MEMORIAS DE ANTICUARIO 

¿Existe el arte valencianista?

6/10/2019 - 

VALÈNCIA. El próximo miércoles 9 de octubre se celebra el día de la Comunitat Valenciana. Una fecha para la exaltación de los símbolos que nos unen: la lengua como símbolo cultural, la bandera, el Palau de la Generalitat que luce todas sus galas, ese día, como casa de todos los valencianos y diversos homenajes cívicos en los hitos patrimoniales diseminados por el centro histórico. Dicho esto cabe preguntarse si existe un arte encaminado a ensalzar la identidad o la simbología del “ser valenciano” en toda su extensión. No hablamos, meramente, de arte valenciano o de impronta valenciana en cuanto a su autoría, temática o en la técnica autóctona empleada. Hablamos de aquel arte dirigido a homenajear las virtudes de lo valenciano, de la valencianía y de aquellos personajes que lo representan. En ocasiones por consenso popular mayoritario, o también por acuerdo tácito de los más diversos grupos ideológicos o políticos, si es que esos valores diferenciados existen (cuestión en la que no voy a entrar) y que tienen que ver con una forma de entender la valencianía, que no es siempre coincidente entre unos y otros grupos, como bien se sabe.

La respuesta es clara: no cabe la menor duda de que a lo largo de la historia, esencialmente durante la segunda mitad del siglo XIX, y sobretodo a lo largo de todo el siglo XX, se ha desarrollado un subgénero en cuanto a las intenciones pero completamente disperso y por tanto difícilmente clasificable, de un marcado carácter histórico, y a su vez, de alguna forma patriótico, dirigido a ensalzar determinados valores (históricos y culturales esencialmente) que podrían conformar eso que llamamos “lo valenciano” como forma de ser, estar y relacionarse con el mundo.

Debemos distinguir, no obstante, entre obras que con el tiempo han “sufrido” una apropiación más o menos intensa de estos grupos o ideologías, convirtiéndose en un símbolo o ejemplo sin que en su día, que se sepa, tuvieran específicamente esa finalidad, y otras obras cuya promoción, ideación y creación ha tenido como fin esta exaltación de la valencianía.

Estatua ecuestre dedicada a Jaume I.

En cuanto a la primera tipología se me ocurre una obra paradigmática como es el impresionante retablo del Centenar de la Ploma, de Marçal de Sax, cuya predela se encuentra entre nosotros para su restauración y exhibición por primera vez desde que saliera de nuestro país. La obra y de paso el trabajo que se está realizando se van a mostrar al público durante estos días en el Museo de Bellas Artes, que ha tenido la gran idea de exhibir la pieza junto con visitas didácticas sobre el proceso de restauración que llevan a cabo técnicos del IVACOR.  Como se sabe, el retablo preside una de las salas más importantes del museo londinense Victoria y Alberto.

Prueba de la utilización por unos y otros de esta obra para reivindicar- aunque sea forzadamente por no decir falsamente- su significado, fue la cierta polémica local que suscitó una reproducción en miniatura de la segunda mitad del siglo XX, que yo conozco desde niño, y que colgaba del muro de una capilla externa situada en la girola de la catedral y que daba directamente a la plaza de la Almoina. En la reproducción se había alterado la composición y era el San Jorge quien estaba en primer término pero ya no con la bandera cuatribarrada sino con el motivo de la cruz de San Jorge y el rey pasaba a un segundo plano también con la enseña de la cruz del citado santo.  Quienes promovieron la reproducción (El capítul del cavaliers del Centenar de la Ploma), siempre han defendido que esa alteración nunca se ha hecho por cuestiones políticas, pero bien es cierto es que se hizo y que aquello se produjo en un momento histórico (años 70) de plena batalla por los símbolos. Casualidad, o no.

Escultura en bronce de Francesc de Vinatea, en Plaza del Ayuntamiento

Escultura pública

Es indudable que  cuanto a la escultura pública, más allá de monolitos dedicados al pueblo valenciano y “als maulets”, al labrador local (obra de Carmelo Vicent, en la Gran Vía Marqués del Turia), a nuestro deporte autóctono (“El saque” copia obra en bronce de la obra de Ignacio Pinazo Martínez que se encuentra en la Plaza de Nápoles i Sicilia), podemos dar un paseo por el centro de la ciudad dedicado a la visita a escultura pública con clara intención de exaltar a los personajes que han contribuido a nuestra cierta “emancipación cultural”, que nos ha ido configurando como pueblo.

