Las webseries se nutren de bajos presupuestos y aprovechan la educación que el cine ha transmitido durante décadas a la sociedad, permitiendo que esta sea experta a la hora de entender los recursos audiovisuales. 'La puerta', 'Atramentum' y 'El amor en los tiempos de pandemia' son ejemplos de ello
VALÈNCIA. Como hemos visto durante los últimos meses, la pandemia ha obligado a todos los sectores a reinventarse de formas hasta ahora desconocidas. Cines y teatros han hecho ofertas para entradas que se podrían consumir en el futuro; librerías han puesto numerosos títulos a disposición del público de manera gratuita como llamamiento; muchos conciertos se han celebrado en streaming desde casa. Todo el mundo ha hecho un esfuerzo por adaptarse a estas circunstancias tan adversas como inéditas. Y entre esas transformaciones, las series también han encontrado su hueco.
Aunque mejor sería hablar de 'webseries', aquellas producciones que se lanzan a través de plataformas online. Durante el confinamiento, muchos artistas han aprovechado para crear la suya, hasta tal punto que en los últimos meses hemos atendido a una explosión de este género más allá de plataformas como Netflix o Filmin. Se trata de un fenómeno interesante, pues el denominador de todas ellas ha sido el bajo presupuesto utilizado para su producción. Se suele pensar que, a menor inyección económica, menor calidad; y negarlo con rotundidad sería absurdo; pero eso no quiere decir que el mundo de las webseries carezca de posibilidades, pues hay un punto que suele olvidarse: la sociedad actual está convive mucho más con el formato audiovisual. Elementos cinematográficos tan simples como un salto de eje (se trata de cambiar el ángulo del plano durante una misma escena) antes eran incomprensibles para el espectador. La educación que el cine ha transmitido a lo largo de décadas, ha permitido que gran parte de la sociedad sea conocedora de los recursos audiovisuales. Así, por precarias que sean las herramientas utilizados para crear una serie ('precario' entendido como falto de recursos, sin despreciativos) el espectador da por hecho muchos aspectos que normalmente son tremendamente caros, pero que, llegado el punto, pueden ser prescindibles a la hora de contar una historia. No hace falta gastarse una millonada para que el espectador se crea que dos personajes pueden teletransportarse, ni para hacer un gran misterio psicológico con personajes profundos, ni mucho menos para contar una historia de amor. Culturplaza selecciona tres de esas webseries, no todas necesariamente creadas en tiempo de pandemia, pero sí emitidas durante la crisis.
Las redes sociales ponen a disposición de los usuarios infinidad de recursos que ellos utilizan para subir contenido que, por norma general, no va más allá de la vida privada de cada uno. Patente queda en las instastories: fotos o vídeos que la gente cuelga, cuya duración no excede a las 24 horas. La directora de cine y actriz valenciana, Ana Ramón Rubio, ha sido la primera en crear una instaserie contada a través de historias de Instagram. Y más que una serie, podríamos decir que se trata de un experimento social al más puro estilo Orson Welles y La guerra de los mundos. Se trata de La puerta, la historia de una mujer que cuenta a través de Instagram algo insólito que le ha ocurrido: estando de excursión con su pareja en la sierra Mussara, en Tarragona, tropieza con una piedra y, de pronto, aparece teletransportada en el barrio del Carmen de València. Al rato consigue volver a la sierra, y en un principio su novio piensa que se ha dado un golpe en la cabeza, pero pronto ambos se dan cuenta de que hay un portal que conecta con otra dimensión: un mundo (nuestro mundo) en el que un virus pandémico obliga a la población a usar mascarillas por la calle. Ana Ramón Rubio cuenta que la estrenó sin avisar a nadie, y que mucha gente creyó el multiverso que, junto con su pareja, el cantante Don Joaquín, se había inventado.
“Instagram es una plataforma en la que todo el mundo da por hecho que lo que la gente sube es real”, afirma. Eso permitió a la creadora de La puerta dar verosimilitud a su historia, pues para su sorpresa, muchas personas creyeron desde un primer momento que lo contado era cierto. La historia comienza con ella frente a la cámara, diciendo: “Llevo mucho tiempo pensado si contar esto o no por Instagram”. A partir de ahí, recibió una gran cantidad de mensajes de personas animándola a narrar lo que, supuestamente, le había ocurrido.
