23º EDICIÓN

FIB 2017: entre la apertura y los tics del pasado reciente

La vigésimo tercera edición del FIB sigue a medio camino entre la autoexploración y la reconquista de la identidad propia

13/07/2017 - 

VALÈNCIA. En 2017 el Festival Internacional de Benicàssim sigue siendo el objeto de un perfecto ejercicio de realidad donde todo cambia, excepto lo que sucede en Benicàssim en el mes de julio. El FIB es la constante. Los tatuajes de Leonard en Memento. Penny en Perdidos. El FIB es el bueno en las películas de Hollywood y el Madrid en la vida real. El FIB es el vuelve a casa por Navidad, con todo lo que ello conlleva. Aun en sus momentos más delicados en lo que a identidad se refiere, el festival de Benicàssim resiste como ancla a la que confiar la estabilidad de una vida que no puede parar de cambiar.

Otra cosa es el cartel. El cartel siempre es otra cosa. De hecho, la constante del cartel es diferente; está empezando a ser otra, en realidad. Es una constante de menos recorrido en relación a la general del FIB como tal: la del cartel es la constante de esta última década, forjada bajo un criterio muy diferente al de finales del siglo pasado y principios de este. Esa deriva editorial de los últimos tiempos a pesar de la cual resiste el propio festival, que cumple ya más de veinte años como decano de la ahora abundante prole de festivales nacionales.

La constitución del festival como destino vacacional favorito de Gran Bretaña ha modificado el evento desde lo más profundo de su ser. El ADN del FIB de los inicios era otro, eso no se puede discutir y es incluso sensato creer que así ha de ser. Otra cosa muy distinta sería justificar la deriva de los últimos años bajo el pretexto de la natural evolución. El de esta temporada vuelve a ser un cartel que obvia, no sólo los orígenes, sino también los mejores años del festival como referente indiscutible del sector en España. Lo cual no significa que no haya adonde agarrarse: por fortuna, la apuesta por la veteranía y, sobre todo, la de aquella que observa los sonidos de hoy sin complejos  ni prejuicios invitan a abrir un poco la mano.


El peso de los cabezas de cartel

Siempre se ha dicho que la clase media del FIB era la más interesante de todo el circuito. La leyenda urbana ha ido ganando carácter de verdad razonable con el paso del tiempo y de los carteles; al mismo tiempo, esa misma figura ha ido cobrando forma de salvavidas por razones evidentes. Y esto es, en gran parte, porque los nombres más grandes del line-up ya no son Oasis, Arctic Monkeys, Radiohead, Beck o Lou Reed. The Weeknd, Foals, Deadmau5, Los Planetas, Red Hot Chili Peppers y Kasabian se llevan el cuerpo más destacado del cartel de este año; de ellos, sólo The Weeknd -por el momento en el que se encuentra, no por entidad- y Red Hot Chili Peppers -a pesar de la misma y precisa razón- podrían ocupar puestos similares en carteles anteriores.

De los demás resulta complicado no caer en una realidad común: ya estuvieron en el FIB en su mejor momento. El suyo y el del festival. Foals, por ejemplo, que comparte posición el viernes con Deadmau5 y Los Planetas, ya actuaron en la edición de 2010 -la de Gorillaz o Vampire Weekend-, justo después de publicar su segundo y mejor disco hasta la fecha. Entonces ocupaban la segunda línea del segundo escenario de festival, por debajo de Echo & The Bunnymen y a la altura de The Sunday Drivers, Calvin Harris o Love Of Lesbian.

Aquel 2010 también fue el de Kasabian. Ya eran cabezas de cartel. Más tarde, en 2014, repitieron como estandartes de una edición cuyos nombres más grandes eran Tinie Tempah, The Libertines y Paolo Nutini. No era la segunda, sino la tercera: los ingleses, en plena efervescencia, habían compartido Escenario Verde en 2005 con Nick Cave & The Bad Seeds, Oasis, LCD Soundsystem y Hot Hot Heat. Este año lo compartirán el domingo con Crystal Fighters y Years & Years. Este año llegan con una propuesta agotada y posiblemente su peor disco bajo el brazo (que ya es decir).


Reiteración, no; veteranía, sí

Lo de Kasabian, o lo de Crystal Fighters (ya estuvieron en 2011 y 2015), es la confirmación de la adaptación del FIB a los nuevos tiempos. Por un lado, llama poderosamente la atención que un grupo de la intrascendencia de Crystal Fighters repita por segunda vez en el festival; esto no deja de ser el síntoma de la tendencia en el circuito: la paz en la reiteración de las propuestas. Está en la convocatoria de Kasabian, Crystal Fighters o The Courteeners; no está en The Jesus And Mary Chain o Los Planetas -en pugna con Primal Scream por ser los Shellac del Primavera-, ambos de actualidad con discos muy dignos.

La reiteración afecta también a Dinosaur Jr., presentes en todas las etapas del FIB (origen, ascenso y deriva); si bien en el caso de J. Mascis y Lou Barlow es de agradecer, pues hace ya una década que no pisaba Benicàssim y su discografía no admite apenas fisuras. Su inclusión forma parte de la afortunada decisión de integrar a los más veteranos entre las propuestas más actuales y las concesiones del momento. The Jesus And Mary Chain, Los Planetas, Dinosaur Jr., Ride, Surfin’ Bichos, Liam Gallagher o los mismos Red Hot Chili Peppers son, a falta de auditar los conciertos que van a ofrecer, una parte del atractivo de este FIB.


Aciertos: apertura de miras y (otra vez) la clase media española

El otro gran bloque de atractivos del FIB 2017 reside, precisamente, en el apartado más joven de la industria actual. El guiño a la música de baile y a los géneros menos frecuentados por los festivales -y, por ende, por las publicaciones especializadas- a este lado del Atlántico es evidente. Algo que ya empezó a suceder el año pasado con la presencia de Skepta, Major Lazer o Kendrick Lamar. Este año The Weeknd disfruta del primer puesto del podio de un jueves que ya va siendo hora de recuperar; sus últimos cinco años lo han situado en los puestos de honor del R&B gracias a su descarada mezcla de pop y new wave que le ha llevado a unir su nombre a los de Daft Punk o Future.

Tras él, una legión de representantes de géneros hasta ahora denostados por el indie medio, temeroso. Efectivamente, hay espacio para el trap nacional con Bad Gyal; de ese trap que esconde, tras la etiqueta temerosa, dancehall, reggaeton y R&B. El mismo de One Path, de pasión por el auto-tune. Para los no estén dispuestos a intuir nuevos horizontes también existe opción la opción rap en su versión nacional (Mala Rodríguez) y londinense (Stormzy); no deberán acercarse a los conciertos de Kaytranada y Mura Masa, referentes del último año en lo que respecta a R&B y electrónica mezclada con disco, trap, dancehall y mucho más. También pueden salir despavoridos de los conciertos de Ibibio Sound Machine, afrobeat de corte new wave y funk de los 70 que llega con uno de los discos del año bajo el brazo, o el rapero queer Mykki Blanco.

A esta ola habría que añadir la siempre buena selección nacional, que se suma a guiños internacionales como Kaleo, Twin Peaks o Ron Gallo. En ella están los valencianos Gener, Tórtel, Navvier y Gatomidi. Belako (¿queda algún festival en el que no hayan tocado?), Nudozurdo y Biznaga con sus notables últimas referencias, Mourn, Las Odio y el rock de Havalina y Cápsula completan la lista de atractivos nacionales -la mayoría dentro del FIB Club-.

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