En este sentido, la ciudad de Valéncia no posee referentes monumentales grandiosos, afortunadamente, dedicados a la exaltación de las glorias valencianas, ya que con demasiada frecuencia estas manifestaciones exacerbadas suelen caer en una estética entre el kitsch y el delirio (el nacionalismo o la mera exaltación monumental de valores de esta clase y la cursilería se encuentran peligrosamente cerca).

Vicente Domenech no es un nombre que suene demasiado, pero si digo El Palleter hay pocos que en la ciudad no sepan de quien se trata. El escultor y pintor Emilio Calandín Calandín (Valencia 1870- Barcelona 1919) realizó el bronce dedicado a esta figura y que se halla junto a las Torres de Quart. La tradición cuenta que el 23 de mayo de 1808, un joven palleter, es decir un vendedor de pajas impregnadas en azufre para prender fuego puso su pie en una silla y lanzó a la multitud de la ciudad contra el ejercito de ocupación de Napoleón Bonaparte.

Realmente pocos saben quien fue Francesc de Vinatea y sin embargo su estatua se haya situada en la plaza más importante de la ciudad. Un bronce discreto sin más, de Manuel Rodriguez Vazquez contempla a los viandantes que llegan desde la calle San Vicente, desde 1993, es decir, situado donde se hallaba la célebre estatua ecuestre del dictador. Si poco se sabe entre la población de este personaje, menos de qué libro que porta en su mano. Vamos a resolver el acertijo: la escultura se emplazó en honor a quien fuera Jurado de la ciudad y símbolo frente al rey de los derechos forales del Reino de Valencia ya que impidió en 1333 que el rey a Alfonso II promulgara una norma contra los fueros dirigida a dividir el Reino de Valencia. Vinatea representaría la foralidad valenciana símbolo identitario normativo (hasta que llegó Felipe V, como se sabe).

“Entró vencedor en Valencia, librándola del yugo musulmán, el día de San Dionisio, IX de octubre de MCCXXXVIII. Al rey D. Jaime el Conquistador, fundador del reino valenciano, Valencia agradecida, año MDCCCXCI”. Esta leyenda reza en ambos costados del pedestal de más de siete metros sobre el que se instaló, a finales del siglo XIX, la estatua ecuestre del rey Jaime I, y que debe su existencia a una iniciativa encabezada por el entonces director del diario Las Provincias Teodoro Llorente. El ayuntamiento dio su aquiescencia pero puso condición que fuera mediante una colecta. La gran escultura ecuestre se encargó a los catalanes Agapito y Venancio Vallmitjana. Inicialmente tallada en madera, la fundición en bronce cuyo peso las 11 toneladas, se hizo empleando cinco cañones del castillo de Peñíscola. Se colocó el 12 de enero de 1891, es decir dieciséis años después de lanzar la idea. Una visión completamente idealizada del monarca.

Boceto para cartel de Pascual Llop fechado en 1934.

Carteles e ilustración

Es sin duda ha sido en la ilustración y los carteles donde el arte ha mostrado su cara más reivindicativa, pero daría para todo un artículo. Nombres como Renau, Llop, Dubón, Ballester son ya clásicos en el arte del siglo XX valenciano. Esa misma semana he tenido la gran suerte de hacerme con un boceto original del artista valenciano Pascual Llop fechado en 1934, posiblemente un boceto para un cartel de mayores dimensiones y conmemorativo de la Semana Cultural Valenciana de aquel año. Lo más interesante de esta pieza, además de su excelente técnica del más puro estilo decó del momento, es la bandera estelada nacionalista valenciana, más teniendo en cuenta que el primer documento gráfico (una mera fotografía) que se tiene de esta enseña es de a penas dos años anterior. Dubón ya usó este símbolo en una ilustración de en estos años en un conocido cartel salido de su mano. Una década dorada, la de los años 30 en nuestra ciudad, que trataremos específicamente en un artículo dada la importancia de los artistas. Un equilibrio entre calidad en el trabajo artístico y mensaje fuertemente ideologizado (que no se oculta) pocas veces igualado. 

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