LAS SERIES Y LA VIDA

¿Es tiempo de antiheroínas en las series de tv?

29/09/2018 - 

VALÈNCIA. Que la abundancia y diversidad de las series de televisión está suponiendo la aparición de personajes femeninos complejos y transgresores no es ninguna novedad. Probablemente esta sea, además de la diversión y el placer que nos puedan proporcionar las ficciones televisivas, una de las consecuencias más positivas que el boom de las series nos ha traído. Es un aspecto en el que el actual cine comercial de Hollywood (¡ojo! el cine comercial, no así otros tipos de producción cinematográfica) no puede competir, atrapado, salvo muy contadas excepciones, en la tiranía del beneficio inmediato y, por ello, de las películas familiares y las historias fantásticas y de acción en las que priman los efectos especiales, que son las que triunfan en taquilla y permiten fabricar y vender todo tipo de merchandising.

 

Y dentro del universo de las series parece que está llegando el momento de las antiheroínas. Pero, ay. Mientras escribo este párrafo, el corrector de Word subraya la palabra como un error, lo que no sucede si escribo antihéroe. Un buen síntoma de la ausencia de este tipo de personajes en nuestra cultura. Es una categoría que no existe. El diccionario de la Real Academia de la Lengua, tan feminista él, lo dice bien claro: antihéroe. 1. m. Personaje destacado o protagonista de una obra de ficción cuyas características y comportamientos no corresponden a los del héroe tradicional. Ahí lo tienen. Esa m. delatora. M. de masculino, sin la opción femenina que, menos mal, sí aparece si buscamos héroe/heroína o superhéroe/superheroína (esta última, por cierto, el Word tampoco la reconoce. Espabila, Microsoft, que te adelanta la RAE, quién te lo iba a decir).

Tampoco es que la RAE se haya esmerado mucho en la definición de antihéroe, la verdad. Aquí le gana de largo la Wikipedia: Un antihéroe es un personaje de ficción cuyas características son contrarias, o no corresponden a las del héroe tradicional, ya que los antihéroes son imperfectos y poseen los defectos de la gente común. Un antihéroe, en las obras literarias o narrativas actuales, generalmente realizará actos que son juzgados "heroicos", pero lo hará con métodos, intenciones o motivos que no lo son

    

Así pues, tenemos que un antihéroe, ergo una antiheroína, sería aquel personaje que no tiene las características del héroe (esas pueden ser valentía, belleza, nobleza, generosidad, capacidad de liderazgo, etc.), lo que va desde poseer “los defectos de la gente común”, qué bella expresión, hasta arrastrar todo tipo de taras emocionales, más sus buenas dosis de cinismo, egoísmo o nihilismo. Sin embargo, con toda esa carga realiza actos que entendemos como “heroicos”, aunque por el camino se salte un montón de reglas de la legalidad y la moralidad. Lo que también se llama un bad-good boy, el buen-mal chico. Algún ejemplo clásico y arquetípico bastará para entenderlo: Rick Blaine (Humphrey Bogart) en Casablanca (Michael Curtiz, 1942), los detectives Sam Spade o Philip Marlowe (creados, respectivamente, por Dashiell Hammet y Raymond Chandler). O, más recientemente y en el terreno televisivo, Jack Bauer, protagonista de la serie 24, el Vic McKey de The shield, el McNulty de The wire o los protagonistas de True detective.

Importante: el antihéroe no es el villano. Un antihéroe, aunque por el camino pierda su alma, mejora el mundo, arregla las cosas, aunque sea a regañadientes y sin convicción. Tony Soprano, Dexter, Don Draper, Walter White no son antihéroes, son villanos. Personajes fascinantes, sí, y con arcos narrativos sobresalientes y con unos mecanismos de identificación narrativa que funcionan a las mil maravillas, pero son los malos de la función. Por eso mismo, Cersei Lannister (Juego de tronos), Patty Hewes (Damages) o Claire Underwood (House of cards) no son antiheroínas, sino villanas, malvadas (y fascinantes). Tampoco lo son las mujeres fatales que pueblan el cine y muchos relatos (además, sus características y evolución daría para otro artículo y no precisamente corto).

 

La figura del antihéroe tiene infinidad de precedentes literarios y cinematográficos y ha dado lugar a grandes personajes de la historia de la ficción, como el Quijote o Long John Silver (La isla del tesoro), por citar solo dos. Con las antiheroínas tenemos un problema a la hora de buscar una genealogía. Dado que la “heroicidad” de la mujer ha estado fijada cultural y socialmente en ser buena madre y esposa, en sacrificarse por la familia y el honor (esa entelequia, una auténtica condena, centrado en su himen y su sexualidad), se acaba llamando antiheroína a Madame Bovary, a Emma Ozores (La regenta), a Anna Karenina o a Margarita Gautier (La dama de las camelias). Mujeres que rompen las normas sociales y sexuales a costa de su destrucción. Son grandes e inolvidables personajes, pero tal vez no son antiheroínas. No porque no hagan algo heroico, que vaya si lo es enfrentarse a la sociedad, sino porque sus acciones no redundan en el bien común, no resuelven conflictos que afectan a otros, no toman partido por el bien a pesar de ellas mismas, además de tener un destino trágico.

