que fue obispo y que era muy férreo en el hogar. Aunque tú te declaras atea, ¿cómo te influyó crecer en un hogar religioso?
- Creo en la espiritualidad, en un ser superior al que le puedes poner el nombre que quieras. Cuando me marché de Spanish Town no huía de Dios, sino de la hipocresía de la iglesia. Para mí, Dios significa que no puedes tener todo bajo control. porque a lo largo de la vida suceden cosas que se escapan a la lógica.
- A lo largo del documental revelas que en tus directos te conviertes en un alter ego de tu abuelastro, que abusaba físicamente de ti y de tus hermanos. ¿Cuánto tienen tus conciertos de rituales, digamos, de exorcismo?
- No me di cuenta de que en mis actuaciones estaba exorcizando a mi abuelastro hasta que participé en una clase de arte dramático para adquirir experiencia de cara a mi estreno como actriz. El profesor me hipnotizó y hablé de una manera muy abierta y sincera sobre mi infancia. Le transmití que en mí había mucha rabia y mucho enfado ligados a mi crianza. De hecho, tomé una silla y estuve a punto de rompérsela, pero el profesor gritó helado, que era la palabra con la que se interrumpía la sesión, y no se la estampé.
- ¿De qué te sirvió profesionalmente reconocer esa rabia interior?
- Fue muy bueno para conectar con mis emociones y conocerme a mí misma. Desde aquel día tengo la habilidad de conectar con situaciones que sucedieron en mi vida y traerlas a mis personajes. Es como un botón emocional que puedo pulsar a mi antojo. Soy capaz de amenazar sin demasiados movimientos, sólo con una mirada que sale de las entrañas.
- ¿Es de ahí de donde procede tu imagen andrógina, de la réplica de tu abuelastro?
- No, esa ambigüedad me viene de antes. Crecí con tres hermanos, así que era un chicote. Las faldas siempre fueron un problema, porque nos pasábamos los días compitiendo, peleando e incluso caminando sobre las manos. El look capilar es porque tengo un cabello muy rizado. Peinarlo era muy doloroso, así que en cuanto pude, me lo corté.
- La película contrasta la misa con el ritual pagano de la música disco. ¿Las discotecas fueron las iglesias de tu generación?
- La música es mi religión. Si te fijas, reúne a la gente. Todos bailamos hipnotizados por el mismo ritmo, aunque el movimiento sea diferente.
- ¿Echas de menos los tiempos de Studio 54?
- La nostalgia es una pérdida de tiempo. Hay que vivir el momento. Me gusta sentir que evoluciono. Si no aprendo, soy como agua estancada.
- Imagino que con tu condición de leyenda viva de la música, recibirás muchas consultas de jóvenes que quieren dedicarse al oficio.
- Los jóvenes están preocupados. Me hacen preguntas, como de qué manera encauzar sus carreras para hacer lo que yo. Mi respuesta es que se pongan en contacto con las compañías discográficas, que participen en formatos de concursos televisivos… Sólo puedo hablarles de mi experiencia y decirles que los tiempos están cambiando y que deben seguir su vocación y no traicionarse a sí mismos.
- ¿Qué opinas de los concursos de talentos que has mencionado?
- No me gustan, pero han tomado el mercado. Me han pedido ser jurado y he dicho que no, porque los encuentro crueles y no pagan. Durante un periodo corto de tiempo sacan dinero de explotar la competitividad entre los jóvenes concursantes, pero luego se olvidan de ellos con un chasquido de dedos. Sólo uno del total de seleccionados recibe atención. No hay continuidad, la creatividad se queda estancada y los que ganan piensan que van a ser estrellas de por vida, pero, lo siento, eso no funciona así.
El jefe de prensa se asoma para interrumpir la charla. Golpea la bola Rafa Nadal y la amazona negra toma su copa de vino y se va al bar del hotel a jalear a su ídolo. Grace ríe, Grace grita, Grace bebe. No vive de revivals ni añoranzas, sólo el momento presente. Tanto es así, que ya se ha olvidado de que me invitó a subir a su habitación a ver juntas el partido.