Si hay algo de cierto en la historia, es que la Mussara está considerada como uno de los lugares en los que más fenómenos paranormales ocurren. Solo hay que buscar en Google para verlo. Por esto, muchos espectadores creyeron lo que se contaba. La directora explica que es un proceso similar al que tiene nuestro cerebro al ver una película: “Hay muchísima gente a la que le encanta creer en estas cosas, entonces, al verlo, apartan su parte racional y prefieren entrar en el juego y seguir creyendo. Es apasionante. El espectador sabe que es mentira, pero se mete dentro y empieza a vivir; con la diferencia de que aquí llega a dudar de su propia inteligencia, pues se pregunta si realmente todo será cierto por la forma en que está narrado, vía Instagram”.
Además, Ana Ramón Rubio utiliza en su favor las carencias de un presupuesto nulo: “Hay escenas de la serie que no se pueden ver y que en el cine serían fallos, pero como está narrada a través de instastories, está justificado que no puedas verlas, pues todo el mundo percibe que la historia se narra a través de un móvil y en tiempo real”.
La puerta también surge como una crítica al uso desmedido que la sociedad hace de las redes sociales. La protagonista tiene la obsesión de contar absolutamente todo lo que le pasa. “Muchas veces nos olvidamos de lo que estamos viviendo porque estamos preocupados por contar lo que estamos haciendo, y el momento en sí se nos acaba escapando. Las stories de Instagram hacen que nos pasemos el día contando lo que hacemos, lo que comemos, adónde vamos... Es un sinsentido, pero todos caemos en él”.
En cuanto a las dificultades de su proyecto, Ana Ramón Rubio afirma que “lo más difícil ha sido convencer a su pareja de que participara”. Por lo demás, cuenta, no ha habido demasiadas complicaciones. Y ha sido así precisamente gracias a la plataforma a través de la que se emitía. “Siempre estaba todo justificado, porque la serie está basada en el género found footage (metraje encontrado, al igual que en películas como Rec o Project X), así que hay una justificación para cualquier problema técnico, que se termina convirtiendo en algo positivo porque le otorga veracidad a la situación”. La serie está disponible en la cuenta de Instagram de Ana Ramón Rubio.
Atramentum no es una webserie nueva. De hecho, se rodó en el año 2014, pero por distintos motivos, su director, Carlos Ruiz, la lanzó en plena pandemia, el pasado 22 de marzo. Piensa que era el mejor momento para hacerlo, y lo cierto es que, si ha tardado tanto en concluirla, es porque él mismo ha cargado con el trabajo de dirección, edición, cámara y montaje.
La serie cuenta la historia de un joven aficionado a la escritura que ante un bloqueo creativo y vital, decide independizarse. A partir de una llave que encuentra en el edificio de su nuevo piso, se verá enredado en un misterio contado en todo momento desde su propia perspectiva, lo que carga a la producción de una fuerte profundidad psicológica. En la producción participan Jaume Nieto, Estela Muñoz, Paco Ibáñez, Miguel Seguí, Fernando Soler, Laura Pellicer, María Poquet y Victoria Salvador.
Tan solo hay que ver unos minutos de Atramentum para percatarse de que normalmente las webseries no suelen tener tanta calidad. Y esa calidad es a primera vista inexplicable, pues durante el rodaje, Ruiz solo utilizó una reflex y una grabadora. Según indica, “a veces es mejor una buena gestión de lo que tienes antes que un equipo enorme de cosas que no sabes usar”. El director de Atramentum terminó sus estudios en 2012, y dos años después se puso a escribir un guion que se extendería hasta la friolera de 900 páginas. En aquel momento España estaba inmersa en la crisis económica, así que Carlos Ruiz contó con la ayuda de compañeros de profesión. “Al estar en aquel momento todos arrastrados por la crisis, no me costó encontrar un elenco entre mis compañeros y profesores de escuela”.
A día de hoy, Ruiz asevera que no apostaría por un proyecto así si no contara con los medios para poder pagarle a todo el mundo. “En aquel momento tuve la suerte de contar con muchos compañeros y gente que apostó por el proyecto, pero hoy ni siquiera me plantearía hacer un proyecto similar, menos teniendo en cuenta que en estos años me he profesionalizado. No lo haría si no pudiera asumir los gastos de una producción normal”.
Una serie tan grande, pues consta de 12 episodios de 25 minutos cada uno (longitud que, en webseries, no es nada usual) “necesita una preproducción enorme”, indica el director de Atramentum. “Yo lo organizaba todo cada día con una libreta. Es posible, pero es muy difícil”. Y por otro lado, la webserie sí ha encontrado dificultades en la distribución. “El formato que yo he creado lo ves en un ordenador o un móvil, sí, pero los capítulos son largos, así que me está costando encontrar un festival que acepte una webserie de capítulos de 25 minutos”. Y si apunta más alto, afirma, “a productoras como A3Media, es imposible entrar en su liga por bien que esté, porque al fin y al cabo, los recursos siguen siendo limitados”.