Aunque puede que lo que haya que hacer al utilizar la palabra antiheroína sea resignificarla y entender que no supone lo mismo para un hombre que para una mujer. Al fin y al cabo, gran parte de los personajes de heroína de las ficciones son, sin más, mujeres masculinizadas a base de empuñar armas y pegar más puñetazos y más fuertes que cualquier hombre, aunque sumamente voluptuosas para solaz de las fantasías masculinas heterosexuales; lo que viene a ser señores con tetas y curvas. Verbigracia: Lara Croft.

 

  

No es fácil esto, no. Busquen antiheroína en google e inmediatamente les aparecerá… Bridget Jones. Otra vez un personaje femenino definido por su relación con los hombres, con su cuerpo y con su sexualidad. Ally McBeal, a su modo, era otra antiheroína, también vinculada, aunque de forma mucha más compleja que la anterior, al prototipo de mujer florero, follable y ansiosa por encontrar esa quimera del amor verdadero, mientras construye a trancas y barrancas su identidad. 

No deja de tener sentido. Si ser heroína ha consistido históricamente en ser perfecta y sacrificada madre y esposa, dominar el ámbito doméstico que es el espacio al que han sido relegadas las mujeres durante siglos, la antiheroína será la que lidia con esos roles o los rechaza. No empuña armas ni resuelve crímenes, pero encaja muy malamente en el rol doméstico y familiar o en el de amante complaciente o futura novia en busca del príncipe azul. Gran parte de las nuevas comedias actuales, muchas de ellas creadas por mujeres, entran aquí. Por poner solo un ejemplo, Fleabag, la creación de la actriz y guionista Phoebe Waller-Bridge. Y antes que ella, Mujeres desesperadas (2004-2012). Imperfectas, mentirosas y manipuladoras, sus protagonistas son el envés del ideal femenino de esposa y madre. Antiheroínas de lo doméstico.

 

Todo esto está muy bien, sí, pero ¿dónde están los equivalentes al Dr. House o a Sherlock Holmes? ¿Podemos salir del ámbito del hogar y el ideal amoroso? Hace ya unos años apareció Veronica Mars (2004-2007), aquella listísima detective juvenil que no era precisamente un modelo de comportamiento. No era heroica, por más que se dedicara a desfacer entuertos; era imperfecta, cínica y la empatía no era su fuerte. Kate, de Perdidos (2004-2010), es otra antiheroína, con su terrible pasado y su ambigüedad moral. Homeland (2011-) nos trajo a Carrie Mathison: loca, brillante, valiente, eficiente, violenta y muy irritante. Un personaje verdaderamente complejo, siempre en el límite y capaz de cualquier cosa en su lucha contra el terrorismo, pero también contra sus demonios.

La Sarah Lund de la serie danesa Forbrydelsen (2007-2012), y la Sarah Linden de The killing (2011-2014), su adaptación estadounidense, son otras dos antiheroínas a destacar. Mientras resuelven sus casos cometen gravísimos errores, se saltan la ley, son malas madres, el desastre les acompaña y están emocionalmente muy dañadas. Este último rasgo lo comparten con Saga Noren en Bron/Broen (2011-) y su versión USA, Sonya Cross en The Bridge (2013-2014), personajes femeninos realmente diferentes y sorprendentes.


Ahora tenemos a Jessica Jones (2015-), que va por su tercera temporada en Netflix, basada en un personaje de los cómics de Marvel. Su protagonista es la antiheroína por antonomasia, y hereda muchas características de los personajes de detectives de novela negra. Pero no es simplemente un bad-good boy con tetas, ni mucho menos. Su conflicto y su enfrentamiento con su oponente se enraízan en su condición de mujer. La última antiheroína en llegar, aunque sin duda vendrán más, es Camille Preaker, la trágica protagonista de Heridas abiertas (HBO), interpretada por Amy Adams. Alcohólica y solitaria, con un pasado repleto de violencia, dolor e instituciones de salud mental, lucha contra sus demonios.

Y así, con todas ellas y algunas más, se va ampliando el catálogo de mujeres de ficción y vamos encontrando en las series personajes femeninos complejos y alejados de clichés. Que no decaiga.