Si ha sido posible dar vida a Atramentum mediante una cámara y una grabadora es, según Ruiz, “por una cuestión de óptica”. Cuenta que “el objetivo de la cámara era de 50 mm, suficiente para desenfocar los fondos y utilizar otros recursos profesionales” y que “la idea era hacerlo todo muy natural y con mucha imaginación”. Agradece “la ayuda de Cristina Galindo, Joana Alfonso y Nacho Pérez a la hora de aportar medios y facilitar el rodaje y la edición. Fueron las tres patas que me ayudaron a que todo fuera hacia adelante”. La serie está disponible al completo en YouTube.
La tercera propuesta es la que más tiene que ver con la pandemia. El amor en los tiempos del corona narra la historia de una pareja separada cuyos caminos se vuelven a cruzar por causa de la soledad a la que él se enfrenta ante la situación de confinamiento. Pronto se da cuenta de que su expareja le ha ocultado que ambos tienen un hijo recién nacido. Todas las tramas están contadas a través de llamadas telefónicas, videollamadas y conversaciones de WhatsApp. Su creador, Sergio Villanueva, afirma que El amor en los tiempos del corona “es una analogía entre las dos Españas. Los dos son de ideologías totalmente distintas, y están separados. En medio de ellos hay una niña que simboliza el futuro que nos espera. Nos tenemos que entender por el bien de esa niña, llamada España”.
Villanueva cuenta que su webserie nace de la necesidad de seguir trabajando: “Con la pandemia nos vimos impedidos en nuestro trabajo. Creo que los que de verdad somos actores no podemos dejar de serlo, ni con una pandemia por delante. No podemos dejar de expresarnos con el espectador”. Hasta ahora se han publicado en YouTube cuatro de los seis episodios que completan la serie, y ha sido grabada al completo durante la desescalada.
El amor en los tiempos del corona invita al optimismo, según su creador. “El ser humano, en cuanto a curiosidad y emociones, no puede ser detenido ni por una ni por cinco pandemias. De todo obstáculo se nos presenta una ocasión muy importante para poder renovarnos y continuar avanzando hacia algo que antes desconocíamos”, destaca.
En cuanto a las dificultades que se ha encontrado por el camino, Villanueva cuenta que “no ha habido ninguna, pues en ningún momento tuvieron la pretensión de alcanzar millones de visualizaciones”. El propósito, contrariamente, era el de “mantenerse vivos y entrenados durante la cuarentena”. Afirma que todas las escenas eran grabadas por ellos mismos en casa. Si vivían con alguien, les echaban una mano, pero en ocasiones se grababan ellos mismos con el móvil. “Después de grabar nos enviábamos los vídeos por Wathsapp para escoger, y el bueno lo enviábamos por WeTransfer para mantener la calidad. Había mucho entusiasmo”.
Por otro lado, la webserie está grabada íntegramente en blanco y negro, para paliar las carencias técnicas. “El blanco y negro te permite ver en ocasiones cosas que el color no -explica Villanueva-. Potencia la imaginación. Te genera un viaje distinto, no tanto en lo sensorial, pero sí en lo onírico. Además, en color la fotografía es mucho más complicada. El blanco y negro es más generoso”. De nuevo, una webserie utiliza una limitación tan característica como el bajo presupuesto, de manera que el resultado quede favorecido.
El creador de El amor en los tiempos del corona cuenta que las webseries “son la prueba de que tenemos una educación visual muy potente”. “Cuando explicas lo que quieres, aunque solo tengas un móvil con el que grabar, todo el mundo lo suele tener muy claro. Hemos llegado a un nivel audiovisual muy elevado para contar cosas. No para hacer un 1917, evidentemente, pero sí para contar historias”.
Acompañada de una canción especialmente compuesta por la cantautora valenciana June's Kaleidoscope, la webserie tiene un fuerte componente crítico. El protagonista recupera el interés por su expareja tan solo en el momento en que lo ve todo perdido. Villanueva ha querido hacer un llamamiento a que no solo debemos valorar las cosas cuando las perdemos. “Cuando arranca la serie, el personaje ya llevaba meses tranquilo por el tema de la separación. Al estar encerrado, la cabeza se le dispara y se pregunta cómo estará su ex. Entonces la llama. Es un ejercicio para llamarnos la atención desde la comedia de cómo una circunstancia tan brutal hace que volvamos a tomar conciencia de las cosas que realmente nos importan, pero que habíamos dejado de lado”.